Un gran estereotipo que puede surgir cuando hablamos de trastornos alimentarios es pensar que es un padecimiento de mujeres ricas y delgadas. Este estereotipo cae con el mínimo análisis, y una reflexión más profunda nos lleva a preguntarnos cómo se manifiesta (si es que se manifiesta) en personas de escasos recursos y pertenecientes a comunidades marginadas.
Ser miembro de un hogar con acceso limitado a alimentos suficientes y nutritivos (inseguridad alimentaria severa) podría ser un factor importante en el desarrollo de trastornos alimentarios.
Un estudio realizado con personas que asistían a un banco de alimentos y que respondieron a cuestionarios sobre la gravedad de su inseguridad alimentaria, restricción dietética, síntomas de trastornos alimentarios, ansiedad y depresión, encontró que los participantes con niveles más severo de inseguridad alimentaria (es decir, hogares en los que había niños hambrientos, lo que presumiblemente significa que los adultos tienen aún más hambre) informaron niveles más altos de patología de TA, restricción de la dieta, ansiedad y depresión, que los participantes que tenían mayor acceso a comida (Black Becker, et al., 2019).
Estos hallazgos señalan la necesidad de crear intervenciones y servicios psicológicos apropiados para abordar los trastornos alimentarios en grupos marginados que podrían no ser capaces de seguir los tratamientos recomendados, como establecer un patrón regular de alimentación.
Referencia del estudio:
Black Becker, C., Middlemass, K. M., Gomez, F., Martinez-Abrego, A. (2019). Eating Disorder Pathology Among Individuals Living With Food Insecurity: A Replication Study. Clinical Psychological Science, 7(5), 1144-1158. https://doi.org/10.1177/2167702619851811
Fuente: Psychological Science