La “Viagra femenina” promete mejorar la caída de la libido de las mujeres, pero su efectividad es muy baja porque no es un un fármaco que tenga efectos directos a nivel sexual, sino que fue creado como un antidepresivo y luego reciclado para venderse en un mercado muy prolífico: el mercado del sexo:
“El sueño de todo comercial es dar con un mercado por conocer o identificar y desarrollarlo. Eso es justamente lo que hemos logrado con el síndrome de la ansiedad social”. Quien así hablaba era Barry Brand, entonces director de la división responsable del paxil, un fármaco que se comercializó como la píldora de la timidez y se convirtió en tal éxito que mereció este autocomplaciente comentario a la junta de accionistas de GlaxoSmithKline del 2000. En realidad, no era un fármaco nuevo. Era un viejo antidepresivo al que el laboratorio había logrado dar nueva vida tras una intensa campaña en los medios sobre lo terrible que es la fobia social, entendida como la dificultad para hablar en público o sudar en una entrevista de trabajo.
El paxil contabilizó millones de menciones en la prensa de EE UU el año en que se lanzó, según PRNews. La píldora de la timidez se convirtió en una diana comercial para la compañía y desde entonces hemos asistido a otras operaciones de este tipo. La última ha sido el lanzamiento de la flibanserina como “el nuevo Viagra femenino”, el esperado remedio para la caída de la libido en las mujeres. Pero esta vez la operación ha fracasado porque, por mucho que se diga, ni es Viagra ni se le puede comparar. En realidad la flibanserina iba para simple antidepresivo, pero fue reciclado y logró ser aprobado, tras dos intentos fallidos y no poca controversia, para el llamado “trastorno de deseo sexual hipoactivo”.
Sin embargo, mientras la píldora azul masculina incide sobre el sistema vascular y facilita la erección al poco de tomarla, la píldora rosa femenina actúa sobre el sistema nervioso central y no surte efecto, si es que lo tiene, hasta meses después. Su efectividad es, además, escasa: según los estudios del propio laboratorio, con el tiempo logra “un ligero incremento de eventos sexuales satisfactorios”, tan ligero como uno más al mes, y solo en el 10% de las mujeres tratadas. Ninguna panacea, si se tiene en cuenta que cuesta 780 dólares y no está libre de efectos adversos. Todo ello explica que en las dos primeras semanas de venta en el mercado de EE UU el fármaco —comercializado con el nombre de Addyi— apenas ha sido prescrito 227 veces, una cifra muy alejada del medio millón de envases que se recetaron de Viagra el primer mes de comercialización. Y eso a pesar de haber seguido al pie de la letra la estrategia que otras veces ha dado buenos resultados.