Imaginemos una situación cualquiera que encuentra a dos chicas de la misma edad a punto de salir a trotar. Podemos “verlas” y también ¿podríamos hacer hipótesis acerca de sus pensamientos y emociones… acerca de cómo viven ese momento?
Juana y Maura, con un nivel similar de condición física, van a correr al Parque Urquiza, 30 minutos, 3 veces por semana, a una velocidad de 6 minutos por kilómetro.
Hacen lo mismo puesto que el tipo de actividad, la frecuencia, la intensidad y el tiempo (variables FITT) estarán provocando adaptaciones similares en sus respectivos sistemas cardiorrespiratorios y locomotores.
Sin embargo, es posible que mientras corren, Juana esté pendiente del tiempo y la distancia, y Maura lo esté del paisaje o de las sensaciones que experimenta al correr. O que Maura esté contenta porque correr le permite disfrutar de sí misma y de la compañía de su amiga, mientras Juana se sienta culpable porque piensa que, en realidad, 30 minutos es «demasiado poco». Puede que Juana odie su cuerpo y sienta una necesidad compulsiva de hacer ejercicio para librarse de sus «rollitos» mientras que Maura se acepte como es.
Obviamente sus experiencias al salir a trotar son distintas.
Estas diferencias no radican en las características cuantitativas de la práctica, sino en los significados y las actitudes que condicionan su práctica.1
Siguiendo a Sara Márquez decimos que podemos clasificar la Actividad Física (AF) según la experiencia y el significado que las personas le otorgan:
- Catarsis: la AF como una forma de aliviar tensiones y distraerse.
- Salud y forma física: para mejorar la salud y la forma física se la realiza regularmente y de forma controlada.
- Búsqueda de vértigo: las actividades elegidas incluyen vértigo, velocidad y sensaciones nuevas.
- Experiencia social: las características de la AF y el contexto donde se realizan se convierten en el mejor momento para satisfacer las necesidades sociales. Sirve para hacer nuevas amistades y para mantener las que ya se tienen.
- Experiencia estética: actividades que implican belleza, armonía, simetría, equilibrio.
- Experiencia ascética: búsqueda de entrenamientos duros y dolorosos en pro de la consecución de alguna meta compleja.
Partiendo de la conceptualización que hace Pate distinguimos dos tipos de actitudes de aquellas personas que realizan AF: actitudes hacia el resultado y actitudes hacia el proceso.
- Actitudes hacia el resultado. Es la disposición a valorar la AF como un medio para conseguir diversas consecuencias consideradas socialmente como saludables, entre las que se destacan el desarrollo de la condición física, la mejora de la apariencia, la autosuperación y la victoria.
Las prácticas se articulan en torno a variables cuantitativas que permiten determinar objetivamente, utilizando dispositivos electrónicos que midan lo que se pretende medir, cómo se mejora o se mantiene la condición física y la salud.
Podemos citar la mejora de la función cardiorrespiratoria, pérdida de peso si se combina con un plan de alimentación adecuado, prevención del desarrollo de enfermedades (como diabetes tipo 2, hipertensión arterial), disminución de los valores de colesterol LDL (malo) y triglicéridos, aumento del colesterol HDL (colesterol bueno) y mejora de los valores de presión arterial.
- Actitudes hacia el proceso. La AF se considera fundamentalmente una experiencia personal y una práctica sociocultural; se enfatiza así el potencial beneficio de la práctica en el bienestar de las personas, las comunidades y el medio ambiente.
La mejora de la condición física, la victoria o cualquier otro resultado de la AF se consideran consecuencias más o menos importantes de la práctica, pero no le dan su sentido último; éste viene proporcionado por la vivencia de la propia práctica. Estos rasgos no se vinculan a consecuencias tras la práctica, sino a la manera en que personas y grupos, con sus propios intereses, gustos, capacidades y posibilidades, experimentan el proceso de llevarla a cabo. Disfrutar «porque sí» de la práctica. Llevarla a cabo se convierte en un objetivo en sí mismo sin buscar otro tipo de recompensa externa (por ejemplo, resultados, premios).
Esto no implica tanto un nuevo tipo de actividades, sino un modo distinto de “cómo” hacerlas, más centrado en las vivencias inherentes a la práctica que en la medición y la constatación del rendimiento físico.
En conclusión, la consecuencia de esta distinción es que la AF y la salud pueden ser entendidas, sentidas y llevadas a cabo de distintos modos y es posible que una persona mantenga actitudes positivas o negativas hacia el resultado o haya personas que tengan actitudes positivas tanto hacia el resultado como hacia el proceso, cuya disposición positiva hacia la práctica concuerda con su disposición positiva hacia las consecuencias que espera obtener de ella. En cambio, algunas personas se sienten atraídas por los procesos que la práctica genera sin prestarle demasiada atención a los resultados.
En este sentido, las relaciones entre AF y salud no pueden objetivarse o prescribirse solamente, sino comprenderse y orientarse en función de las características de las personas y los grupos que la practican.
Y ud, ¿cómo hace actividad física?
Referencias
Airasca, D. (2012). La cultura escolar ¿Una aproximación a la cultura sedentaria? Buenos Aires: Teseo, Universidad Abierta Interamericana.
Álvarez, F. Evelia, Gómez, Brito V. y González, J. (2017). Influencia de la motivación y del flow disposicional sobre la intención de realizar actividad físico-deportiva en adolescentes de cuatro países. RETOS. Nuevas Tendencias en Educación Física, Deporte y Recreación.
Csikszentmihalyi, M. (2003). Aprender a fluir. (Tercera edición). Barcelona: Editorial Kairós. Original: Finding Flow. The psychology of engagement with everyday Life. New York: Basic Books, 1997.
Márquez, S. (1995) Beneficios psicológicos de la Actividad Física. Revista de Psicología clínica y aplicada, 48 (1) 185‒206.
Ministerio Salud de la Nación (2013). Tercera encuesta nacional de factores de riesgo. Buenos Aires: Ministerio de Salud.
Organización de Naciones Unidas. (2011). Declaración Política de la Reunión de Alto Nivel de la Asamblea General sobre la Prevención y el Control de las Enfermedades No Transmisibles. Sexagésimo sexto período de sesiones. New York.
Pate, C.; Trost, S.; Dpwda, M.; Ott, A.; Ward, D. y Saunder, R. (1999). Tracking of physical activity, physical inactivity, and health-related physical fitness in rural youth. Pediatric Exercise Science, 11, 364-376. DOI: 10.1123/pes.11.4.364.
Toscano, W. y Rodríguez de la Vega, L. (2008). Actividad física y calidad de vida. Revista Hologramática, Facultad de Ciencias Sociales UNLZ, Número 9, VI, pp. 3-17.
- El destacado corresponde al original. Pérez Samaniego y Devís Devís: La promoción de la actividad física relacionada con la salud (2003). ↩