Compré mi primer smartphone con la mitad de mi salario como vendedor en una tienda de ropa deportiva a inicios del año 2009. Era iPhone usado, el primero que salió, no tenía datos móviles y dependía de las conexiones WiFi abiertas para usar internet.
Me sentía feliz con mi iPhone, me sentía en el futuro, podía usar internet en la palma de mi mano con una pantalla de 3,5 pulgadas y ya no dependía de mi pesada laptop para conectarme y hablar con mis amigos.
Pero con el pasar de los años me di cuenta que el celular me quitó los momentos que usaba para leer, soñar y reflexionar. Sé que parece un poco cursi y hasta dramático, pero es la verdad.
Antes aprovecha las filas y mis viajes en colectivo para leer algún libro o para simplemente soñar con el futuro que quería. Hoy uso cualquier tiempo libre que tengo para tomar mi celular, revisar mi email, buscar algún artículo “interesante” que me mantenga actualizado o simplemente caigo en los tentáculos de Facebook para perder el tiempo. Incluso aprovecho los minutos en los que estoy sumergido en el tráfico de Panamá para escuchar algún podcast o para leer algo rápido mientras espero a que cambie las luces del semáforo.
Esa es mi experiencia, pero se que no soy el único. A donde miro la gente está sumergida en las pantallas de sus celulares, buscando algo con qué entretenerse y acabar con esos minutos en los que no tienen nada que hacer.
Algunos dirán que lo importante es que se esté haciendo algo productivo con el celular, que se use para aprender algo nuevo o informarse. Yo también pensaba así. Pero la verdad es que no importa si es para algo productivo o no. Estamos usando excesivamente los medios electrónicos, en especial el celular y estamos perdiendo el tiempo para reflexionar y pensar sobre las cosas importantes de nuestra vida.
Bajo ese concepto, Teddy Wayne escribió un fantástico ensayo para el New York Time que nos ayuda a reflexionar sobre el abuso del celular y cómo nos está quitando los momentos de reflexión, introspección, la obsesión con la velocidad y sus efectos a nivel cerebral. Este es uno de esos artículos que todos debemos leer:
(…) En un mundo donde un teléfono o un ordenador casi nunca están fuera de nuestro alcance, ¿estamos eliminando la introspección en momentos que podrían haber estado dedicados a eso? ¿Acaso la profundidad de esa reflexión está en peligro porque nos hemos acostumbrado a buscar la gratificación inmediata de los estímulos externos?
Si los datos indican algo, la mayoría de nosotros utiliza los teléfonos más de lo que creemos: los participantes en el estudio calcularon que utilizaban los dispositivos 37 veces durante el día (incluidas todas las ocasiones en que encendemos una pantalla, desde apagar el despertador hasta hacer una llamada), pero el número real se acercó a 85. Algunas de las veces tomó menos de 30 segundos. (Los participantes también subestimaron el tiempo que pasan utilizando los dispositivos por cerca de una hora —el total real fue de 5,05 horas—, incluyendo llamadas telefónicas y escuchar música con la pantalla apagada).
Si estás despierto durante 16 horas, encender o revisar tu celular 85 veces significa hacerlo aproximadamente una vez cada 11 minutos (eso sin contar las veces que utilizamos internet en una computadora), y 5,05 horas son más del 30 por ciento del día. ¿Qué efecto podría tener este comportamiento compulsivo en la reflexión?