“Hay un creciente campo de investigación que demuestra que los movimientos oculares podrían servir como una ventana a una parte del cerebro que juega un rol en numerosos desórdenes neurológicos y del desarrollo, como el autismo”.
Así explica John Foxe, director del Instituto de Neurociencias del Centro Médico Del Monte (Universidad de Rochester-URMC), la importancia de los resultados publicados por la European Journal of Neuroscience en relación con un estudio que podría conducir a una nueva herramienta para ayudar a diagnosticar a un subgrupo de personas con trastornos del espectro autista (TEA).
La herramienta consiste en una prueba de visión que mide los movimientos oculares rápidos, lo que podría identificar déficit en un área del cerebro fundamental en el desarrollo emocional y social.
El diagnóstico de personas con TEA ha sido siempre complicado debido a que este se caracteriza por una dimensión amplia de síntomas que pueden variar de un individuo a otro. Esto dificulta el diseño de un curso de tratamiento y la identificación del fenotipo específico del trastorno, lo que sería el primer paso para una intervención de calidad.
Este nuevo método propone ser una solución basada en el análisis de los movimientos oculares a través de los cuales el cerebro controla y procesa información.
Los movimientos rápidos, por ejemplo, son una señal de que estamos desviando nuestra atención de un punto a otro, y tiene que ver esencialmente con la navegación especial, la comprensión y la interacción con el mundo
La relevancia potencial del movimiento ocular en los individuos con autismo es el área del cerebro que controla estas acciones, una estructura densamente compacta de neuronas conocida como el cerebelo. Este juega un rol tradicional en el control motor y también en las emociones y la cognición. Los investigadores aseguran que existe una creciente evidencia de que la estructura del cerebelo se ve alterada en una subpoblación de individuos con TEA.
El estudio se basó en rastrear los movimientos oculares de individuos con TEA pidiéndoles que ubicaran un objetivo visual que aparecía en diferentes lugares en una pantalla. El experimento fue diseñado de manera que a menudo el foco del participante “rebasó” el objetivo previsto. En individuos sanos, el cerebro ajusta los movimientos oculares, pero en individuos con TEA, los movimientos oculares pierden el objetivo, lo que sugiere que los controles sensoriales en el cerebelo responsable del movimiento de los ojos se ven afectados.
“Estos hallazgos sugieren que evaluar la capacidad de las personas para adaptarse ocularmente a las amplitudes es una forma de determinar si esta función del cerebelo se encuentra alterada por TEA”, explicó Edward Freedman, profesor asociado del Departamento de Neurosciencias de la URMC y coautor del estudio.
Fuente: Science Daily; University of Rochester Medical Center