I- El miedo a la locura y otros prejuicios
El miedo a locura –como también al cáncer o a la muerte– atormenta a un amplio sector de la población y propicia a que se manifiesten actitudes evitativas en la creencia de que silenciar u ocultar un problema lo hará desaparecer.
Desde tiempos inmemoriales la enfermedad mental fue menospreciada. Se la confinó al terreno de lo absurdo y lo irracional y se le otorgó un papel que, sorprendentemente en pleno siglo XXI, aún es interiorizado por muchas culturas –la nuestra sin ir más lejos– que consideran a estas patologías como un motivo de vergüenza que se intenta ocultar por miedo a la burla y al rechazo social, tanto si se sufre en primera persona como si afectan a algún allegado. Todo ello sin diferenciar si el problema en cuestión es una esquizofrenia grave o un trastorno de ansiedad leve y de buen pronóstico.
II- La antipsiquiatría
Además de estos prejuicios cuyo origen se remonta al pasado más remoto, hay otros que surgen a mediados del siglo pasado y se expresan a través de la antipsiquiatría, una disciplina que tuvo su máxima difusión en 1960 de la mano de Thomas Szasz y su libro “El mito de la enfermedad mental”, obra considerada como la piedra angular que sustenta a este movimiento.
En sus postulados, la antipsiquiatría peca de una excesiva intransigencia al generalizar críticas y propagar ideas como que los pacientes con un trastorno psiquiátrico son tratados en contra de su voluntad. Los seguidores de esta corriente censuran también el daño a la dignidad que se inflige a los pacientes a través de las clasificaciones de las enfermedades mentales que aparecen en los manuales de diagnósticos DSM y CIE.
No lo suscribo en su totalidad por el radicalismo que lo impregna
Tal es su radicalidad que la antipsiquiatría llega a considerar a la psiquiatría como una pseudociencia. Craso error como sucede con todas las generalizaciones y las proclamas que se hacen desde la obstinación y la intolerancia y se difunden con ánimo proselitista sin atender a razones y, a veces, ni siquiera a la razón.
Quisiera dejar constancia de que comparto muchas de las tesis del ideario de la antipsiquiatría, pero no lo suscribo en su totalidad por el radicalismo que lo impregna y su tendencia a la generalización.
III- La moderna psiquiatría
La actual psiquiatría es una más de las especialidades médicas que se estudian y son impartidas en todas las facultades de medicina del mundo. La psiquiatría es ciencia y como tal se ajusta al método científico.
Es de justicia reseñar que, afortunadamente para millones de seres humanos, los avances en disciplinas como la neurología y las neurociencias en general, así como la gran ayuda que suponen los recientes estudios de imagen cerebral (TAC, RNM, PET, SPECT, fluoroscopia, angiografías…) así como los marcadores biológicos, las investigaciones neuroendocrinas y los progresos en la investigación farmacéutica con la síntesis de nuevas moléculas cada vez más eficaces y con menos efectos secundarios; no sólo han legitimado que la psiquiatría merezca todo el respeto de la comunidad científica sino también que muchos enfermos diagnosticados de enfermedades que antes eran invalidantes y los conducían a manicomios (por ejemplo la esquizofrenia o el trastorno bipolar antaño denominado psicosis maníaco depresiva), puedan hoy tener una integración socio-laboral y familiar plena y satisfactoria.
IV- Psiquiatría o Psicoterapia
La salud mental debe ser contemplada como una práctica en la que –independientemente de que en muchas ocasiones se utilicen psicofármacos– no se debería conferir exclusividad a los medicamentos para conseguir el alivio y la curación del paciente.
Llegado el momento de diagnosticar y de tratar, ya no sólo enfermedades mentales sino también afrontar circunstancias no patológicas en las que el individuo adolezca de habilidades para afrontarlas y que interfieran en su capacidad para ser feliz, se hace imprescindible que el trabajo del profesional de la salud mental (sea médico o psicoterapeuta) se realice desde una perspectiva científica pero también desde una óptica humanista que dignifique la condición que, como ser humano, asiste al paciente.
Desde una perspectiva científica pero también desde una óptica humanista
Los profesionales de la psiquiatría deberían considerar el valor de la psicoterapia y contemplar la enfermedad mental como un desequilibrio (muchas veces afectivo) en el que el paciente necesita una ayuda (psicoterapéutica y/o farmacológica) que le haga sentirse entendido, respetado y le impulse a avanzar en la dirección que más beneficie a su estado anímico, y le haga el futuro con esperanza y desde su autosuficiencia.
Pero, es un hecho que no todos los facultativos entienden así a la psiquiatría, y se muestran reacios a utilizar la psicoterapia como coadyuvante del tratamiento de la enfermedad mental, y mucho menos como una alternativa más eficaz e inocua –algo que con frecuencia se da en determinadas patologías y contextos– que el tratamiento farmacológico.
Por todo ello, se impone trabajar en el ámbito de la salud mental con un espíritu multidisciplinar y una articulación de estrategias que permita obtener la mejor sinergia en beneficio del paciente, más allá de antagonismos y fundamentalismos procedentes tanto de quienes rechazan la psiquiatría como de los psiquiatras que repudian la psicoterapia.
Suelo comparar a los fármacos con la cuerda que se le echa a quién se está ahogando para poder sacarlo del agua
En mi ejercicio profesional, he instaurado muchos tratamientos farmacológicos a instancias de los psicólogos y psicoterapeutas con quienes trabajo y me confían a sus pacientes. El objetivo en estos casos es hacer una evaluación y emitir un diagnóstico previo a la elección del medicamento que aliviará el sufrimiento del paciente e, igualmente, le permitirá afrontar las sesiones de terapia con un mejor aprovechamiento. Suelo comparar a los fármacos con la cuerda que se le echa a quién se está ahogando para poder sacarlo del agua. Del mismo modo, comparo la psicoterapia con las clases de natación que ayuden al individuo a resolver por sí mismo situaciones similares en el futuro. Este sencillo ejemplo plasma con claridad la importancia que tiene un trabajo coordinado entre médico y psicoterapéutico.
V- Tres pilares básicos
Como colofón, quisiera plasmar en tres postulados los principios básicos que siempre he observado y llevado a la práctica en mi práctica profesional:
El objetivo del acto médico psiquiátrico no debe circunscribirse a la prescripción de un medicamento
1- El médico debe considerar al paciente psiquiátrico desde el respeto que merece como ser humano, y dispensarle los mismos cuidados que a un paciente de cualquier otra disciplina, e incluso mucho más. Un sencillo ejemplo justifica el trato especial que el enfermo mental necesita: para extirpar un cuerpo extraño de un ojo, la actitud del oftalmólogo y su empatía con el paciente no será tan trascendente para su curación como la que un enfermo con una depresión espera del psiquiatra o del psicoterapeuta a quien le está confiando lo más íntimo de su ser.
2- El objetivo del acto médico psiquiátrico no debe circunscribirse a la prescripción de un medicamento para la curación del paciente sin considerar las herramientas terapéuticas que aporta una psicoterapia seria, reglada, sometida a protocolos y fundamentada en un sustrato teórico y formativo propio de una disciplina de la salud.
3- Hay que ayudar al enfermo y al individuo en general para que desechen los tabúes, mitos y leyendas irracionales que atañen a la enfermedad mental. Tanto los postulados de la antipsiquiatría como cualquier otro radicalismo que fomente discrepancias sustentadas en la intransigencia, irán siempre en perjuicio de la salud mental del paciente. La educación sanitaria y la divulgación desde los medios de comunicación serios y no sesgados por intereses espurios, deben fomentar una sociedad libre de los prejuicios que estigmatizan y marginan a los enfermos mentales.
Artículo del Dr. Alberto Soler Montagud y fue cedido especialmente para Gestalt Terapia y Psyciencia.
Imagen: NorthCoastJournal
4 comentarios
Te sugiero busques literatura que te aclare la diferencia entre el mundo de la materia y el mundo de la pauta, pues los trastornos psicológicos que no tengan una razón biológica bien identificada, pertenecerían al segundo, y por lo mismo, serían vistos bajo una lógica diferente. Por otro lado, el ejercicio de la psiquiatría, si no en todos los casos, continúa en el mismo estilo de práctica que ha tenido durante muchos años. En consecuencia, los argumentos antipsiquiátricos siguen vigentes, a pesar de los más de 50 años transcurridos desde su aparición.
Te sugiero que te actualices. Es necesario leer las nuevas investigaciones y las posturas científicas a las cuales se adhiere. Ya se ha dejado atrás esa discusión de la división entre el mundo de la materia y el mundo material. El ser humano es un ser biopsicosocial donde cada parte afecta a la otra y donde todas están interrelaciones.
Tienes razón, eso está superado, por lo mismo me extraña que sólo se enfoquen en los aspectos que señalan y dejen de lado su respectivo complemento.
El Miércoles, 12 de febrero, 2014 11:09:41, Disqus escribió:
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Pero no entiendo porque dices que se deja de lado su complemento, si el artículo busca integrar el medicamento con la psicoterapia. Digo, no es un artículo farmacológico.
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