Millones de personas enfrentan a diario con los síntomas de los trastornos de ansiedad. Según estudios previos sus hijos tienen un mayor riesgo de sufrir de estos trastornos, haciendo así que el circulo de la ansiedad se extienda por generaciones.
Pero una intervención psicológica cognitivo conductual aplicada en las familias y a tiempo, podría reducir drásticamente ese riesgo. Esos son los hallazgos publicados hace unos días en la revista The American Journal of Psychiatry.
¿Por qué el trastorno de ansiedad de los padres representan un factor de riesgo para los hijos?
Los investigadores explican que el temperamento y las experiencias tempranas de vida juegan un rol fundamental en el desarrollo de la ansiedad. Entre más experiencias negativas tiene una persona a medida que crece, mayor es la probabilidad de que sufra de un trastorno de ansiedad durante su adultez. Pero el factor más importante es el efecto de la crianza, donde la ansiedad es reforzada a los hijos a través de estilos de crianza que moldean la conducta. Es aquí donde la terapia puede ayudar a cambiar esos patrones de conducta.
La investigación
La investigación puso a prueba una intervención psicológica basada en la terapia cognitiva conductual con 136 familias, de las cuales al menos un padre tenía problemas de ansiedad y por lo menos uno de sus hijos, de 6 a 13 años, también los tenía. Un grupo de familias participó en ocho sesiones de una hora con un terapeuta entrenado durante dos meses. Otro grupo recibió boletines informativos sobre la los trastornos de ansiedad y los tratamientos. El grupo control no recibió ninguno de los dos.
Aquellas familias que recibieron terapia, aprendieron a identificar los signos de la ansiedad, cuándo los síntomas del miedo son saludables (un auto a toda velocidad en nuestra dirección) y cuándo el miedo excesivo no es saludable (las sospechas de que la torta de cumpleaños está envenenada). Así también aprendieron cómo afrontarlos a través de las prácticas de habilidades para la resolución de problemas y ejercicios de exposición a los factores ansiógenos.
Una situación que se utilizó en en la investigación fue: si un niño le tiene miedo a encontrarse con un gato en la calle, lo primero que tiene que hacer es identificar el pensamiento atemorizante: ¨Ese gato me va a lastimar¨, luego tendrá que evaluar ese pensamiento: ¨¿Es probable que ese gato me lastime?¨ “No, ese gato no parece agresivo, no está mostrando sus uñas ni dientes, sólo está sentado ahí mirándome. Ok, entonces puedo pasar caminando sin problemas y el gato no me hará nada.”
Los efectos de la terapia se hicieron evidentes. Sólo el 9% de los niños pertenecientes a las familias que recibieron terapia desarrollaron problemas de ansiedad un año después del programa, en comparación con el 21% de los niños que sólo recibieron los panfletos informativos, pero la incidencia de los trastornos de ansiedad fue aún peor, 31%, para aquellos niños que no recibieron ninguna de las dos.
Para la investigadora de la Universidad de Johns Hopkins y autora del estudio, Dra. Golda Ginsburg, estos resultados hacen evidente la vulnerabilidad de los hijos de los padres con trastornos de ansiedad. Pero también nos permiten prevenirlos a través de programas especializados enfocados en el contexto familiar, lo cual ofrece una nueva perspectiva, ya que los programas actuales se enfocan en la escuela.
Fuente: ScienceDaily