“Dibuje una persona”
Frecuentemente, quien debe realizar una serie de tests psicológicos se encuentra frente a este pedido. Se trata ni más ni menos que la primera consigna del Dibujo de la Figura Humana, un test creado por Karen Machover en 1949, que se postula como un instrumento para conocer determinados rasgos de la personalidad. Quienes lo utilizan sostienen que: “Mediante esta prueba el sujeto vehiculiza aspectos de su personalidad en relación a su autoconcepto e imagen corporal” (Opazo Baeza y Rivera Toledo, 2010).
Hace un tiempo revisamos la evidencia para el Rorschach, así que, para seguir ganándonos amigos y promover la concordia universal, revisemos la evidencia disponible para el dibujo de la figura humana (DFH de aquí en adelante).
El núcleo de este test está en la hipótesis de que ciertas características del dibujo (tamaño, detalles, trazo, posición, etc), permiten conocer rasgos de la personalidad que no son evidentes. Por ejemplo, Machover vinculó el dibujar ojos grandes a la paranoia, la ausencia de rasgos faciales a la depresión, un sombreado profundo a impulsos agresivos, etc.
La consigna es tentadora: un dibujo que en promedio lleva 5 minutos puede proporcionar profundos insights sobre el alma humana. Pero… ¿es esto así? ¿Qué tan útil resulta la inclusión del DFH en una batería diagnóstica? ¿En qué medida los rasgos del dibujo permiten predecir rasgos de personalidad, perturbaciones emocionales o patología en general?
Maero, dibuje un resumen de la evidencia
Dado que soy muy cuidadoso con la salud cardiovascular de mis estimados lectores (los tres), no quisiera que estén en suspenso hasta el final del artículo, por lo cual vamos a empezar por el final, citando a Lilienfeld (2000)
“Un desfile de revisores durante las últimas cuatro décadas han convergido en una conclusión virtualmente unánime: la abrumadora mayoría de los signos en el dibujo de la figura humana poseen una validez insignificante o nula”
Ya está, ya pueden dejar de leer.
Ah, ¿siguen? Gente corajuda. Permítanme explayarme entonces, pero a su propio riesgo. “Validez” es el grado en que una medida se corresponde con la característica que se quiere medir. Se trata de una medida probabilística. Si una determinada característica de un dibujo, como la ausencia de rasgos faciales, se corresponde frecuentemente con una característica de la personas evaluadas (por ejemplo, depresión), diremos que el signo tiene alta validez. Caso contrario, baja validez, lo que a su vez hace que su interpretación sea poco confiable.
La abrumadora mayoría de los signos en el dibujo de la figura humana poseen una validez insignificante o nula
Hay muchos estudios en los cuales se ha intentado medir la validez de los signos interpretados en el DFH. Por ejemplo Kahill (1984), revisó la evidencia para 30 indicadores para la interpretación de la figura humana, y lo que encontró fue desesperanzador: los únicos rasgos que tuvieron alguna validez fueron: dibujar los torsos redondeados (en lugar de cuadrados), como indicación de personalidad femenina, y el coloreo de las figuras como indicador de ansiedad. Los otros 28 indicadores no arrojaron validez alguna, a pesar de tratarse de correlaciones de signos popularmente utilizadas, tales como las relaciones entre:
- El tamaño de las orejas y la paranoia
- Órganos internos y esquizofrenia
- El dibujo de accesorio (armas, cuchillos), y delincuencia
- Énfasis en el cabello y temas sexuales
- El tamaño de la figura y el alto y peso del dibujante
Y un largo, largo etcétera.
-“Bueno –me dice mi interlocutor- es que depende de la experiencia del clínico el poder interpretar estos indicadores de manera correcta.”
No esté tan seguro, mi estimado interlocutor imaginario. Stricker, en 1967, encontró que clínicos experimentados en el uso de dibujos de figuras fueron significativamente menos acertados que estudiantes graduados al utilizar el DFH para distinguir anormalidad patológica. E incluso Levenberg (1975) reportó que no hubo diferencias significativas entre clínicos de nivel doctoral, pasantes y secretarias de hospital en cuanto a la precisión de utilizar el DFH (en la versión kinética), para diferenciar entre niños con patología y niños sin patología.
¿Me siguen? Un clínico experimentado no es más preciso que un estudiante o una secretaria utilizando el DHF como instrumento predictivo.
Es por eso que Motta y colaboradores (1993), al hablar del DFH dicen tajantemente: “hay muy poco soporte para su validez o para su uso como instrumento para evaluar personalidad, conducta, emoción o funcionamiento intelectual”. En honor a la verdad, hay algunas variantes de interpretación que parecieran tener un poco más de validez (mayormente basadas en el sistema global de Koppitz), pero la evidencia sigue siendo, en el mejor de los casos, pobre.
Un clínico experimentado no es más preciso que un estudiante o una secretaria utilizando el DHF
El dibujo de la persona humana resulta además muy susceptible a influencias externas: en un estudio de Yagoda & Wolfson, (1964), encontraron que las mujeres al dibujar la figura del sexo opuesto, dibujaban más frecuentemente una figura con bigotes… cuando el administrador del test era un varón con bigotes. Cuando el administrador se presentaba afeitado, la bigotidad de los dibujos caía en picada.
“-Pero hombre –insiste mi interlocutor-, nunca un diagnóstico es emitido sólo en base a un test, ya que se administran en baterías”.
E vero, concederé. Una evaluación psicológica involucra varios tests de distinta naturaleza. Aun así, hay dos objeciones importantes: en primer lugar, un test de validez casi nula no aporta nada al proceso (imagínense ir al médico y que junto con una serie de estudios de sangre, les incluyeran uno que no mide nada con confiabilidad), y por tanto es preferible omitirlo, o reemplazarlo por uno que sí sea válido.
Pero la segunda objeción es más grave: estos tests no sólo son poco útiles, sino que además suelen arrojar frecuentemente “falsos positivos”, es decir, inclinan a los clínicos a ver signos patológicos allí donde no los hay, y así distorsionar todo el proceso. En otras palabras, estropean la habilidad del clínico.
Un test de validez casi nula no aporta nada al proceso
Por ejemplo, Wildman and Wildman (1975), encontraron que cuando se agregó el DFH al dibujo del Bender-Gestalt en un experimento en el cual la consigna era distinguir entre pacientes psiquiátricos y las enfermeras de dicho psiquiatrico, la precisión de los clínicos disminuyó al añadir el DFH. También, en un estudio de Cressen (1975), se les pidió a psicólogos que clasificaran a los participantes como esquizofrénicos o normales. Los resultados no fueron mejores que el azar, y los psicólogos tendieron a emitir diagnósticos de esquizofrenia cuando recibieron dibujos de baja calidad, incluso cuando esos dibujos fueron hechos por personas normales.
Resumen
Hagamos un recuento de lo visto hasta aquí, según lo que la revisión de la evidencia sugiere:
1) No hay buena evidencia de validez para la práctica totalidad de los signos que se utilizan para interpretar el DFH.
2) El DFH no permite predecir confiablemente rasgos patológicos, con la única probable excepción de los rasgos globales (la calidad general del dibujo).
3) El DFH en algunos casos puede entorpecer el juicio clínico, generando falsos positivos y distorsionando el proceso diagnóstico.
La utilización de estos tests no es sin consecuencias, y es por eso que escribimos esta reseña. Estos tests son ampliamente usados en varios ámbitos (pericial, clínico, laboral), por lo cual el riesgo es alto: se corre el riesgo de patologizar personas sin trastornos, de tomar rasgos normales de un dibujo como indicios de patología, pero también se corre el riesgo de pasar por alto trastornos que sí están.
Considerando que hay otras herramientas, creo que va siendo tiempo de que tengamos una charla y revisemos los instrumentos que usamos.
Imagen: Unsplash
Referencias
Cressen, R. (1975). Artistic quality of drawings and judges’ evaluations of the DAP. Journal of Personality Assessment, 39, 132–137.
Kahill, S. (1984). Human figure drawing in adults: An update of the empirical evidence, 1967–1982. Canadian Psychology, 25, 269–292.
Levenberg, S.B. (1975). Professional training, psychodiagnostic skill, and Kinetic Family Drawings. Journal of Personality Assessment, 39, 389–393.
Lilienfeld, S., Wood, J., Garb, H. (2000) The Scientific Status of Projective Techniques. Psychological Science, vol 1, No.2.
Machover, K. (1949). Proyección de la personalidad en el dibujo de la figura humana. Habana: Cultural.
Stricker, G. (1967). Actuarial, naïve clinical, and sophisticated clinical prediction of pathology from figure drawings. Journal of Consulting Psychology, 31, 492–494.
Motta, Robert W.; Little, Steven G.; Tobin, Michael I. (1993).The use and abuse of human figure drawings. School Psychology Quarterly, Vol 8(3), 162-169.
Opazo Baeza, V. , Rivera Toledo, J. (2010) Indicadores gráficos de la prueba del Dibujo de la Figura Humana en adolescentes hombres y mujeres de 12 a 16 años víctimas de agresiones sexuales. Revista de Psicología, vol. 19, núm. 1, pp. 80-107
Wildman, R.W., & Wildman, R.W. II. (1975). An investigation into the comparative validity of several diagnostic tests and test batteries. Journal of Clinical Psychology, 31, 455–458.
Yagoda and Wolfson (1964) Examiner influence on projective test responses. Journal of Clinical Psychology, Volume 20, Issue 3, page 389