Hace más de medio siglo, el filósofo Martin Heidegger enseñaba que la tecnología no debería ser pensada sólo como una acumulación de dispositivos útiles que continuarían mejorando las cosas. Él creía que nuestras invenciones revelaban algo fundamental sobre nuestra existencia y por lo tanto necesitaban ser bien pensadas no sólo en un sentido técnico, sino también en uno filosófico. La pregunta no sólo debería ser qué puede hacer la tecnología por nosotros, sino también cómo trabajamos en relación a ella y cómo afecta esto a nuestro ser. Este es el primero de dos artículos que evaluarán el impacto de la tecnología en nuestro mundo psicológico. La primera parte debatirá su impacto en nuestra libertad y la segunda parte se enfocará en la creatividad.
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Cómo afectará la tecnología a la humanidad es una cuestión que, no hay dudas, es debatida desde la era de piedra, pero pocos habrían imaginado la extensión hasta la que ha llegado ahora, juega una parte en nuestra existencia cotidiana con el advenimiento de la tecnología informática y la edad digital. Algunas de las cosas que nos permite hacer son increíbles y la ciencia involucrada en producir dichas maravillas va más allá de la mayoría de nuestras capacidades de entendimiento. Sin embargo, tiene otro lado que quizás corra más profundo de lo que muchos de nosotros somos conscientes.
En su publicación de 1954, “El existencialismo y el Predicamento Moderno”, el autor alemán Friedrich Heinemann advirtió que la llegada de la ‘máquina de computadora ultra-veloz’ daría lugar a una ‘verdadera cuestión existencial’ sobre cómo podrían permanecer libres los seres humanos. En muchas formas, Heinemann tenía razón. Un aspecto de la tecnología moderna del cual imaginaría que la mayoría de nosotros es consciente, pero que somos incapaces de manejar, es el hecho de que la tecnología ha erosionado la privacidad personal. Al estar Online, nuestras vidas son bancos de información, incluso nuestra ubicación actual está registrada, es fácilmente accesible y rastreable. En efecto, nuestras vidas están entregadas, no sólo a otros individuos como nosotros, sino a un “ellos” impersonal a quienes no conocemos ni podemos localizar. Habiendo perdido la libertad de ser personas privadas, a sabiendas o no, emitimos una versión de nosotros mismos en el mundo digital sin saber realmente por qué, o quién es la audiencia real.
Tener la habilidad de comunicarnos instantáneamente y emitirnos a través de una variedad de plataformas está destinado a cambiar el modo en que funcionan nuestros cerebros y ha dado lugar a una cultura crecientemente narcisista. El acceso constante a estas plataformas está atrapando a las personas en hábitos que podrían llevar a comportamientos que tienen un impacto negativo en su forma de ser. De hecho, un estudio de la Universidad de West Illinois sobre narcisismo mostró que Facebook facilita grandemente los dos aspectos principales del narcisismo: abundante autopublicación y comportamiento explotador. Encontró que las personas con tendencias narcisistas eran más propensas a exhibir comportamiento antisocial en Facebook, como reaccionar enojados a comentarios negativos y publicar cosas que buscan la atención de los otros sin ofrecerla a cambio.
La pregunta no sólo debería ser qué puede hacer la tecnología por nosotros, sino también cómo trabajamos en relación a ella y cómo afecta esto a nuestro ser
La tecnología también ha redefinido nuestras expectativas, no sólo de lo que es posible, sino de lo que es razonable, llevando a un incremento de la impaciencia. El objetivo de la tecnología, hacer las cosas más rápidas y eficientes para que, como especie, podamos “hacer más” con nuestro tiempo, ha llevado a la gente a acostumbrarse a la gratificación instantánea. En mi experiencia, cuanto más desarrollado tecnológicamente está un país, más impacientes se vuelven las personas. Menos de veinte años atrás era difícilmente posible descargar un video online, ahora las muestras indican que la mayoría de los espectadores abandonan los videos si toman más de dos segundos en cargar. ¡Y cómo se enojan las personas cuando algo tecnológico funciona mal! Un corto retraso de un vuelo puede dar lugar a un gran berrinche por lo acostumbrados que estamos a ser capaces de sentarnos en una gran bala de metal con alas, en asientos que flotan en el cielo y llegar a nuestro destino al otro lado del mundo casi en el mismo minuto en que nuestras computadoras nos habían informado que lo haríamos seis meses antes cuando reservamos para volar en ese vehículo que desafía a la gravedad, solo al escribir nuestros nombres y unos pocos números en un pequeño aparato electrónico enganchado a una amplia red virtual que parece estar en todos lados y en ningún lugar al mismo tiempo.
Al hacer las cosas más rápidas y fáciles, al aumentar nuestras expectativas a un nivel nunca antes alcanzado, al hacernos menos pacientes y más narcisistas, ¿está la tecnología, por lo tanto, contribuyendo también a una erosión en la resiliencia emocional?
Hay estudios que sugieren que los adultos jóvenes universitarios están siendo menos resilientes y capaces de lidiar con la rigurosidad de los estudios posteriores y la vida independiente. Ahora, esto puede no estar directamente vinculado a la influencia de la tecnología, hay otros factores sociales involucrados aquí, por ejemplo, la salud, la cultura de seguridad y los padres y las escuelas que no le dan a sus niños la libertad de fallar. Pero el objetivo primordial de todo esto, pareciera ser hacer las cosas más seguras y fáciles. Si nuestra tecnología contribuye a hacer las cosas más seguras y fáciles, ¿está contribuyendo a criar una generación de personas jóvenes con aversión al riesgo e incapaces de hacer cosas por ellos mismos? ¿Cómo impacta esto en su libertad para tomar riesgos, conocer sus propios límites y desarrollar resiliencia en miras a alcanzar sus metas?
Sumado a esto, el modo en que está diseñada nuestra tecnología, para estar disponible en todo momento, también está contribuyendo a una inhabilidad para concentrarse por periodos sostenidos de tiempo. Una investigación en estudiantes de secundario de California muestra un promedio de lapso de concentración de alrededor de 3 minutos. El acceso constante a más medios instantáneamente gratificantes, interrupciones constantes cada una con su propia alarma de notificación vienen desde el éter para sacar el enfoque de la mente de la tarea que se está realizando. La solución obvia es apagar todo, que es algo que hago cuando necesito concentrarme por periodos extensos; sin embargo, con el 75% de las personas jóvenes diciendo que ellos no podrían vivir sin las redes sociales, en una cultura donde el miedo a perderse de algo lo impregna todo, ¿cuántas personas toman la medida necesario y se aislan el tiempo suficiente para no distraerse de la tarea que están realizando? ¿Qué costo tiene el estar online y disponible todo el tiempo en términos de nuestra propia productividad y habilidad de alcanzar nuestras metas? ¿Cómo nos hace sentir cuando parece que hemos estado trabajando por horas y que hemos hecho tan poco? ¿Cómo impacta esto, a largo plazo, en nuestra salud mental?
Puede que incluso llegue a ser más profundo que todas las cosas que he señalado hasta ahora. En su fantástico y corto libro “El coraje de crear”, el psicólogo americano Rollo May, analiza el asunto desde una perspectiva incluso más amplia:
“El peligro siempre existe de que nuestra tecnología servirá como tope entre nosotros y la naturaleza, un obstáculo entre nosotros y las dimensiones más profundas de nuestra propia experiencia(…)”
El modo en que está diseñada nuestra tecnología, para estar disponible en todo momento, también está contribuyendo a una inhabilidad para concentrarse por periodos sostenidos de tiempo
La barrera entre nosotros y la naturaleza es cada vez más aparente a nivel planetario. Pero incluso a nivel individual, subjetivo, muy a menudo, aún estando afuera en un hermoso entorno natural, vemos cámaras o celulares en las manos de las personas manteniendo esa barrera entre el sujeto y el objeto. En lugar de vivir el momento maravillándose por el mundo natural, tiene que ser capturado, almacenado, compartido y comentado, en busca de aprobación.
No es solo poner barreras entre nosotros y la naturaleza en el sentido geográfico natural, sino también en la interacción cara a cara con otros miembros de nuestras especies. Porque nosotros también somos parte de la naturaleza, aunque por momentos parece que hemos olvidado ese hecho. En otro estudio realizado por la Universidad de Berkeley, niñas de entre 8 y 12 años que pasaron más tiempo que sus pares utilizando tecnología digital en vez de interactuar con el ambiente que las rodeaba, reportaron mayor dificultad para socializar y por lo tanto menor autoestima. ¿Qué hacen los límites a su libertad de alcanzar su potencial, que impone que ya estén experimentando ansiedad social y baja autoestima a tal edad? ¿Cómo pueden esperar acceder cabalmente a las dimensiones más profundas de la experiencia humana si las interacciones sociales superficiales ya les representan un desafío?
No me entiendan mal, la tecnología es una publicidad fascinante del logro humano y del potencial de la mente humana. No es algo malo en sí mismo. Sin embargo, es esencial que encontremos formas de usar la tecnología que ayuden a acentuar nuestra experiencia de vida y nuestra libertad y no a actuar como una barrera para una existencia saludable, realizada. Tal es el aumento de las condiciones como TDAH entre niños viviendo vidas estériles en frente de pantallas que incluso un grupo de padres preocupados en el Reino Unido han formado un proyecto, The Wild Thing Project, que utiliza la tecnología de manera constructiva para ayudar a los niños y familias a volver afuera por el beneficios de su bienestar. Los padres pueden descargar una app donde registran el tiempo que pasan al aire libre en entornos naturales; también pueden acceder a muchos juegos divertidos para los niños que no involucran pantallas; ¡incluso los anima a trepar árboles!
Esto es solo un ejemplo de las innumerables posibilidades que tenemos cuando la tecnología es usada para el bien. Es responsabilidad de todos asegurarnos de tomar compromiso y control sobre nuestro uso de la tecnología de manera que examinemos el impacto que está teniendo en nosotros y nuestras familias.
La tecnología que usamos debería ser una extensión de nuestras conciencias y la deberíamos utilizar para maximizar nuestras posibilidades, no disminuirlas. La disponibilidad inmediata de ciertas tecnologías hace esto difícil, pero nosotros tenemos la libertad de retroceder, evaluar y reevaluar el rol que va a jugar en nuestras vidas y deberíamos asegurarnos de que sea un rol constructivo.
Imagen: Sean DuBois en Unsplash
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