Dado el origen multifactorial de la depresión y la ansiedad, y las ambigüedades inherentes al diagnóstico y tratamiento psiquiátrico, muchos cuestionan si el consumo masivo de ISRSs responde a la sobremedicalización de la sociedad. Así lo expresó recientemente el Ministro de salud del Reino Unido, Lord Warner, en una audiencia: “… Estoy preocupado porque algunas veces, como sociedad, queremos etiquetar cosas que son meramente parte integral de la condición humana”. El Ministro continuó diciendo: “En el caso particular de la depresión, le solicitamos al Instituto Nacional para la Excelencia Clínica (National Institute for Clinical Excellence) – una organización de salud independiente que provee directrices sobre tratamiento y prevención – que hiciese investigación en esta área en particular.
La recomendación del Instituto fue que no se debía tratar farmacológicamente la depresión moderada” . Las compañías farmacéuticas, en sus campañas publicitarias, quisieron neutralizar a los consumidores que tenían las mismas opiniones acerca de la sobremedicación que el Lord Warner. Por ejemplo, en los anuncios televisivos de Pfizer sobre el antidepresivo sertralina (Zoloft) se informa que la depresión es un problema médico serio que puede deberse a un desequilibrio químico “que Zoloft puede corregir”. Otras campañas publicitarias de ISRSs también resaltan que la depresión se debe a un desequilibrio en los niveles de un neurotransmisor, la serotonina, y dicen que los ISRSs corrigen estos problemas.
La pregunta es: ¿Hay coherencia entre lo que se argumenta en los anuncios y la evidencia científica?
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Autores: Jeffrey R. Lacasse y Jonathan Leo
Artículo original: PLoS Medicine – November 8, 2005