Cerrar los ojos para cantar y bailar mientras escuchas tu música favorita, en el atardecer de un día frío de invierno puede ser todo lo que necesitas para sentir felicidad genuina y, a su vez, esta puede ser una de las experiencias más accesibles económicamente hablando. Tener más dinero no es sinónimo de ser feliz con mayor intensidad, pero sí parece estar relacionado con la frecuencia con que una persona experimenta la felicidad. ¿Cómo se entiende esto? Un equipo de investigadores propuso la idea de explicar el vínculo entre los ingresos y la felicidad a partir del modo en que las personas tienden a pasar su tiempo libre. Sostuvieron que las personas con ingresos más bajos tienden a pasar más tiempo participando en actividades de ocio pasivo, como mirar televisión y relajarse, y menos tiempo participando en actividades de ocio activo como socializar y practicar pasatiempos. Las actividades pasivas deberían contribuir a una menor felicidad con el tiempo debido a un fenómeno llamado adaptación hedónica: la tendencia a acostumbrarse a un evento positivo y volver rápidamente a un nivel de referencia de felicidad. Por el contrario, las actividades de ocio activo que son habituales e intencionales, como el ejercicio, deberían producir episodios de felicidad menos intensos pero más frecuentes que se suman para favorecer el bienestar psicológico, sostuvieron.
Para probar la hipótesis de la existencia de una correlación positiva entre los ingresos y la frecuencia con la que se experimenta felicidad, pero no con la intensidad de la felicidad, los investigadores llevaron adelante una serie de estudios, a saber (Jachimowicz et al., 2020):
Ensayo inicial
394 adultos informaron sobre su afecto positivo (cuán alegres, enérgicos, entusiastas, relajados, tranquilos y contentos se sentían), tres veces al día durante 30 días.
Con sus respuestas, los autores calcularon las puntuaciones de la frecuencia de la felicidad y la intensidad de la felicidad de cada participante.
Como resultado, mayores ingresos predijeron mayor frecuencia de felicidad, pero no predijeron la intensidad de la felicidad. Además, los ingresos se relacionaron con mayor satisfacción con la vida a través de una mayor frecuencia de felicidad.
Réplica y estudio final
El segundo ensayo fue realizado con una muestra de 1290 que replicó los resultados utilizando medidas validadas de frecuencia e intensidad de felicidad del Cuestionario de Emociones Multidimensionales.
Con estos resultados como base, los investigadores decidieron explorar la teoría de que los ingresos afectan la felicidad al influir en la forma en que las personas gastan su tiempo.
Para eso, analizaron datos de una encuesta grande y representativa de estadounidenses enfocándose en la interacción entre los ingresos anuales de los encuestados, las actividades en las que participaron y lo felices que se sentían durante estas actividades. Distinguieron entre ocio activo (rezar, socializar, pasatiempos, ejercicio o voluntariado) y ocio pasivo (ver televisión, relajarse o dormir).
Nuevamente encontraron que los ingresos se relacionaron positivamente con la frecuencia de la felicidad, pero no con la intensidad. En particular, los ingresos se relacionaron con el tiempo dedicado a actividades pasivas, que a su vez, se asoció con la frecuencia de la felicidad. Como habían predicho los investigadores, las personas que tenían ingresos más bajos dedicaban más tiempo a actividades pasivas como ver televisión y, a su vez, informaron episodios de felicidad menos frecuentes.
En conclusión, los autores señalan que los ingresos pueden generar felicidad no a través de experiencias intensamente más felices sino a través de un mayor número de ellas. Su recomendación final es alentar a las personas con ingresos más bajos a realizar actividades más significativas que tengan mayores probabilidades de impulsar el bienestar, en lugar de actividades pasivas.
Referencia bibliográfica: Jachimowicz, J., Mo, R., Greenberg, A. E., Jeronimus, B. F., & Whillans, A. (2020). Income More Reliably Predicts Frequent than Intense Happiness. https://doi.org/10.31234/osf.io/qsb8z
Fuente: Psypost