Una de las noticias que, actualmente, conmueve al mundo entero es la aplicación de políticas extremas de “tolerancia cero” respecto de los inmigrantes por parte del gobierno de Estados Unidos. Hemos leído, visto y escuchado cómo los niños (de cualquier edad) son separados de sus familias y alojados en campamentos del gobierno, refugios, o casas de acogida temporal.
https://youtu.be/PoncXfYBAVI
Estos niños también son sometidos a audiencias ante un juez y contra un abogado del Estado que los acusa de ingresar de manera ilegal a EEUU, con el pequeño detalle de que los niños no cuentan con la asesoría o acompañamiento de un abogado defensor… y muchas veces tampoco cuentan con la capacidad de comprender lo que está sucediendo (sobra decir que no se encuentran acompañados por algún adulto de su familia, pues de ellos fueron separados previamente). Sin embargo, esto no es óbice para que el Estado los juzgue y decida sobre sus vidas.
https://youtu.be/33-pIzaxzqk
Muchos profesionales de la salud se están ocupando de hacer saber el impacto que tiene en los niños someterlos a situaciones de gran estrés, como lo es la separación de sus familias que ocurre en la frontera estadounidense, y que puede durar semanas e incluso meses.
La pediatra Marsha Griffin, de Texas, quien visitó varios centros de detención para niños, explica cómo el hecho de separar a los niños de sus padres y dejarlos sólos impacta en ellos a nivel orgánico: los niños se encuentran indefensos, sin nadie que los proteja ante una situación de terror abrumador e incertidumbre, por lo que entran en el modo “volar o pelear”, y la epinefrina y todas las hormonas del estrés inundan sus sistemas, y esta situación provoca efectos en su salud física y mental que incluso se manifiestan a largo plazo, aunque los pequeños hayan sido reunidos con sus familias.
Pero el mayor peligro de separar a los niños de sus familias no es el estrés psicológico, sino la bomba de tiempo biológica, dice Daniel R. Weinberger, director del Instituto Lieber para el Desarrollo del Cerebro y los Laboratorios de Investigación Maltz de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, donde los científicos estudian cómo los genes y el factor ambiental dan forma al desarrollo del cerebro humano. “Los gritos y llantos, la angustia y desolación son desgarradores. Pero las consecuencias palidecen en comparación con los efectos menos visibles a largo plazo que son más siniestros y peligrosos.”
Separar a los niños de sus familias, en un país desconocido, entre extraños, causa experiencias del estrés más extremo que un niño puede vivir. Y esto causa cambios profundos e irreversibles en el modo en que su ADN está empaquetado y qué genes están activados y desactivados en las células del cuerpo, en órganos como el páncreas, pulmones, corazón y cerebro, llevando a cambios de por vida en su estructura y función.
Estudios muestran que sufrir estrés temprano en la vida altera la forma en que está empaquetado el ADN, lo que hace que las células funcionen de manera diferente a su mandato original.
La forma en que el ADN, el plano de la vida, está empaquetado en las células determina cómo funcionan estas. Virtualmente, cada célula en el cuerpo tiene el mismo ADN, porque todas son descendientes de aquel primer óvulo fecundado. Pero las células hepáticas saben que no son pulmonares, y éstas saben que no son células cerebrales. Cómo “saben” esto las células tiene que ver con la forma en que están empaquetadas, un proceso llamado “epigenética.”
El ADN está organizado en un paquete de proteínas complicado, que actúa como aislamiento, protegiendo la cadena de AND. El aislamiento determina qué genes se activan para hacer las proteínas que requiere cada célula en particular. Entre la variedad de órganos y tejidos, el empaquetamiento del ADN varía (células hepáticas, células pulmonares, etc.) permitiendo que cada célula tenga una colección única de proteínas.
Estudios de niñas y niños que han experimentado gran estrés en su niñez temprana revelaron que la disfunción en muchos órganos en el cuerpo años después del evento estresante, aumentó el riesgo de enfermedades del corazón, de los pulmones, alta presión sanguínea, diabetes, rendimiento escolar pobre, abuso de drogas y enfermedades mentales. Científicos han mostrado recientemente que la sensibilidad del empaquetamiento del ADN al estrés ambiental es mayor durante los primeros cinco años de vida que todo el resto de la vida combinado.
Harry Harlow, psicólogo de la Universidad de Wisconsin, realizó una serie de estudios controversiales en la década del ‘50 en monos bebés que fueron aislados de sus madres por algunos meses (una situación similar al periodo de separación experimentado por niños y niñas inmigrantes en la frontera estadounidense). Los monos bebés de Harlow estuvieron profundamente perturbados por el resto de sus vidas. Cuando los monos alcanzaron la adultez, estudios revelaron alteraciones significativas en la estructura y química de sus cerebros.
Una investigación en orfanatos rumanos enfocadas en niños humanos criados sin contención parental también mostró incrementos significativos en la frecuencia de discapacidades psicológicas y sociales más tarde en la vida así como enfermedades médicas y cambios en la anatomía del cerebro.
Quizás el estudio más conocido sobre este asunto fue el realizado con niños criados en orfanatos rumanos en los años 1980 y 1990. Nathan Fox de la Universidad de Maryland, Charles Nelson de Harvard y Charles Zeanah de Tulane, en su libro “Romania’s Abandoned Children: Deprivation, Brain Development, and the Struggle for Recovery,” documentaron el devastador impacto de las instituciones en los infantes privados de apoyo emocional parental. Sumado a profundos problemas comportamentales e individuales, los cerebros de estos niños mostraron disminución del crecimiento una década después.
¿Cómo puede el estrés provocar esto? El estrés causa una reacción biológica en el cuerpo, que incluye incrementar la cantidad de cortisol, la llamada “hormona del estrés.” Pero también incrementa la producción de varias proteínas relacionadas con la inflamación. En caso de infección, estas proteínas inflamatorias son centinelas que ayudan a proteger el cuerpo contra agentes infecciosos. Pero en ausencia de infección pueden dañar al organismo. ¿Cómo? Metiéndose en las células y cambiando el empaquetado del ADN. La separación forzada de los propios padres especialmente en circunstancias desconocidas es una forma extrema de estrés infantil que causa que las hormonas del estrés alteren el empaquetado de ADN, transformando el comportamiento de la célula.
Parte de cómo se reempaqueta el ADN es permanente, y las células involucradas avanzan en la vida en un estado alterado, lo cual las hace hipersusceptibles a una miríada de otros problemas médicos y de estrés.
Los científicos saben cuán peligrosamente tóxico es el estrés (adversidad severa, prolongada o repetitiva con la falta del apoyo adecuado de un adulto) para los niños, porque saben cómo daña y modifica el ADN en sus células. Ahora lo sabemos también nosotros. Daniel R. Weinberger reflexiona: “cuanto más tiempo tarden las autoridades en reunir a estos niños con sus familias, más responsables somos como país por violar sus ADNs y por causarles enfermedades físicas y psicológicas de por vida.”
De la misma forma somos responsables los habitantes del mundo espectador si nos quedamos pasivos ante estos acontecimientos.
Fuente: The Conversation
1 comentario
Muy interesante este articulo sobre “Sufrir estrés extremo en la niñez es tóxico para el ADN” y resulta bastante preocupante, por que si bien los ojos del mundo se han focalizado en el problema de los niños separados de sus padres por asuntos migratorios. Creo que lamentablemente el mundo entero tiene una gama de causas que pueden generar estrés extremo en los niños y es muy probable que dentro del mismo México exista. Sin ir mas lejos, en mi país Venezuela, los niños estan sufriendo muchísimo por la situación política y económica que padecemos, al punto de que la proyección para una próxima generación de Vzlanos, es que tengan una carga genética empobrecida por efectos del hambre y carencias de todo tipo que sufren nuestros niños (buena fuente para estos datos @susanaraffalli). Los niños han sido victimas del hambre y la violencia durante los últimos años, al punto que nuestra mortalidad infantil es muy considerable y los que sobrevivan a esto, serán afectados de forma irreversible en todas sus capacidades.
Apegándome a esta maravillosa premisa “De la misma forma somos responsables los habitantes del mundo espectador si nos quedamos pasivos ante estos acontecimientos.” invito al mundo a que mueva su mirada y emprenda acciones humanitaria en otras latitudes, donde los problemas son tan graves o mas graves y son dignos de estudio. Venezuela era un país muy rico y prometedor y ahora esta convertida en un “campo de concentración” donde la mayor de la población vive con hambre, sin medicinas, con desesperanza aprendida, ansiedad y estrés crónico.
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