Descrito por primera vez por la Dra. Pauline Rose Clance en la década de 1980, el fenómeno impostor (FI) es un conjunto de síntomas que causan un profundo sufrimiento. Las personas con FI son de alto rendimiento, objetivamente exitosas pero no ellas pueden sentirlo. Creen que son fraudes y que serán descubiertas. Atribuyen su éxito a la suerte y no a sus propios talentos. Incluso cuando son elogiados, descuentan ese elogio, creyendo que no lo merecen. “Si la gente realmente supiera,” se dicen, “verían que no soy inteligente después de todo” (Clance, 1985).
Los padres tienen un gran impacto en la formación del fenómeno impostor en sus hijos. Cuando la Dra. Clance se reunió con pacientes adultos, los mensajes que sus padres les enviaron en la infancia fueron el factor incitante para crear sentimientos de fraude cuando eran niños.
El primer mensaje es simplemente la crítica. En este tipo de familia que causa FI, los niños escuchan principalmente críticas. Cuando esto sucede de manera constante, lo que escucha habitualmente el niño son las razones por las que no es perfecto, y aprende que nada más importa. Lo que los padres notan sobre el niño es cualquier desviación de un estándar inalcanzable.
La Dra. Suzanne Lawry, psicóloga de la Universidad Estatal de Georgia, señaló que el perfeccionismo está asociado con el fenómeno impostor, pero no es lo mismo. Muchos perfeccionistas terminan teniendo bajo rendimiento, eligiendo trabajos menos desafiantes que pueden hacer perfectamente. Por el contrario, las personas con fenómeno impostor son perfeccionistas con éxito comprobado y aún así se sienten como fraudes. “Sabemos que los mensajes ambivalentes sobre lo que es el éxito hacen que las personas tengan FI”, explica la Dra. Lawry. “Los entornos críticos, los entornos competitivos lo configuran.”
Pero hay un método más suave por el cual las familias crean sentimientos impostores en sus hijos: elogios generales sin detalles. Cuando los padres dicen cosas superlativas sobre sus hijos pero no se centran en detalles, crean estándares imposibles. “¡Eres el niño más inteligente del mundo! ¡Eres el mejor chico de tu escuela en matemáticas! ¡Eres el artista más talentoso de todos los tiempos! ”Los padres que elogian de esta manera envían el mensaje de que esperan el mundo de un niño, y sus hijos sienten la presión. Muchos padres dicen a sus hijos que pueden hacer cualquier cosa que quieran en el mundo, pero en realidad no siempre pueden hacerlo todo, hay cuestiones con las que tienen problemas, y luego sienten vergüenza. Como resultado, muchos ocultan buenos -pero no perfectos- logros, porque no quieren que sus padres sepan que no han podido con todo.
El comportamiento de esconder fallas, o incluso éxitos que no son lo suficientemente buenos, comienza a crear una sensación de falta de autenticidad en el niño. Cuando un niño siempre muestra lo mejor de sí mismo y oculta todo lo demás, ese niño comenzará a sentirse como un fraude.
¿Qué pueden hacer los padres para prevenir el síndrome del impostor en sus hijos?
La Dra. Clance señala que es muy importante ver lo que los niños están haciendo bien y escuchar lo que piensan que están haciendo bien. Y luego escuchar lo que es difícil para ellos también.
Ayudarlos a obtener una imagen más realista de lo que pueden y no pueden hacer, con aliento. Pero sin decir que pueden hacer lo que quieran. Ayudarlos a que piensen qué hacen bien, con qué tienen problemas, qué pueden hacer para mejorar en aquello con lo que tienen problemas.
El antídoto a la perfección es un estándar “suficientemente bueno,” y esto puede no ser sencillo para algunos. Nuestra ansiedad a menudo nos hace sentir que los errores conllevan riesgos o nos hacen menos. Pero los padres que enseñan a un niño a ver los errores como trabajos en progreso, en lugar de como resultados finales, alivian esa ansiedad. “Ayudar a los niños a reconocer una falla no es el problema; la mayoría de las veces podés compensar eso,” dice la Dra. Clance. Cuando una persona entiende sus propios errores como evidencia de que está intentando y aprendiendo, es difícil convencerla de que es una especie de impostor.
Además de enfrentar los errores, elogiar los detalles también es importante. “Noté que despejaste tu plato después de la cena sin que te lo pidiera. ¡Eso fue genial!” Alabar el esfuerzo, no el resultado, es una excelente manera de construir la confianza de un niño. Por ejemplo, “noté que invertiste mucho tiempo y esfuerzo en ese dibujo. Veo que usaste muchos colores diferentes. ¿Me lo contás sobre él, por favor?
Escuchar de manera genuina es otra de las formas en que los niños se sienten vistos y, claro, escuchados. Eso es lo opuesto a cómo se sienten las personas con FI, que se esconden detrás de una máscara.
En general, la sensación que siente el niño de ser amado y cuidado es lo que marca la diferencia, concluye la Dra. Clance.
Referencia bibliográfica:
Clance, P. R. (1985). The impostor phenomenon: overcoming the fear that haunts your success. Recuperado de https://books.google.com/books/about/The_impostor_phenomenon.html?hl=&id=hhQRAQAAIAAJ
Fuente: Psychology Today