La evolución histórica de las terapias Cognitivas y Conductuales parece seguir, momento a momento, las oscilaciones delimitadas por la dialéctica Hegeliana. Existen tiempos de enormes tesis conceptuales y momentos de contra-propuestas antitéticas que decantan, progresivamente en síntesis superadoras.
Tal vez la intensidad de estos movimientos pendulares sea afectada por las pasiones propias del círculo hermenéutico y las paradojas del observador. Porque, al fin y al cabo: ¿No es en gran parte la psicología, aquella aventura propia de sujetos que intentan, mayoritariamente observarse a sí mismos, vale decir a las formas de funcionamiento de su propia especie?
A principios de los 50’, Frederic Skinner aportaría un mojón determinante para la psicología científica con la introducción del análisis funcional de las conductas. Se propondría una visión de la psicología como una ciencia que apuntaría a predecir y gobernar los comportamientos, en especial respecto a los de aquel ser capaz de tal predicción y gobierno: el ser humano. Por supuesto, que la vida de los genios tiene fecha de vencimiento y los desarrollos sobre el lenguaje y la cognición, definidos como comportamientos gobernados por reglas eran incipientes y en algún sentido, escasos para abordar la compleja fenomenología registrada en las consultas clínicas.
A principios de los 50’, Frederic Skinner aportaría un mojón determinante para la psicología científica con la introducción del análisis funcional de las conductas
El caldo de cultivo para el resurgimiento de propuestas mentalistas que intentaban ya sea elucidar la existencia de complejas estructuras innatas o el desarrollo evolutivo de esquemas intrapsíquicos, estaba servido. En el área de la aplicación clínica, la broma de dudoso gusto de un terapeuta corrosivo y genial, Albert Ellis, oficiaba como axioma antitético. La “B” correspondiente a las Behaviors (Conductas), en el A-B-C de Skinner referiría en cambio, para fines de los 50’ a las Beliefs (Creencias).
Pocos años después, un grupo de clínicos de Pensilvania, encabezados por el Dr. Aaron Beck, formalizaría la metodología Cognitivo Comportamental en protocolos de tratamiento manualizados más adecuados, por aquellos tiempos, al desarrollo de estudios controlados sobre eficacia.
Promediando la siguiente década, la cognición había reclamado el centro gravitatorio del funcionamiento humano y el estudio de las conductas y el contexto había sido subsumido a la finalidad de reestructurar las modalidades de asignación de significado por parte de los consultantes. Slogans grandilocuentes como “Revolución Cognitiva” denunciaban el costado político y marketinero inherente a cualquier teoría y metodología.
Quedaban, como siempre, innumerables interrogantes en el tintero. Los intentos de abordaje creciente de trastornos crónicos y poblaciones heterogéneas, destacaban las costuras y límites del postulado “sufrimos por el significado que otorgamos a los acontecimientos más que por los acontecimientos en sí mismos”. La importancia del aprendizaje de repertorios conductuales complejos que excedían la lógica verbal volvía a ser evidente. Las limitaciones del positivismo, propias del modelo médico, observado inicialmente por las terapias con base en la evidencia, daban lugar a preguntas inevitables: ¿Qué significaba “ser normal”? ¿Era posible la promesa de una vida racional? ¿La adecuación de las decisiones del ser humano estaba destinada a ser determinada por el razonamiento lógico y el contraste empírico de sus creencias y suposiciones?
A mediados de los 80´, para autores como Jerome Bruner, el aporte de la epistemología Constructivista era un proyecto de respuesta a estas problemáticas. Los organismos “lenguajeantes” eran re-considerados como constructores proactivos e idiosincrásicos del entorno y el acto del conocer habría de ser ampliado para incorporar a las emociones. Sin embargo, cierta alergia a la investigación, vicio frecuente a las teorías psicológicas de corte subjetivista, habría de limitar las buenas intenciones de estos emprendimientos.
LA cognición había reclamado el centro gravitatorio del funcionamiento humano y el estudio de las conductas
Para fines del siglo XX los avances, por una parte, en el tratamiento de trastornos crónicos, graves, complejos y por otra del desarrollo de nuevas investigaciones en ciencia básica sobre cognición y lenguaje, darían lugar a nuevas perspectivas teóricas y metodológicas que compartirían algunos rasgos notables: se recuperaría la importancia de las teorías contextuales y del aprendizaje en la conceptualización de los motivos de consulta, se incorporarían aportes de las filosofías budistas y de los postulados humanistas en el diseño de las intervenciones. La aceptación, las prácticas de meditación con conciencia plena, el análisis funcional de las cogniciones, emociones, acciones y el énfasis otorgado a la observación en perspectiva de las experiencias privadas, ejercerían fuerte impacto en la clínica psicoterapéutica.
Steven Hayes, un brillante investigador, terapeuta y comunicador, reabriría polémicas enriquecedoras a partir de un estratégico abordaje de las inevitables prácticas de marketing y dinámicas institucionales, inherentes a los desarrollos científicos. El slogan “Terapias Cognitivo Conductuales de Tercera Generación” ejercería un impacto profundo en el ámbito de la clínica psicológica. Y esta vez, la deconstrucción filosófica y técnica sería acompañada por crecientes esfuerzos de corroboración científica.
A posteriori de intensos enfrentamientos escolásticos, en la segunda década del siglo XXI, un nuevo momento de síntesis superadoras parece estar desarrollándose. A partir de conferencias y artículos conjuntos, Stefan Hofmann y Steven Hayes, relativizarían la iconoclasta marca registrada de la “Tercer Ola” para referirse, en cambio, a las múltiples Ramas propias de la Tradición Cognitivo Conductual.
Los autores señalan el impacto general que han ejercido estos desarrollos en las Terapias Basadas en la Evidencia: el objeto de estudio e intervención de las mismas se ha centrado, en los últimos años, en los procesos transdiagnósticos de cambio y su impacto bio-conductual. Así mismo, en diversas comunicaciones personales, han coincidido en la necesidad de cuestionar los criterios normativos en salud mental, en fomentar el desarrollo del funcionamiento global de los seres humanos y enfatizar las prácticas de la atención flexible, la aceptación y la compasión en la psicoterapia.
Numerosos interrogantes quedan por responder en el ámbito de la comunicación interdisciplinaria y transteórica, en el desarrollo de interfases entre las neurociencias y el estudio de la conducta humana y en la definición precisa de los gradientes de regulación y aceptación, adecuados a los diversos momentos de los procesos terapéuticos y las características de las diferentes poblaciones clínicas.
Numerosos interrogantes quedan por responder en el ámbito de la comunicación interdisciplinaria y transteórica
En lo personal, estos desarrollos impactan en mi propia autodefinición como uno de los tantos humildes, apasionados lectores y acaso diseminadores de la psicoterapia científica en nuestro sufrido contexto latinoamericano. He abandonado mi afán por la búsqueda de hipotéticos marcos integradores y abarcativos que pudiesen propiciar respuestas finales a las preguntas pendientes. Quizás el meta-modernismo y el creciente abordaje de la complejidad clínica nos hagan dudar, cada vez más, respecto a la viabilidad de los grandes relatos teóricos.
Me motiva más, en cambio, la creciente incorporación flexible de lentes y herramientas diversas, adecuadas a la idiosincrasia y necesidades de cada ser humano. En relación a un objeto de estudio tan complejo y auto-referencial, quizás la única coherencia posible sea la conceptualización de las personas como buscadores autónomos de significado, seres afectados y que afectan contextos dinámicos de aprendizaje y cuyas formas de estudio e intervención tengan la deferencia de sustentarse en la investigación científica. Y esto parece ser suficiente. O mejor dicho, dados los tiempos presentes de cambios múltiples y acelerados, por supuesto que esta pretensión es más que suficiente.
Referencias bibliográficas:
Ellis, A. (1995). Better, deeper, and more enduring brief therapy: The rational emotive behavior therapy approach. New York: Brunner/Mazel.
Hayes, S., Masuda, A. & De Mey (2003). Acceptance and Commitment Therapy and the Third Wave of Behavior Therapy. Gedragstherapie (Dutch Journal of Behavior Therapy), 2, 69-96.
Hayes, S. & Hoffman, S. (2017). La Tercera Ola de TCC y el Surgimiento de la Asistencia Basada en Procesos. Revista Psyciencia. Traducción de Fabián Maero. Recuperado el 3/11/2017 de https://www.psyciencia.com//por-que-es-importante-la-tercera-ola-un-articulo-de-steven-hayes-y-stefan-hofmann/
Semerari, A. (2000). Historia, Teorías y Técnicas de la Psicoterapia Cognitiva. Barcelona: Paidós
Torneke, N. (2010). Learning RFT: An Introduction to relational frame theory and its clinical aplications. Oakland: New Harbinger.