A través de los años, las profesiones dedicadas a la salud mental en EE. UU. han estado en una lucha de poderes. El desarrollo de un estado militarizado para la seguridad nacional, después de la Segunda Guerra Mundial, ha ofrecido múltiples oportunidades para que la psicología profesional logre llamar la atención a sus especialidades. Esto ha sido a través de sus aportes en el área de propaganda, así como en el campo del desarrollo de armas sofisticadas logradas con la ingeniería de factores humanos ( human factors engineering ).
Un campo particularmente perturbador donde los psicólogos estadounidenses han demostrado lo que valen ha sido en el desarrollo de técnicas de interrogación para obtener información de prisioneros resistentes. El historiador Alfred McCoy, en “La cuestión sobre la tortura”, ha documentado el uso que ha hecho la CIA de los psicólogos para desarrollar formas de tortura que podrán derrumbar la personalidad del prisionero. Muchas de estas técnicas fueron utilizadas durante la guerra de Vietnam, además de en las brutales contrainsurgencias, apoyadas por los EE. UU., en América Latina.
No obstante la condición inmoral de estos hechos, que hacía imposible promoverlos públicamente, confluyeron para su continuación los intereses políticos del aparato militar y los corporativos de los psicólogos que buscaban de esta manera incrementar su estatus. Esto se haría, por supuesto, a través del otorgamiento de fondos para trabajos de investigación y la ampliación del campo laboral posible para los psicólogos, es decir, el campo militar. De esa manera, lo que se dio fue un silencio total por parte de la Asociación Psicológica Estadounidense (la APA), la representación mas grande en los EE. UU. y en el mundo para la psicología profesional.
El estrés extremo
La “guerra mundial contra el terror”, lanzada después del 11 de setiembre del 2001, aportó otra oportunidad de experimentar con estas técnicas de la psicología conductual. El establecimiento de ese infierno llamado Centro de Detención de Guantánamo, donde se mantienen los detenidos en la campaña en Afganistán y en otras partes, ofreció un ambiente particularmente favorable. Se creó una institución donde todos los detenidos, en contra de la ley internacional, carecen de todos sus derechos y donde son monitoreados y controlados durante las 24 horas del día.
La definición del término ‘tortura’ se ha debilitado de tal manera que prácticas previamente prohibidas ahora son permitidas, un verdadero retorno de lo reprimido. Varios psicólogos y psiquiatras funcionaron como asesores en el desarrollo de esta institución dedicada a la destrucción de la personalidad humana. Jane Mayer, escritora de la prestigiosa revista The New Yorker , describe cómo un psiquiatra determinó que a un reo se le permitiera nada más que 7 cuadritos de papel higiénico al día, mientras que un psicólogo aplicó la técnica de interrogación llamada “la desesperación aprendida”. En el New England Journal of Medicine (2005), los investigadores Bloche y Marks notan que, desde el 2002, psiquiatras y psicólogos han sido parte de una estrategia que utiliza el estrés extremo como modificador de conducta. Otras medidas son la privación del sueño, el aislamiento prolongado, posicionamiento corporal doloroso, cambios extremos de temperatura y humillación sexual y cultural.
Además de la cuestión moral, la participación en estas actividades de profesionales de la salud mental entra en conflicto con las normas de ética establecidas por las asociaciones psiquiátricas y psicológicas estadounidenses. El escándalo de Abu Ghraib hizo pública la participación de psicólogos y psiquiatras; después de un período de debate, en mayo del 2006, la Asociación Psiquiátrica Estadounidense emitió una orden que prohíbe la participación directa de psiquiatras en actos de interrogación, en Guantánamo o en cualquier parte.
Indefinición de términos
Lo mismo no se puede decir de los psicólogos. La asociación de psicólogos formó un comité para determinar cuál sería su posición acerca de las interrogaciones, llamado “El consejo presidencial sobre la ética psicológica y la seguridad nacional” (The Presidencial Task Force on Psychological Ethics and Nacional Security ). La mayoría de los integrantes votantes, 6 de los 9, eran psicólogos que ya trabajaban en asuntos militares y de inteligencia, varios de ellos conectados con Guantánamo y las interrogaciones. El resultado fue previsible; dice el informe final: “Es congruente con los códigos de ética de la APA que los psicólogos sirvan como consultores en los procesos de interrogación y la extracción de información para propósitos relacionados con la seguridad nacional”.
El informe dice que los psicólogos no deberían estar involucrados en actos de tortura o conductas crueles, degradantes o inhumanas pero, al igual que la administración de Bush, se resiste a definir estos términos. A pesar de que se sigue reportando la participación de psicólogos en actos de tortura, la APA no ha abierto ninguna investigación. Más bien, su presidente manifestó: “Un numero de comentadores oportunistas disfrazados de académicos han continuado reportando supuestos abusos por profesionales de salud mental. Pero no entregan a la APA los nombres y circunstancias de los involucrados…”.
La participación de psicólogos en actos de interrogación en Guantánamo, donde ha habido por lo menos 120 intentos de suicido desde el 2002, no es simplemente un asunto profesional. Es un reto moral para el concepto del uso del conocimiento al servicio del bien y no del mal. Si esta participación sigue, la psicología perderá su alma, así como la sociedad estadounidense perderá su alma si se siguen cometiendo estos horrores en su nombre. Aquí, en Costa Rica, hace unos días, un médico prominente en este mismo diario alabó el uso de la máquina de muerte y tortura llamada Guantánamo, como fortaleza última en una guerra galáctica entre el demonio y el mundo occidental. Es decir, nos pertenece a todos esta cuestión moral.
Escrito por Rodrigo Barahona, puedes escribirle a su correo [email protected]