Actualmente existe mucha preocupación por el aumento de casos de autismo, que se sabe que afectan en mayor proporción a los niños varones. Según estimaciones de la OMS, 1 de cada 160 niños tiene un Trastorno del Espectro Autista (TEA). Los estudios epidemiológicos de los últimos 50 años indican un aumento de casos que muchos han explicado por la existencia de mayor información, mejores herramientas para el diagnóstico y más comunicación. Además se ha sugerido que los niños varones tienen más probabilidad de ser diagnosticados con autismo que las niñas, porque es necesario que haya un mayor número de mutaciones genéticas extremas en ellas para que se de el diagnóstico.
Sumado a ello, muchos de los niños diagnosticados con TEA también reciben un diagnóstico de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. Ambos trastornos tienen un impacto severo en el proceso de aprendizaje en el salón de clases y significan una carga económica de por vida tanto para el individuo como para la sociedad. Solo en los Estados Unidos, se estimó en el año 2015 que el autismo representa una carga económica de $162 a $367 mil millones. Si la prevalencia continúa ascendiendo, los científicos predicen que los costos excederán a los del TDAH y la diabetes en el año 2025.
Es imperativo que las familias reciban el apoyo que necesitan para prevenir y manejar estos trastornos que suelen tener comorbilidad. El manejo apropiado requiere un entendimiento de las causas o “factores de riesgo”. Un factor que ha sido asociada a ambos trastornos es la exposición a metales pesados encontrados en dietas pobres. Dicha exposición puede ocurrir al ingerir alimentos altamente procesados que contienen ingredientes con concentraciones admisibles de plomo y mercurio inorgánicos.
Adicionalmente, estos metales pesados pueden acumularse en la sangre, especialmente si la dieta no incluye minerales adecuados para apoyar la actividad de los genes necesaria para metabolizarlos y excretarlos.
el autismo representa una carga económica de $162 a $367 mil millones
Investigadores, liderados por Alabdali, encontraron recientemente que niveles más elevados de plomo y mercurio en sangre se correlacionan con la severidad de la discapacidad social y cognitiva en niños con autismo.
¿Cómo sabremos con certeza que hay un vínculo entre esta exposición en la dieta a dichos metales pesados y el autismo y/o TDAH? Hace tiempo Kate Mahaffey lideró un equipo de investigación que estudió los factores en la dieta de los niños norteamericanos que llevan a la acumulación de plomo en sangre. Los investigadores examinaron los resultados de los estudios de sangre de 3.000 niños norteamericanos, los cuales fueron analizados como parte del National Health and Nutrition Examination II Survey (NHANES, un programa que evalúa el estado de salud y nutrición de adultos y niños en los Estados Unidos). Se encontró una relación inversa significativa e independiente entre el consumo de calcio dietético y la concentración del plomo en sangre.
Algunas investigaciones han sugerido que las concentraciones altas de plomo en sangre son un factor de riesgo para el desarrollo del TDAH y el retraso en el desarrollo de los niños (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7). Pero ¿qué se sabe sobre los niveles de mercurio en sangre y el autismo en niños?
El mercurio en las vacunas como “causa” ha sido fuertemente refutado por la comunidad de salud pública. El mejor ejemplo de esto es que el compuesto de mercurio, timerosal, fue sacado de las vacunas para niños hace 15 años y sin embargo el número de niños diagnosticados con autismo sigue creciendo (podés leer más sobre las vacunas y el autismo aquí). El mercurio en la comida, por otro lado, podría estar relacionado al autismo en niños.
Este año un grupo de investigadores liderados por Andres Cardenas de la Universidad Harvard encontró que el mercurio en los glóbulos rojos de la sangre del cordón umbilical afectaban la expresión del gen PON1 en niños pequeños, pero no en las niñas. Es decir que el mercurio que la madre consumía durante el embarazo suprimía el gen PON1 en el bebé varón antes y después del nacimiento. Los investigadores encontraron que la supresión del gen PON1 en el cordón umbilical predijo un funcionamiento cognitivo más bajo en los varones durante la niñez temprana. La expresión del gen PON1 es importante para producir enzimas que todos necesitamos para descomponer los residuos de plaguicidas organofosforados que se encuentran en nuestro suministro de alimentos.
El mercurio inorgánico debe estarse acumulando en el cuerpo humano debido a una exposición a largo plazo
Resulta que el mercurio inorgánico —no el que se encuentra en el pescado— ha estado en aumento por muchos años en la sangre de los norteamericanos. Ello podría explicar la conexión entre el mercurio y la supresión del gen PON1 en niños varones pequeños.
Un científico llamado Dan Laks analizó los datos NHANES de 1999 a 2006, que incluían información de 6.174 mujeres de entre 18 y 49 años, para determinar las tendencias en sus niveles de mercurio inorgánico. Examinó los resultados de estudios de sangre y encontró que la detección de mercurio inorgánico se elevó de un 2% en 1999-2000 a un 30% en 2005-2006. El Dr. Laks concluye que el mercurio inorgánico debe estarse acumulando en el cuerpo humano debido a una exposición a largo plazo.
¿De dónde viene todo este mercurio inorgánico? La incómoda realidad es que los suministros de comida probablemente estén contaminados con mercurio inorgánico.
Estas son posibles explicaciones de porqué los casos de autismo y TDAH siguen en aumento. Sin embargo, se trata de datos preliminares que necesitan seguirse investigando y, por lo tanto, deben ser tomados con mucha cautela.
Fuente: Scientific American
1 comentario
Excelente artículo. De verdad creo que la mano del hombre para intentar refinar todo aquello que fue creado con nuestra misma base molecular no sebe ser “mejorado” y en todo aquello que se haga, debe ser controlado.
A mayor educación, mayor cambio de conciencia.
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