La pandemia actual que vivimos a nivel global producida por el SARS- CoV- 2, nos introduce a un escenario difícil que representa un gran desafío para las diferentes disciplinas del conocimiento. La medicina, la ingeniería, la economía, entre otras disciplinas, vienen trabajando en el establecimiento de medidas que contribuyan a una salida frente a la crisis. Desde el análisis funcional de la conducta también se pueden brindar respuestas al complejo panorama que encierra esta problemática.
El problema central no solo radica en la facilidad y rapidez con la que se produce el contagio, sino también en que las pautas de conducta que deberían cumplirse para prevenirlo son omitidas por un importante porcentaje de personas. En ese sentido, el comportamiento de las personas resulta determinante para controlar la escalada del problema. En materia de prevención de accidentes y enfermedades ocupacionales, por ejemplo, se habla de cultura de seguridad (Ministerio de Energía y Minas , 2017) para hacer referencias a los valores, creencias y hábitos de las personas, orientados a su propio cuidado en contextos laborales. Obviamente el establecimiento de una cultura de prevención en las organizaciones, no es simple, depende de un proceso complejo que implica muchas variables (información, formación, liderazgo, etc.). Un interesante modelo de referencia para comprender las etapas de desarrollo de una cultura de prevención en empresas, lo encontramos en la curva de Bradley elaborado por la empresa Dupont en el año 1994 (Serrano, 2016). Cuatro son las fases que constituyen la curva de Bradley: 1) Reactiva, 2) Dependiente, 3) Independiente e 4) Interdependiente, siendo esta última la de mayor madurez (Ver figura 1).
Tal como se observa en la figura 1, en la primera etapa denominada reactiva, las personas solo se protegen por “instinto natural” o dicho de mejor forma, por las contingencias de supervivencia (Skinner, 1974), esto es actuar sin un criterio técnico o normativo que optimice la efectividad de sus respuestas frente a un riesgo específico. Este nivel precario de percepción del riesgo genera además un bajo nivel de responsabilidad. Extrapolándolo al contexto de la pandemia, encontraríamos aquí a las personas que recién entienden la magnitud del problema cuando sufren las consecuencias del contagio o perciben el sufrimiento de sus familiares por dicha razón.
En la segunda etapa, dependiente, existen normas que permiten orientar mejor las conductas de prevención, sin embargo, se depende de una autoridad (supervisión) que administre las normas de manera punitiva (sanciones). Aquí podríamos ubicar a las personas que teniendo la prescripción de la regla la omiten generando que se apliquen consecuencias como multas o arrestos en los casos más graves (estímulos aversivos). A pesar de que el uso exclusivo de sanciones para modificar el comportamiento genera resistencia, oposición o conductas de escape (contracontrol), este suele ser el mecanismo más usado para reducir comportamientos no esperados.
En la tercera etapa, independiente, se puede decir que el sujeto ha “internalizado” las normas traduciéndose esto en un cumplimiento espontáneo de las reglas. El autocuidado es la característica conductual que prevalece en las personas que se ubican en esta fase de desarrollo de una cultura de prevención. Las reglas se asimilan de tal manera que sus consecuencias se valoran más allá de lo que representa evitar una sanción, lo que implica el reforzamiento positivo por medio de autoafirmaciones reforzadoras (Martin & Pear, 2018) o bien a través de la ocurrencia de un reforzamiento automático producido por la emisión de una conducta clave para el logro de un objetivo personal (evitar accidentarse o enfermarse).
Finalmente, en la cuarta y última etapa, interdependiente, el sujeto no solo se orienta en función al autocuidado, sino que además busca cuidar a las personas que se encuentran a su alrededor. Esto implica, por ejemplo, el ejercicio de retroalimentar correctivamente a quienes omiten el cumplimiento de la regla. Es decir, en este es nivel máximo de madurez de una cultura de prevención se producen metacontigencias, aquellas conductas de apoyo mutuo que conocemos coloquialmente como trabajo en equipo, dado que se llega a la comprensión de que el logro de un objetivo colectivo genera mejores resultados que el logro de un objetivo individual (Glenn, 1988).
Es obvio que en sí misma la curva de Bradley no ofrece una metodología de intervención para la modificación del comportamiento, sin embargo, nos permite organizar acciones para dirigirlas de manera eficiente a partir de un análisis funcional de la conducta problema. Además, la importancia de usar la curva de Bradley para formar o consolidar una cultura de prevención radica en que en la medida que consigamos avanzar en cada una de sus etapas, el índice de lesiones y/o enfermedades será cada vez menor. Por otro lado, podemos inferir que un porcentaje importante de la población se encuentra en las fases reactiva o dependiente, fases en donde se presenta el comportamiento riesgoso o problemático. A su vez, esto no implica que las etapas independiente e interdependiente no sean susceptibles de intervención. Sin embargo, se deben establecer los criterios adecuados para definir tanto los objetivos como las técnicas de modificación de conducta pertinentes para cada una de las etapas (ver figura 2).
Con relación a las conductas riesgosas están deben ser definidas de forma clara y objetiva, y además estar organizadas en categorías, por ejemplo: USO DE IMPLEMENTOS DE SEGURIDAD como categoría general para las conductas de: 1) Usar mascarilla de manera adecuada, 2) Usar mascarilla en buen estado, 3) Usar guantes de látex o nitrilo solo para manipular objetos. Siendo los supermercados, mercados y bancos, lugares considerados focos de infección de la enfermedad, estos podrían ser contextos idóneos para desarrollar estrategias de intervención. Si bien los programas de intervención conductual alcanzan una alta efectividad en ambientes controlados (escuelas, hospitales, empresas, etc.), la comunidad no es un contexto ajeno a la posibilidad de desarrollar conductas saludables por medio de la administración de técnicas de modificación del comportamiento (Costa & López, 1986).
Análisis de los antecedentes
Situaciones como tener que hacer compras de alimentos, hacer una cola en un banco o establecimiento, tener que comunicarse con un vendedor en el supermercado, constituyen estímulos discriminativos que preceden a las conductas riesgosas tales como: usar de manera inadecuada la mascarilla o no respetar la distancia mínima de 1,5 m. Además, en este punto es importante considerar factores disposicionales como el grado de instrucción, situación laboral, nivel de ingresos, que influyen sobre las creencias y actitudes de las personas para comportarse de una manera determinada. Se ha visto, por ejemplo, la difusión por redes sociales de todo tipo de “teorías conspirativas” sobre el origen del coronavirus, así como también, sobre supuestas “recetas milagrosas”, las cuales no tienen mayor sustento científico, pero han generado confusión y desinformación en muchas personas, sobretodo en aquellas con un nivel de formación básico, reduciendo sus posibilidades de actuar de manera eficiente para evitar el contagio. Por otro lado, aquellas personas que no tienen cubiertas sus necesidades básicas o aquellas que no han percibido ingresos durante el período de cuarentena, serán más propensas a trasgredir las normas de prevención impuestas por las autoridades. En ese sentido, las reglas, el cumplimiento y la administración de las mismas (modelado), la información gráfica que se ofrezca sobre ellas en espacios públicos, se consideran también como variables antecedentes.
Análisis de los consecuentes
Las noticias muestran al hartazgo personas que no utilizan de manera adecuada las mascarillas y en los casos más graves no utilizan las mismas (en el caso del Perú se han establecido multas por no usar mascarillas al transitar por la calle). A su vez, nos deja absortos ver imágenes de personas aglomerándose en bancos, mercados y otros espacios públicos, sin respetar las restricciones de distancia física, pero ¿por qué ocurren y qué mantiene estas conductas considerando además que son socialmente castigadas? Una respuesta la encontramos en que la comodidad (pocas personas estás acostumbradas a usar mascarillas), la sensación de ahorro de tiempo, la reducción de la ansiedad experimentada al cobrar un bono del gobierno, son reforzadores poderosos por su inmediatez y certeza; a diferencia de las enfermedades que siempre tienen un plazo de aparición que no es inmediato y que además encierran cierto nivel de probabilidad.
Estrategias de intervención
A nivel de los antecedentes el ofrecer una información clara, persuasiva y ajustada a las características culturales de la población es importante, aunque no siempre suficiente (Costa & López, 1986). Por ejemplo, una temática transversal a nivel cultural es el fútbol, “jugamos un partido difícil”, esta analogía puede ser explotada de muchas maneras, y de hecho se han dado casos como el de la reciente publicidad realizada por la Asociación de Futbol Argentino (AFA) con el fin de promover la conducta de quedarse en casa. En esa misma línea, explotar la aparición de figuras públicas como futbolistas para modelar la conducta de quedarse en casa o usar mascarillas al salir a la calle. Por otro lado, ubicar en espacios públicos estratégicos señalizaciones de uso obligatorio de mascarillas y guantes, siguiendo el diseño estándar de las normas técnicas vigentes (Instituto Nacional de Defensa Civil , 2004), resultan importantes por poseen una característica intrínseca disuasiva.
A nivel de los consecuentes los programas de economía de fichas han demostrado una sólida solvencia para la creación y mantenimiento de conductas pro-sociales. Por ejemplo el brindar tickets con valor canjeable por respetar la distancia física en la cola en un banco, o usar la mascarilla de manera adecuada en el supermercado, ambos entornos sociales con un relativo nivel de control. A su vez, se podrían aplicar la reducción de precios en supermercados en horarios de bajo flujo de personas. La retroalimentación positiva también es una poderosa técnica que ayuda a mantener el comportamiento seguro y su administración por parte de la autoridad policial podría ser una estrategia de reforzamiento social que complemente el ejercicio de la retroalimentación correctiva (reforzamiento negativo), dado que un porcentaje importante de personas respeta las reglas.
Finalmente, es importante señalar que esta situación global ha evidenciado actitudes negativas de muchas personas, sin embargo, también se ha presentado como una oportunidad para rescatar acciones positivas de muchas otras. Valores como solidaridad, cooperación, responsabilidad, empatía, entre otros, han estado presente en muchos casos que en la mayoría de oportunidades han sido ignorados por la sociedad y los medios de comunicación.
Referencias bibliográficas:
Costa, M. & López, E. (1986). Salud Comunitaria. Barcelona: Martínez Roca.
Dupont (2020). Las etapas de la curva de Bradley de Dupont. . Mayo 6, 2020, de DSS sitio web: https://latam.consultdss.com/curva-bradley/
Glenn, S. (1988). Contingencies and Metacontingencies: Toward a Synthesis of Behavior Analysis and Cultural Materialism. The Behavior Analyst, 2 (Fall), 161- 179.
Instituto Nacional de Defensa Civil (2004). NTP 399.010- 1: Señales de seguridad. Colores, símbolos, formas y dimensiones de señales de seguridad. Parte 1 reglas para el diseño de las señales de seguridad. Mayo 6, 2020, de INDECI Sitio web: http://bvpad.indeci.gob.pe/doc/pdf/esp/doc709/doc709-8.pdf
Martin, G. & Pear, J. (2008). Modificación de conducta: qué es y cómo aplicarla. Madrid: Pearson Educación, S.A.
Ministerio de Energía y Minas (2017). Decreto Supremo Nº 024-2016-EM (y su modificatoria D.S. N° 023- 2017-EM), Reglamento de Seguridad y Salud Ocupacional en Minería. Lima: ISEM
Serrano, A. (2016). ¿Qué nos enseña la curva de Bradley? Mayo 02, 2020, de Prevenblog Sitio web: https://prevenblog.com/nos-ensena-la-curva-bradley/
Skinner, B. F. (1974). Sobre el conductismo. España: Ediciones Martínez Roca, S.A