El consumismo hace referencia a la adquisición desmedida de bienes y servicios, fenómeno que impacta tanto en los recursos naturales, económicos como subjetivos, a la par que permite equiparar consumo con bienestar y felicidad global.
Este modo de consumir comienza a desplegar sus raíces allá por los comienzos del Siglo XX, como consecuencia directa del capitalismo y de la mercadotecnia, cuyo real objetivo reside en crear nuevas necesidades en el consumidor, aumentando la demanda y con ellas las ventas.
De esto se desprende el desarrollo de una “sociedad de consumo” en la que es frecuente toparnos con una suerte de adicción a la compra de productos que parecieran garantizarnos felicidad.
¿Qué nos hace creer que esa felicidad es posible?. Noam Chomsky en su libro “Ilusiones Necesarias” nos alerta acerca del papel de los medios de comunicación al “prestar servicio a los intereses del poder estatal y empresarial”, colaborando con el despliegue de una sociedad adoctrinada en el marco de una la lógica empresarial y bajo la palabra del estado, escenario que propicia una particular configuración psíquica según la cual cualquier objeto podría colmar nuestro deseo, esa falta estructural subjetiva y a partir de lo cual lo único que prima es la satisfacción personal.
Sin embargo, es sabido que ello es imposible, lo cual es un punto a favor para las empresas y el estado en tanto pueden seguir haciéndonos creer que en algún lugar ese objeto aparecerá, y hasta entonces comprar, probar y consumir no les viene nada mal para seguir sosteniendo el orden establecido.
El hombre “ha llegado a ser el gran lactante, siempre a la espera de algo y siempre decepcionado”
El lugar de los discursos de los mass media y la publicidad es rector en el marco de una sociedad desorientada que no sabe ni a quién ni a qué recurrir para ser feliz, pareciendo que el ser dependiera del tener.
Kenneth Gergen nos orienta en este punto al hablar de la “Personalidad pastiche” en el sentido de un sujeto fragmentado y escindido por la multiplicidad de discursos que lo atraviesan junto a un incremento de estímulos en una red de conexiones sociales que lo consumen, provocando un estado de aturdimiento y atontamiento.
El remplazo de la educación por la información manipulada y despedazada según intereses gesta datos que caen en bloque y que son receptados pasivamente, sin lugar a la reflexión subjetiva, creándose con ella una demanda antes que siquiera se plantee una oferta.
Es curioso cómo incluso esa demanda se instala como un imperativo categórico de carácter inmediato, volviéndose necesario que todo se haga ya. Erich Fromm, por su parte, sostiene que el hombre “ha llegado a ser el gran lactante, siempre a la espera de algo y siempre decepcionado”; un bebé que no puede aguardar ni un segundo para satisfacer sus “necesidades”, que debe adquirir en la inmediatez aquello que lo calme.
El hombre ha dejado de ser un homo-sapiens que ahorra y se planea en el futuro, para pasar a ser un homo-consumens. Pareciera que de otro modo no encontraría lugar su ser ni el pertenecer, siendo que en esta era del consumismo quien no consume, está fuera de la sociedad; no es.
En este contexto el rol del psicólogo consistirá en colaborar con la sociedad para que deje de ser una institución hablada por el discurso del consumismo, y tome las riendas impidiendo que la inmediatez y lo descartable produzca personalidades desechables.
Como dijo Erich Fromm:
“La producción económica no debe ser un fin en sí mismo, sino solamente un medio para una vida humanamente más rica. Será una sociedad en la que el hombre será mucho, no una sociedad en la que el hombre tendrá mucho, o consumirá mucho. Habrá de crear las condiciones para el hombre productivo, no para el Homo Consumens ni para el Homo Technicus, el hombre rodeado de artilugios”.
Corresponderá a nuestra disciplina volver a remplazar el tener por el ser. Que los sujetos empiecen a ganar por lo que valen y no valer por lo que ganan. Que dejen de ser lo que tienen, y pasen a tenerse.
El hombre ha dejado de ser un homo-sapiens que ahorra y se planea en el futuro, para pasar a ser un homo-consumens.
Según lo entiendo, acompañarlos en este proceso de echar luz sobre lo establecido, de dilucidar y analizar los discursos cotidianos y de abrir la posibilidad de elección, es incumbencia de la psicología tanto como de cualquier otro profesional.
Bibliografía consultada:
- Chomsky, Noam. (1992) Ilusiones necesarias. Control del pensamiento en las sociedades democráticas. Ed. Libertarias.
- Fromm, Erich (1992) Del tener al ser. Barcelona. Paidos.
- Fromm, Erich. (2007) El humanismo como utopía real, la fe en el hombre. Buenos Aires. Paidos.
- Gergen, Kenneth J. (2006): El Yo Saturado: Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. Bs.As. Paidos.
- Lipovetsky, Gilles (2007) La felicidad paradójica: Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo. Barcelona, Ed. Anagrama.
- Lipovetsky, Gilles. (1986) La era del vacío: Ensayo sobre el individualismo contemporáne.o Barcelona. Ed Anagrama.
- Lipovetsky, Gilles. (2004) El imperio de lo efímero: La moda y su destino en las sociedades modernas Ed Anagrama.
Imagen: Betazeta