La REALIDAD es simplemente esa forma más o menos definida en que captamos y percibimos los hechos. Cada ser humano es un observador distinto. Y si bien podemos estar parados frente a un mismo objeto, cada cual interpretará ese objeto desde su propia experiencia, desde su sentir disímil, desde lo que le dijeron que debía “ser” ese objeto. Vale decir, cada cual le dará una SIGNIFICACIÓN diferente.
Yo te puedo decir: “Mira mis zapatilla negras que bonitas que están, me las trajo un amigo de Europa”. Primero, que me las haya regalado un amigo tiene un valor personal para mí, y le doy esa significación, un valor agregado, y segundo, que sean de Europa, tiene otro valor social agregado de importancia también para mí, ¡porque son de Europa!, y no de la vuelta de la esquina. Pero, seguramente para ti, no son más que un par de zapatillas negras y no tan distintas a las que viste el fin de semana pasado en una tienda deportiva en el centro de la ciudad. La significación e importancia se la dí yo. Yo veo esas zapatillas de una forma e intento que los demás la miren de la misma forma, sin embargo, tú las ves de forma distinta.
Por lo tanto la forma en que yo veo el mundo, es solo LA FORMA en como veo el mundo. Nada más. Y aquí entra la clásica imagen gestáltica de que si vemos “copa” o “dos rostros mirándose” en una misma imagen.
Y en esta competencia aprendida, todo observador, de acuerdo al prisma o al anteojo que tenga puesto, verá claramente algo, pero también dejará de ver otras cosas que escapan de su escenario perceptivo por la limitación de esos mismos “anteojos”, que otra persona, con otro prisma puesto podrá ver. Entonces, cada observador tiene sus LÍMITES y cada observador podrá intervenir en el mundo de acuerdo a lo que es capaz de observar.
Se me viene otra imagen a la mente fácil de ejemplificar.
Aparecen dos sujetos parados de manera antagónica ante un mismo número (situación). Entonces desde la posición de uno, ese sujeto ve “seis” (6) y desde la otra posición el otro sujeto ve “nueve” (9). De cualquier manera ambas son verdades discutibles, puesto que podría ser tanto un nueve como un seis, sólo depende la forma y el lugar de dónde se le mire. Por eso la realidad no es una sola. No es seis Ó nueve. Más bien puede ser seis Y nueve, como también cuatro, siete o diez. Incluso estando ante el mismo número. Incluso estando ante el mismo objeto concreto. Incluso estando ante una misma situación. Cada sujeto sacará una impresión distinta y configurará el mundo de acuerdo a ella, confirmando así sus creencias más primitivas y reforzando, a su vez, su modo de ver las cosas.
¿Qué influye en nuestra manera de observar?
Claramente la posición de una persona en el mundo y la perspectiva que éste le otorgue: Aquí incluyen nuestra propia historia personal, nuestros pilares valóricos, nuestras creencias arraigadas, percepciones y emociones, la cultura en que estamos, nuestra crianza, lo inconsciente y otras variables que van configurando diferentes observadores caminando por nuestras calles.
No termino esta nota, sin antes concluir con este último ejemplo ilustrativo, que aparece de imagen introductoria en esta columna. Alude al cuento “Los ciegos y el elefante”.
Cada uno de los ciegos se aproxima ante un mismo fenómeno que no habían conocido antes: un elefante. Para lograr describir ese fenómeno lo hacen de acuerdo a lo que pueden percibir, en este caso, a través del tacto, y así entender QUÉ ES UN ELEFANTE. Y uno que tocaba la trompa, decía: “Un elefante es como una gran serpiente”. Otro que tocaba su pata delantera, se negaba ante esa descripción y argumentaba: “¡No!, es más bien como el tronco de una palmera”. Otro que tocaba una de sus orejas, decía: “¡Pero qué dices! Si es un enorme abanico”. Y por último, el cuarto ciego mientras tocaba los pelos de la cola, finalizaba: “¡Están todos equivocados! Es más bien como un ratón”.
Así, pues, entendemos que ante una mismo objeto-real, nuestra aproximación de lo observado y vivenciado puede ser totalmente diferente, puesto que para algunos la “realidad” no es más que una gran serpiente, para otro un tronco de palmera, para otro un enorme abanico y para otro un simple ratón.
Cada observador es DISTINTO. Y cada observador mira las cosas de un modo PARTICULAR. Y en esta pluralidad idiosincrática nos enriquecemos y entendemos mejor al mundo y a sus personas. Que ya de por sí, bien difícil es.
Por cierto, aún no recibo sus comentarios de mis zapatillas negras traídas de Europa. ¡Están mola!
Ilustración por: Blanca Martí de Ahumada