La mayoría de los padres pegarían el grito al cielo si vieran a sus hijos en pleno simulacro de matanza y bombardeos en un videojuego militar, básicamente porque los juegos de vídeo son mucho más explícitos hoy en día que cuando Pacman y Mario Bross reinaban.
Por sentido común, muchas familias procuran evitar que los niños experimenten con videojuegos de contenido violento por miedo a que absorban e imiten lo que ven. La tarea no es nada fácil tomando en cuenta que los juegos de video con violencia explícita suelen captar la atención de un público muy amplio y diverso; Fortnite, por ejemplo, fue lanzado en septiembre del año pasado y ya supera los 125 millones de jugadores.
A todo esto, la buena noticia es que, hace unos meses, Psychology Today publicó un artículo que podría brindar una voz de aliento a los padres angustiados por lo que juegan sus hijos en la consola y en la red. De acuerdo con la publicación, elaborada por el Bronfenbrenner Center for Translational Research de la Universidad Cornell, las investigaciones en torno a los efectos perjudiciales de la violencia en los juegos de video son todavía demasiado inconclusas como para poder asumir una posición parcializada.
A lo largo de las últimas décadas, se han puesto en marcha múltiples estudios que pretenden analizar las consecuencias de los videojuegos violentos en los niños, específicamente, su correlación con problemas conductuales como la tendencia a la agresión, falta de empatía y bajo rendimiento en la escuela.
Muchos estudios han encontrado que las personas que juegan videojuegos violentos constantemente sí tienden a ser más agresivas, sin embargo, también hay evidencia de que existen otros factores que inciden en los efectos de los juegos de video violentos, entre ellos, el entorno familiar.
De hecho, un grupo de 230 académicos de distintas universidades alrededor del mundo envío una carta abierta a la APA en 2003 donde tilda la postura de la Asociación Americana de Psicología de “alarmista y engañosa”, algo con lo que sin duda coinciden los fabricantes de videojuegos como Fortnite.
Objetivamente, lo único que puede concluirse en relación con los efectos de los juegos de video que exhiben un alto contenido de violencia es que, estadísticamente, no puede establecerse un vínculo entre las ventas de juegos de video violentos y un aumento en los crímenes o conducta agresiva de las personas. Además, existen falsos positivos y falsos negativos aplicables a las investigaciones en torno a videojuegos, lo que dificulta obtener resultados fiables.
Los padres que hayan podido observar respuestas negativas en la conducta de sus hijos (como irritabilidad o conductas indeseadas) como producto de la alta exposición a videojuegos violentos son libres de tomar sus propias medidas al respecto, ya sea restringiendo el consumo de dicho contenido en el hogar o estableciendo regulaciones. Finalmente, todos los niños poseen personalidades y necesidades distintas, y el estilo de crianza debe ser adaptado a dichas demandas.
Fuente: Psychology Today