Es innegable que existe una amplia desigualdad en cuanto a la inserción en el mercado laboral entre hombres y mujeres, y que esta desigualdad se manifiesta en cada lugar del mundo, atravesando etnias, clases sociales, cultos religiosos1La brecha se ha ido reduciendo desde la década de los 70, pero aún falta mucho por alcanzar. Para más información puedes visitar el gráfico de Our World In Data. No es necesario hacer observaciones demasiado profundas para encontrarnos con sus consecuencias a nivel individual y social. Así, hallamos que en Argentina, según datos de la Superintendencia de Riesgos de Trabajo del año 2019, la brecha salarial entre hombres y mujeres es de más del 19%, sin quedar incluidas las situaciones de trabajo no registrado, lo cual haría aumentar ese número. En Europa no parece suceder algo distinto, la Organización Internacional del Trabajo de las Naciones Unidas demuestra en estudios de entre el 2014 y el 2016 que países como Reino Unido, Alemania, Austria o República Checa superan los 20 puntos (ver gráfico 1). De la misma manera, esta desigualdad también afecta la representación de las mujeres en cargos medios o altos dentro de una organización. En este sentido se observa que en Argentina, Brasil, Uruguay, México, así como también Sudáfrica, Rusia, Noruega, Suecia, España, Italia, Portugal, entre otros, el porcentaje de mujeres en mandos medios y altos es apenas del 30% al 39% (ver gráfico 2).
Gráfico 1
Descripción: Las estimaciones que se muestran aquí corresponden a las diferencias entre los ingresos medios por hora de hombres y mujeres (expresados como un porcentaje de los ingresos medios por hora de los hombres) y abarcan a todos los trabajadores, independientemente de si trabajan a tiempo completo o parcial. Como podemos ver: (i) en la mayoría de los países la brecha es positiva: las mujeres ganan menos que los hombres; y (ii) existen grandes diferencias en el tamaño de esta brecha entre países. Extraído de Our World In Data.
Gráfico 2
Descripción: El gráfico muestra que las mujeres todavía están subrepresentadas (menos del 40%) en trabajos de alto perfil, que tienden a ser mejor pagados, a pesar de que ha habido un incremento en la participación en puestos de alta y media dirección. Extraído de Our World In Data.
Ahora bien, ¿de qué se trata esta desigualdad? ¿A partir de qué elementos podemos comenzar a analizarla para luego poder desarticularla? ¿Cómo influye en las identidades de lxs sujetxs?
Quizás convenga comenzar por definir la segmentación laboral por cuestiones de género. Hablamos de segmentación laboral para dar cuenta de las diferencias (salariales, de condiciones de contratación, de movilidad, etc.) que se presentan entre lxs trabajadorxs. Si estas diferencias están fundamentadas en el género de las personas, entonces estaremos frente a la segmentación laboral por cuestiones de género o división sexual del trabajo. Nora Goren, doctora en sociología, afirma que “en las diferentes épocas y sociedades ha existido un división del trabajo en función del sexo de las personas, que responde a cuestiones económicas, sociales y culturales” (Goren, Nora, s.f.). La escisión entre la esfera pública y la esfera privada, en tanto espacios de producción y reproducción respectivamente, abona el terreno para la consecuente división por género de esas mismas esferas y espacios. Es así que hombres y mujeres quedaron adscriptos a lugares sociales de desempeño de roles que les otorgaron derechos y obligaciones bien específicas. La intención aquí no es adentrarnos en esta división primera, sino pensar cómo esto condujo a dos tipos de segmentación muy claras en el escenario laboral de hoy.
Como primera instancia tenemos la segmentación horizontal, que es la responsable de relegar a las mujeres en ocupaciones que suelen llamarse “femeninas” porque se establecen como una especie de continuación de las tareas que las mujeres desarrollan habitualmente en otros espacios (como por ejemplo en sus hogares o en organizaciones). Este tipo de segmentación distribuye a las mujeres en determinadas ramas de actividad basándose en estereotipos de género. De este modo es que se observa una “sobre-representación”, en palabras de Goren, de las mujeres en sectores puntuales como el de servicio doméstico, el de educación, o salud. Es decir, ramas que se caracterizan por ser las de más bajos salarios y peores condiciones.
Ahora bien, ¿qué consecuencias directas puede tener esta escisión? Podría decirse que el desarrollo profesional y laboral en cada uno de estos sectores colaborará en la construcción y reproducción de lo que socialmente se considera femenino y masculino, lo que llamamos “estereotipos de género”. Walker y Barton sostienen la idea de socialización diferencial que entiende que las personas “adquieren identidades diferenciadas de género que conllevan estilos cognitivos, actitudinales y conductuales, códigos axiológicos y morales y normas estereotípicas de la conducta asignada a cada género” (Walker y Barton, 1983), es decir que se van apropiando de identidades diferenciadas por género a partir de la interacción socio-cultural, como un aprendizaje de códigos y normas sobre los que se apoyan los roles y comportamientos. De manera que nos encontramos con la conformación de lo femenino y lo masculino desde un planteo rígido que no permite intercambios y que obtura la posibilidad de habilitar nuevos modos de vincularse tanto con lxs otrxs como con la propia función y el trabajo. Goren sostiene que las mujeres se encuentran, condicionadas por esta segmentación, con trabajos sin futuro y largas permanencias en ellos, con pocas posibilidades de ascenso, en espacios laborales de alta rotación, y con altas dificultades para reinsertarse luego de eventos de su vida personal como lo son la maternidad y, en muchos casos, la separación de sus parejas. Es decir que nos enfrentamos con una maquinaria que tiende a identificar a las mujeres con determinadas funciones, como si tales se desprendieran de “virtudes naturales”, que las confinan al rol de los cuidados y la educación, entre otros, construyendo subjetividades estereotipadas.
Finalmente, y como segunda instancia debemos hacer referencia a la segmentación vertical, que es la que tiende a excluir a las mujeres de puestos con funciones jerárquicas y las retiene en puestos de menor calificación, donde las posibilidades de crecimiento son pocas o nulas. ¿Qué sucede en este caso? La idea de que las mujeres no contarán con la disponibilidad full-time necesaria porque deben abocar gran parte de su tiempo a tareas domésticas, o la intención de lxs empleadorxs de evitar las licencias por maternidad, o incluso el preconcepto de que las mujeres tienen por naturaleza determinadas características que no las favorecen para esos cargos son algunas de las fundamentaciones que subyacen en esta desigual distribución.
Es desde este lugar que retomamos a Goren y observamos los obstáculos que se interponen en el camino hacia el desarrollo profesional/laboral. Sucede que esta eternización en puestos que no conducen a ningún lado refuerza los estereotipos, y encierra a las mujeres puertas adentro de la domesticidad, limitando no solo la construcción de identidades empoderadas, sino también las posibilidades de elegir quién ser y qué hacer.
Referencias bibliográficas:
- Croce, Jesica. Modelos de socialización de la cultura patriarcal. Curso: Violencia de género – Diplomatura Género y Movimientos Feministas. Facultad De Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.
- Goren, Nora, (s.f.). La escisión del espacio productivo y reproductivo. División sexual del trabajo – Diplomatura Género y Movimientos Feministas. Facultad De Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires.
- Goren, Nora, (2017). Desigualdades sociolaborales. Una aproximación a sus marcos interpretativos desde la Perspectiva feminista. Revista Latinamericana de Antropología del trabajo. Segundo semestre 2017(N°2).
- INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos), (2020). Dosier estadístico – 8M – Día internacional de la mujer.
- International Labour Organization. (https://ilostat.ilo.org/topics/population-and-labour-force/)
- Murillo, Soledad, (1996). El mito de la vida privada. De la entrega al tiempo propio. Madrid: Editorial Siglo XXI.
- Our World in data. Unadjusted gender gap in average hourly wages, 2016. https://ourworldindata.org/grapher/proportion-of-women-in-senior-and-middle-management-positions?tab=chart&time=2004..2017&country=ARG~BRA~ITA~MEX~NOR~PRT~RUS~ZAF~ESP~SWE~URY
- Our World in data. Proportion of women in senior and middle management positions, 2017. (https://ourworldindata.org/grapher/proportion-of-women-in-senior-and-middle-management-positions?year=latest)
- Superintendencia de riesgos de trabajo, (2019). Informe sobre la situación de género en el sistema de riesgos del trabajo. 4° Trimestres de 2019.
- Walker, Stephen y Barton, Len, (1983). Gender, class and education. Nueva York: The Falmer Press.