El pasado 30 de enero murió, a los 95 años, Stewart Adams, el investigador que inventó uno de los medicamentos más consumidos del mundo. Manuel Ansede escribió un muy buen obituario con detalles de la juventud de Adams y el proceso que atravesó para lograr el invento que alivia el sufrimiento de millones de personas en el mundo:
“¿Quién podría haber previsto hace más de 35 años que al buscar un medicamento para el tratamiento de la artritis reumatoide aparecería un vínculo entre las quemaduras solares en las cobayas, el dolor de cabeza, el dolor de muelas y el dolor menstrual?”, se preguntó el propio Adams en 1992, en la publicación The Journal of Clinical Pharmacology. Se suele decir que la búsqueda de fármacos es un campo de minas y hay que tener suerte para no sucumbir por el camino. Pero Adams prefería recordar una frase del químico francés Louis Pasteur: “La suerte solo favorece a la mente preparada”. Hoy, las ventas anuales de ibuprofeno en el mundo alcanzan los 3.000 millones de dólares, según los cálculos de Rainsford. En 1987, aquel hombre que había abandonado los estudios a los 16 años fue nombrado oficial de la Orden del Imperio Británico.