La medicina ha experimentado avances espectaculares en las últimas décadas. Sin embargo, muchas de las tecnologías y procedimientos que emplea dependen, en última instancia, del factor humano. Y no hay nada más humano que cometer errores. En particular, una fase del protocolo médico habitual, el diagnóstico, podría ser especialmente sensible a las equivocaciones, con consecuencias que se extienden al tratamiento subsecuente de la enfermedad.
Según reportan Phua y Tan (2013) en un artículo reciente de revisión sobre este tema, la tasa de errores diagnósticos se sitúa entre el 0.6% y el 12%, con algunas estimaciones que llegan al 15%; además, la tasa de efectos médicos indeseados cuando se cometen estos errores se situaría entre el 6.9% y el 17%. Para tratar de evitar, o al menos paliar, este problema parece necesario comprender con detalle cómo opera el profesional sanitario a la hora de emitir un diagnóstico, aspecto en el que la psicología cognitiva puede realizar una interesante aportación.
Basándose en algunos de los hallazgos de esta disciplina, Phua y Tan (2013) nos ofrecen una buena imagen de la toma de decisiones en la clínica. El proceso diagnóstico tiene, en esencia, un doble objetivo: determinar cuál es la enfermedad del paciente a partir del conjunto de síntomas que éste presenta y descartar posibles diagnósticos alternativos. Es un proceso ciertamente complejo que en gran medida se asemeja a una labor detectivesca. Y de hecho así suele ser en el caso de los profesionales menos experimentados, que utilizarían principalmente lo que se conoce como Sistema 2 de pensamiento.
La tasa de errores diagnósticos se sitúa entre el 0.6% y el 12%
Esta forma de procesar la información es reflexiva, analítica, racional, y supone la aplicación del método hipotético-deductivo a cada caso concreto… a partir de los indicios que el médico observa, genera hipótesis sobre los posibles diagnósticos alternativos que podrían encajar con los síntomas y, a partir de ahí, mediante pruebas, tests y análisis de diversos tipos, va descartando la presencia de enfermedades y encaminándose a “descubrir” qué hay tras las dolencias del paciente. Es un procedimiento altamente sistemático, pero que tiene como contrapartida un alto consumo de recursos cognitivos… además de necesitar más tiempo. Los clínicos con una amplia experiencia parecen emplear más habitualmente, sin embargo, el Sistema 1 de procesamiento cognitivo, que es intuitivo, automático, y menos demandante en términos cognitivos, además de más rápido. Básicamente, este sistema recurre al uso de “heurísticos” o “atajos cognitivos”, y trata de ver en qué medida los síntomas del paciente se ajustan a los patrones, guiones y prototipos sobre enfermedades que el profesional tiene almacenados en su memoria. Obviamente, esta forma de proceder requiere haber atesorado previamente una amplia experiencia sobre casos y enfermedades, que dotaría al profesional –como se dice habitualmente- con un buen “ojo clínico”.
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Imagen: FoxNews