Mucho se ha hablado de la psicosis, muchos textos se han escrito durante generaciones de profesionales interesados en el tema desde que Emil Kraepelin conceptualizara la demencia precoz y desde que Eugen Bleuler le pusiese nombre a la esquizofrenia. Una vez entrado ya en buena parte el siglo XXI, resulta difícil asimilar cómo seguimos anclados en tratar de definir algo tan abstracto y complejo como es la “psicosis”.
La verdad es que cuando nos preguntan tampoco sabemos muy bien qué decir, o simplemente por dónde empezar. Lo único cierto que nos viene rápidamente a la cabeza es un concepto: “sufrimiento”. Y es que, sin sufrimiento, “no hay psicosis”. Un sufrimiento tan desgarrador, tan intenso y tan global que hace que se abandonen los sueños, se desvanezcan los anhelos, para entrar en una tenaz lucha contra los “molinos”, las marañas delirantes, así como contra los ecos y murmullos que hace que se pierda la dirección que define el camino de la vida. Y lo peor, no es solo el perder el rumbo hacia los valores, sino que este suele ir acompañado de una marca, un señalamiento por parte de la sociedad, de las instituciones, de las familias, e incluso de los profesionales que deben acompañarnos por nuestro viaje lleno de “hoyos y pantanos”, además de la propia visión tan nefasta que atrapa al individuo como “enfermo mental” con un atroz futuro lleno de sueños rotos.
Este estigma no solo atrapa a la persona que lo padece, se extiende también a los profesionales encargados de prestarles nuestro apoyo y atención, dividiéndonos en función de hipotéticas alteraciones o desequilibrio biológicos que aún lejos de esclarecerse, sesgan, evitan o desacreditan de forma sistemática cualquier otro quehacer científico y profesional que se aleje del modelo farmacocéntrico imperante. A mayor abundamiento, los profesionales hemos llegado a creer cual dogma de fe que la psicosis consiste únicamente en unos cuantos criterios manualizados y que lo sabemos todo ella, perdiendo de vista que estos mismos criterios han sido simplificados y consensuados bajo la influencia de poderosos intereses económicos.
Hemos olvidado que lo principal es escuchar a la persona, y que cada experiencia y vivencia psicótica es única y se configura en torno a las características, intereses, esperanzas y temores de cada persona en particular. La experiencia nos ha demostrado que, a pesar de insistir y persistir durante décadas en los mismos tratamientos, los resultados han dejado mucho que desear, por no decir que han seguido siendo casi los mismos. Lamentablemente la psicología no se libra de haber caído en la trampa del estigma en el abordaje de la psicosis, al haber comprado el mensaje de que la psicosis es una “enfermedad” cuyo abordaje sólo corresponde al psiquiatra y al fármaco, transmitiéndose desde las facultades de psicología el complejo de inferioridad, reduciendo a la persona a una sola dimensión, la de enfermo.
Los planes de estudios no recogen terapéuticas específicas, ni el desarrollo o formación de los estudiantes de psicología en la psicosis, más bien se toca tan de soslayo que recuerda a esos viajes en avión que al sobrevolar de noche una ciudad sólo permiten ver hileras de luces encendidas, sin saber cómo son sus gentes y sus calles, sin saber cómo es el aire que se respira, o como es su gastronomía. Por desgracia, esto se hereda de generación en generación de futuros psicólogos y en los planes o cursos de postgrados, el estudiante se suele encontrar con el profesional que reafirma el lugar secundario del psicólogo al abordar la psicosis, supeditado a la intervención del psiquiatra, con el único objetivo de abordar los aspectos de hábitos de higiene o de habilidades sociales, y no la psicosis ni sus diversos contenidos.
A pesar de que como sociedad hemos avanzado algo, como es el caso de la propia desinstitucionalización psiquiátrica, hoy en día, seguimos anclados en un abordaje que sólo prioriza el poder del fármaco, girando todo el sistema de forma ciega y sin filtro en torno a un “reparador químico” de una supuesta “enfermedad mental”.
Aquí es donde debemos detenernos en el camino del desarrollo histórico de la psicosis y de sus tratamientos para plantearnos…
¿Realmente hemos avanzado tan poco?
Quizá para entender y contestar mejor a todos los aspectos relacionados que esa pregunta abarca, deberíamos acudir a las enseñanzas de Thomas Kuhn en su obra “La estructura de las revoluciones científicas”. La respuesta es “no”; pero esto “no” es tan global que recoge un cambio de entendimiento de la propia psicosis.
Las nuevas perspectivas y abordajes que desde la psicología se han desarrollado en últimos años están generando un impacto de tales dimensiones que es posible que nos encontremos ante un cambio de paradigma a nivel mundial en el abordaje y conceptualización de la psicosis. Un cambio de paradigma hacia una dirección más humana, más cercana y centrada en los valores, que contribuya a desestigmatizar a la persona a y naturalizar su malestar.
A las propuestas que desde finales del siglo pasado han venido aplicando las terapias cognitivas, se han sumado nuevos modelos de abordaje y formas de “estar” en la psicosis como el Hearing Voices, el Diálogo Abierto, el Proyecto Ícaro… Desde nuestro país también han surgido destacados proyectos que fomentan el contacto con la vida y los valores en psicosis, como el Proyecto Inclúyete o nuevas de abordaje como la Atención Centrada en lo Importante para la Persona (ACIP).
Por lo tanto, en este cambio de paradigma tienen mucho que decir las modernas psicoterapias contextuales, también llamadas de tercera generación, en concreto la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT).
Desde esta perspectiva, próximamente verá la luz el primer manual en lengua española basado en ACT para la psicosis, donde participan más de 70 autores de reconocido prestigio nacional e internacional, procedentes desde los diferentes ámbitos encargados de prestar atención y cuidados a las personas con psicosis: la psicología académica y clínica, la psiquiatría y la enfermería especializada en salud mental. Entre los autores destacados que participan se pueden citar entre otros, figuras tan relevantes como: Dr. Eric Morris, Dr. Eduardo Fonseca-Pedrero, Dr. José Manuel García-Montes, Dr. Félix Inchausti, Dr. Adolfo Cangas. Dra. Francisca López Ríos, Dr. Marino Pérez, Dra. Bárbara Gil-Luciano, Dr. Bernard Guerin, Dr. José Barroso Ribal, Dr. Patxi Gil, D. Juan José Ruiz, Dr. Carlos Salgado, Dr. Luis Valero, Dr. Oscar Vallina…
El manual titulado Terapia de Aceptación y Compromiso en Psicosis. Aceptación y Recuperación por Niveles (ART) (Díaz-Garrido, Laffite, Zúñiga) saldrá a la venta en agosto publicado por la Editorial Pirámide.
Esta obra ofrece un modelo de abordaje integrador desde una posición contextual e introduce nuevas e innovadoras propuestas desde ACT como la Terapia de Aceptación y Recuperación por Niveles en Psicosis (Díaz-Garrido, Laffite y Zúñiga).
La terapia de aceptación y recuperación por niveles para la psicosis (ART) es un modelo contextual multidimensional, con vocación interdisciplinar y énfasis en la intervención psicoterapéutica. Está orientado hacia la recuperación de la funcionalidad y sus estrategias y procesos de intervención son adaptados en base al nivel de deterioro cognitivo y funcional de cada persona, incorporando elementos propios, así como algunos procedentes de otros modelos, que son reinterpretados desde una perspectiva contextual.
Entender la psicosis como un problema complejo que afecta a la persona en su globalidad y que requiere un tratamiento integral desde varios ámbitos, hace que desde ART se pongan en valor las diferentes profesiones que participan en los cuidados de la persona. Desde el facultativo responsable del caso, hasta la persona que limpia o prepara la comida, todos son tenidos en consideración, puesto que pueden formar parte del contexto de la persona y ser importantes para ella y su recuperación. Por lo tanto, ART aspira a la aplicación del modelo por parte de todos, tratando de garantizar la continuidad de cuidados a lo largo de todas las etapas de evolución de la psicosis y a lo largo de los diferentes contextos en los cuales reciba asistencia o tratamiento, dando sentido de unidad a la intervención.
Uno de los elementos centrales de ART supone la diferenciación de varios niveles de deterioro cognitivo, en función a los cuales se sustenta todo el entramado psicoterapéutico a aplicar. El “dialogismo contextual” en la intervención integral con la persona y la familia, estrategias propias como “la Espiral” para el trabajo con los delirios o la focalización en las voces entre otras estrategias, se suman a todo el armazón de ACT para que la persona se dirija hacia sus valores.
Los modelos psicoterapéuticos que reconocen a la persona, su capacidad para elegir sus metas, intereses, valores y su dirección de vida por encima de una etiqueta, han llegado para quedarse y para sumar en la recuperación de las personas en un momento en el que la psicología hace más falta que nunca.
Por:
- Dr. Juan Antonio Díaz Garrido, psicólogo especialista en psicología clínica.
- Horus Laffite Cabrera, psicólogo especialista en psicología clínica.
- Raquel Zúñiga Costa, psicóloga especialista en psicología clínica.