París se vió manchada de sangre el pasado viernes cuando 129 personas murieron a causa los ataques terroristas liderados por el Estado Islámico de Iraq y Siria, mejor conocidos como ISIS. La noticia recorrió rápidamente el mundo entero y millones de personas mostraron su apoyo en las redes sociales cambiando su perfil con la silueta de los colores de la bandera francesa, pidiendo oraciones y apoyo para el pueblo francés.
Pero al mismo tiempo se generó un marcado debate a causa de la importancia que se le da a este ataque y no a las miles de muertes que ocurren en Siria o Iraq a causa de los ataques de ISIS y de los bombardeos de los Estados Unidos, Francia o Inglaterra.
¿Por qué la gente no muestra la misma preocupación o importancia por la muerte de miles de personas en el medio oriente?
La psicóloga social Iria Reguera Vigo describe en el blog Rasgo Latente, dos teorías de la psicología, que nos ayudan a entender un poco más esta situación y entender el efecto del contexto social sobre nuestra empatía y conductas:
Turner (1984) describió el fenómeno al que llamó Teoría de la Identidad Social. Según Turner, los seres humanos tendemos a categorizar a los demás, y a nosotros mismos, en base a similitudes: raza, religión, género, etc. Nos identificamos con las personas que son similares a nosotros y hacemos de esa identidad social parte de nuestro autoconcepto: ¿quién soy yo en un mundo social? La gente que forma parte de nuestra categoría pasa a ser “nosotros”. Este sentimiento del “nosotros” se ve reforzado cuando existe una amenaza externa (Putnan, 2000 ). Esta situación de amenaza fomenta la unidad interna.
Por otro lado, Miller y colaboradores(2001) indican que sentimos mayor empatía por aquellos con los que nos identificamos. Es decir, por los “nuestros”. Somos capaces de ponernos en su lugar en mayor medida y, no solo eso, según una investigación realizada por Xiaojung en 2009 dicha empatía afecta a nuestra respuesta neuronal. Estos investigadores llevaron a cabo un estudio con participantes caucásicos y chinos a los que expusieron a imágenes de dolor en rostros de su misma raza y en rostros de otras razas. Dichos investigadores encontraron que, ante imágenes de dolor en diferentes rostros, se activa el córtex cingulado anterior, pero la activación aumenta cuando se trata de rostros de nuestra misma raza y decrece significativamente cuando se trata de rostros de otras etnias. Este fenómeno ocurría tanto en personas caucásicas, como en personas chinas. Es decir, somos más capaces de sentir el dolor de otros cuando son de nuestra etnia y, por tanto, nos identificamos con ellos, que cuando son de otra etnia y nos resulta más difícil la identificación.