La ira es una de las emociones que todos los seres humanos experimentamos en algún momento de nuestras vidas, y es importante destacar que no se trata de algo malo de por sí. Las emociones están allí para ayudarnos a entender y a afrontar las diversas situaciones que se nos presentan.
Lo malo sucede cuando la ira se hace presente de manera constante, y cuando sentimos que perdemos el control ante ella y actuamos de manera impulsiva y arriesgada, llegando a ponernos en peligro a nosotros mismos y/o a terceras personas.
La ira: qué es y cómo se manifiesta
La ira puede definirse como una reacción emocional que surge cuando consideramos que existe un resultado negativo para nuestros intereses; también, cuando nos frustramos (suele ser la consecuencia directa), cuando nos dañan, nos mienten, consideramos que nos han fallado… o cuando las cosas no suceden como esperábamos.
Sobre todo, sentimos ira cuando pensamos en que lo que está sucediendo, podría haberse evitado. Lógicamente, a cada persona le afectará de una forma única (y surgirá por unas causas u otras).
A nivel fisiológico, cuando sentimos ira, nuestro cuerpo se sobreactiva para “luchar”, tanto a nivel motor como cardiovascular. El sentimiento de ira muchas veces va acompañado por el de enfado, y esta emoción está orientada a mostrar nuestra disconformidad ante la situación. Aunque la ira descontrolada genera malestar y debe abordarse, desde un punto de vista psicológico, lo cierto es que esta emoción también incluye una serie de funciones adaptativas, tales como:
- La organización y regulación de procesos internos, tanto de nuestro cuerpo como de nuestra mente.
- La regulación y construcción de relaciones interpersonales y sociales.
- Así, ¿cómo saber si tenemos problemas de ira y por lo tanto, requerimos de ayuda psicológica? Os damos algunas claves para averiguarlo.
¿Tengo problemas de ira?
Como te hemos explicado, sentir ira ante determinadas situaciones es algo normal e incluso esperado; entonces, ¿cómo saber si tengo problemas de ira? Ten en cuenta las siguientes señales:
- Experimentas rabia de forma muy frecuente, incluso ante situaciones que no ameritan que te enojes.
- Discutes frecuentemente con otras personas por diversas razones.
- Actúas de manera impulsiva cuando sientes ira.
- Puedes llegar a la violencia en momentos de ira, no solamente nos referimos a violencia física, sino también verbal.
- Sientes mucha irritabilidad, tienes muy poca paciencia y puedes ser muy hostil con las demás personas.
- En momentos en los que has experimentado mucha ira has llegado a golpear o romper objetos sin control.
- Has llegado a decir cosas de las que te arrepientes durante tus momentos de rabia.
- Tus relaciones interpersonales se han visto afectadas por tu ira.
- Sientes que tienes mucha rabia y que no puedes controlarla.
- Prefieres evitar ciertas situaciones en las que sabes que puedes tener estallidos de rabia.
Si has respondido afirmativamente a algunos de estos ítems es probable que tengas problemas del control de la ira. Esto no es algo por lo cual debas sentirte mal ni reprocharte, pero si es algo que te debe impulsar a solicitar la ayuda de personas calificadas para aprender a gestionar tus emociones.
Tratamientos psicológicos para la ira: técnicas o estrategias comunes
Dentro de los abordajes psicológicos existen una gran variedad de técnicas para el tratamiento de la ira, que varían en función de su enfoque, objetivos a trabajar, características de la persona, etc. Sin embargo, existen algunos cánones (técnicas, estrategias y/u objetivos) en común para cualquier tipo de terapia del control de la ira. Los extraemos de los tratamientos propuestos en el Manual de tratamientos psicológicos de Caballo (2002):
El autoconocimiento es la clave
Aprender a reconocer en ti mismo las señales que te indican que vas a tener un ataque de ira es fundamental para aprender a controlarla; por ello, en cualquier tipo de terapia se trabaja para ayudar al paciente a que aprenda a identificar las señales de alerta antes que nada (ese momento de “no retorno”, que nos lleva a enfadarnos en exceso).
Determinar la causa
En cualquier abordaje, uno de los puntos principales a trabajar es determinar cuál es la causa real de la ira.
Con esto no nos referimos a lo que sucede que hace que estalles, sino al trasfondo que la causa (esto implica aprender a diferenciar lo que nos sucede de lo que interpretamos que nos sucede).
Reconocer los detonadores
Por otro lado, es importante que aprendas a reconocer cuáles son las situaciones que hacen que tu ira se desencadene, y según estas, aprender a gestionarlas asertivamente.
Adquirir nuevas herramientas
Tener nuevas estrategias para actuar en los momentos en los que sientes ira te ayudará a manejar mejor la situación. Puede que se presente en situaciones que no puedas evitar, pero sí puedes cambiar la forma en la que lo afrontas.
La comunicación es importante
Aprender a comunicar lo que sientes de forma asertiva puede ayudarte a crear mejores estrategias para afrontar la ira.
Se trata de un trabajo continuo, pero que con el tiempo, notarás que te resulta mucho más fácil. Es importante aprender a hablar de forma respetuosa sin necesidad de llegar a ser agresivos.
No ignorar lo que sientes
Es importante que le prestes atención a la ira, y más si notas que tienes problemas para su control. Ten en cuenta que frecuentemente la rabia y los estallidos constantes de ira se relacionan con otros problemas psicológicos que pueden llegar a ser graves, como la depresión.
Si sientes que te cuesta controlar la ira, o que la experimentas con mucha frecuencia en tu vida, te animamos a solicitar ayuda profesional. Un psicólogo o psiquiatra podrá ayudarte a comprender lo que sientes, y te dará estrategias para gestionar estas situaciones de manera asertiva y saludable para ti.
Referencias:
- Caballo (2002). Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos. Madrid. Siglo XXI.