El origen del término adolescencia:
La categoría “adolescencia”, tal como varios de los conceptos que actualmente utilizamos, no existe desde siempre sino que hace su aparición en el contexto de una revolución Industrial, suceso histórico que implicaba la necesidad de un perfeccionamiento en la mano de obra en pos de ejecutar productos en mayores cantidades y obtener avances e ingresos económicos más grandes.
¿Qué sucedía por aquél entonces?; sólo los más aptos sobrevivían, por lo que no era extraño que fuera por la vía de la educación que se esperara a un futuro adulto capitalista, es decir; productor.
Por medio de un sistema escolar obligatorio, la educación fue un punto de anclaje para el mundo moderno y occidental. En este marco, la noción de adolescencia fue necesaria ya que prolonga la dependencia, la socialización y el aprendizaje, posponiendo así el ingreso de los jóvenes a la edad adulta, al matrimonio y al mercado laboral.
Por vez primera comienza a trazarse lentamente una brecha entre el niño y el adulto, siendo responsabilidad del adolescente prepararse para el futuro.
¿De qué hablamos hoy cuando hablamos de adolescencia?
En un recorrido por diversos diccionarios, nos topamos rápidamente con una mirada evolucionista, positivista, y linealista del término, haciendo referencia por sobre todo al costado biológico; el desarrollo corporal de quien transita este proceso. Por otra parte, hay quienes han sumado un granito de arena apostando por una vertiente un tanto más ligada a lo psicológico haciendo hincapié en la raíz “adolescer”, marcando el padecimiento de estos particulares sujetos.
Sin embargo, desde entrada adelantamos que si bien la adolescencia es un momento clave y que sin lugar a dudas trae aparejadas dificultades y sentimientos contradictorios, a diferencia de la pubertad que es una etapa de perturbación, la adolescencia es una fase detramitación de todos estos cambios.
Los cambios en la adolescencia:
Tramitar los cambios no quiere decir, por supuesto, que sea algo sencillo para nadie, y mucho menos para alguien que tiene que enfrentarse a más de una pérdida.
Se dice que el duelo duele, y el adolescente sin lugar a dudas atraviesa más de un duelo ya que se enfrenta con puros cambios, de ahí que también sufre.
Por un lado; el adolescente representa lo joven, lo bello, lo puro, una bendición, lo eterno, lo envidiable, pero por el otro; también es sinónimo de crisis, de angustia, de dolor.
Veamos cuáles son esos cambios llamativos;
Lo que antes parecía algo muy lejano; la muerte, se transforma en una posibilidad y en tanto tal angustia, ya que la muerte no es nada más ni nada menos que la evidencia de que somos seres limitados, finitos.
Por otra parte, también aquellos placeres que eran parte del mundo sexual adulto pasan a ocupar su lugar en las preocupaciones y actos de los adolescentes. Ese cuerpo que hasta ahora era pensado solamente como parte de uno mismo empieza a descubrir algunas sensaciones ante un otro, eso lo confunde porque aun no conoce todo su funcionamiento, también le atrae y le provoca dudas.
Si hasta ahora era fulano de tal a quien le gustaba esto, esto y esto, y se juntaba con X,Z e Y, las características que lo sostenían conformando cierta identidad comienzan a revolucionarse, se suman nuevos roles y con ellos una nueva visión de sí mismo, lo que resulta algo trabajoso en tanto implica hacer el duelo por el que solía ser, es decir; el duelo por el niño que era y el duelo por el modo en que se relacionaba con los padres siendo niño.
Con el crecimiento también ocurre, o debería de ocurrir, un consecuente desprendimiento de la familia a través de la generación de nuevos lazos con los grupos sociales, lo cual facilita la construcción de nuevos roles y confluye en la constitución de una identidad.
Si se pasaban horas y horas frente al televisor o la computadora, si dedicaban mucho tiempo al ocio y a los juegos es momento de empezar a pensarse como futuro adulto responsable, dejando atrás el juego para insertarse lentamente en el mundo del trabajo.
Por otra parte, los deseos dejan de ser las aspiraciones de los padres – “Mi hijo cuando sea grande va a ser doctor”-, armándose el yo de nuevos proyectos, planificando sus propios sueños y pensando posibles vías para alcanzarlos, lo cual da cuentas de que uno no es una entidad completa y realizada de una vez y para siempre sino que vivimos en movimiento, en búsqueda de nuevos desafíos, búsqueda que también implica muchas veces frustraciones, un caerse y volverse a levantar.
En resúmen en el adolescente conviven varias paradojas, entre ellas:
– Ser y no ser
– Pertenecer y no pertenecer a tal o cual grupo
– Depender de los padres y asumir independencia
– Acatar las normas y transgredirlas
Es por ello que la construcción de un nuevo vínculo entre padres e hijos se vuelve algo indispensable tanto para unos como para otros.
¿Cómo sería un vinculo sano?
Entablar una relación sana tiene que ver con un vínculo que aliente el desarrollo y crecimiento del adolescente, apostando por su autonomía y ayudándolo a afrontar cada una de las pérdidas que atraviesa, recordándole que queda mucho camino por recorrer y que siempre estarán a su lado para ayudarlo a levantarse cada vez que caigan.
Tiene que ver con reconocer como padres que su hijo no es una copia fiel de sí mismos, que él tiene otros deseos y aspiraciones, y que está en su derecho a discernir en algunos puntos con ellos, siempre en un marco de respeto.
No se trata entonces de decirles qué tienen que hacer ni cómo hacerlo, sino de enseñarles, tal como un faro, los diversos puntos posibles, y sostenerlos en la deriva que implica la adolescencia, ayudándolos a que no se pierdan en el camino.
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