La gastroenteróloga Trisha Pasricha nos explica en el New York Times que ocurre en nuestro cerebro cuando comemos picante:
Los chiles, el sabroso ingrediente base de muchos platillos picantes, contienen capsaicina, que se une a esos receptores y envía una señal de dolor al cerebro, de acuerdo con lo que descubrió Julius en su trabajo sobre el tema, el cual ganó el Premio Nobel.
Las sustancias químicas principales de los granos de pimienta, el rábano picante y la mostaza también se unen a los mismos receptores, aunque con menor potencia.
Estos nervios envían al cerebro señales similares a las que recibiríamos si estuviéramos en contacto con fuego real, y esta es la razón por la que posiblemente empecemos a sudar o a sonrojarnos; esa es la manera que tiene el cuerpo de enfriarse.
“La capsaicina engaña a tu cuerpo haciéndole creer que la temperatura subió y, por lo tanto, tu cerebro piensa que necesita liberar el calor”, explicó Julius. “En los humanos, eso lo hacemos en mayor medida mediante el sudor”.