Durante mi experiencia como psicóloga fuí pasando por diferentes formaciones, capacitaciones, enfoques teóricos, etc. En un principio me sonaba bien ser terapeuta conductual, cognitiva y contextual; éramos todos TCC una C más una C menos, en ese momento era el grupo que hacia terapias basadas en la evidencia, parecido a una especie de secta en donde pocos entraban.
Hasta que en un momento empecé a reconocer en mí misma persona haciendo terapia ACT como consultante, que esto era bastante complejo, más bien que todo lo que había estudiado en la carrera de grado poco encajaba con mi mirada de salud – enfermedad. A veces está bien no resistir archivo (lo escuché en un podcast hace poco) porque eso quiere decir que nos cuestionamos, transformamos, movemos. La misma ciencia muta, no está quieta; por qué nosotros tendríamos que quedar atados a una parte de todo el movimiento.
En este recorrido, donde literalmente mi mente se abre, empecé a notar que algunas cosas de las que había estudiado no coincidían con las habilidades que iba desarrollando en mi propia terapia y empecé a curiosear cada vez más que aleja a las ciencias contextuales de las cognitivas.
Realmente creo que hoy coincidimos la mayoría de lxs psicóloguxs que trabajamos desde las prácticas basadas en la evidencia, que la ciencia básica puede explicar cada proceso, herramienta o habilidad que se trabaja desde cualquier modelo; pero lo que cambian son los objetivos de las mismas dependiendo de la mirada del mundo y de la concepción de la salud / enfermedad de las corrientes terapéuticas.
Dentro del repertorio de comportamientos que desarrollan las personas gracias a las intervenciones terapéuticas podemos observar cambios sustanciales en sus vidas; estos cambios mejoran su calidad de vida, pero la gran pregunta que se abre es ¿a qué dirección apuntan esos comportamientos aprendidos?.
Es acá donde podemos encontrar las diferencias entre las ciencias cognitivas y las contextuales. Sin pensar que una es mejor que la otra, simplemente poder pensar que son rutas que apuntan a destinos distintos.
¿Los comportamientos apuntan a controlar las emociones, cambiar los pensamientos, discriminar esquemas internos que funcionan “mal”, promover la evitación del sufrimiento a través de la eliminación de los síntomas; entendiendo la salud mental desde el modelo médico hegemónico, donde la explicación al comportamiento humano es causal, “actuó de determinada manera por lo que siento o pienso” y el sufrimiento se percibe como enfermedad a curar?
O, por el contrario, ¿los comportamientos apuntan a relacionarnos con nuestra parte interna de forma correlacional, es decir discriminar nuestras emociones, pensamientos, impulsos; entendiendo que podemos responder a los mismos de formas diversas, promoviendo las que nos acerquen a lo que es valioso para nosotros mismos, en lugar de a los que eliminan esas sensaciones internas? Además en esta dirección, se entiende el sufrimiento inherente a la condición de humanidad, teniendo una mirada macro donde no hay un mal funcionamiento individual sino un contexto a tener en cuenta. Desde esta mirada el contexto es el entorno, el medio en donde se vincula una persona; la misma persona como ser socio verbal y lo que sucede dentro de su piel y la relación terapéutica.
Si conoces de modelos cognitivos o contextuales espero que hayas podido discriminar cuál de los párrafos anteriores coinciden con su mirada de mundo.
Podemos explorar un poco más en detalle.
Por un lado, el modelo cognitivo utiliza herramientas de los procesos básicos del conductismo radical; sumando intervenciones cognitivas propias como por ejemplo la reestructuración cognitiva, para trabajar sobre los comportamientos encubiertos, también llamados privados. Utiliza la metáfora del procesador de una computadora para modelar la idea del problema en el interior de la o él consultante. Mediante registros diarios, ejercitaciones y hojas de práctica enseña al consultante a identificar estas cogniciones (pensamientos, emociones, sentimientos, etc.) que son vistas como las causas del sufrimiento y el principal objetivo es el cambio de los mismos.
Por otro lado, los modelos contextuales tienen sus raíces en el conductismo radical, contextualismo funcional y en la teoría de los marcos relacionales (RFT). Utilizan diferentes herramientas específicas dependiendo de qué terapia se realice, pero apuntan a la adquisición de habilidades que permitan la generalización de repertorios que promuevan una vida hacia los valores del consultante. En relación a los eventos privados indeseados o síntomas, no son cuestiones a sanar; más bien son vistos como visitantes transitorios que vienen y van, el objetivo principal es ampliar el repertorio de comportamientos que nos acerquen a la vida que queremos tener a pesar de su presencia.
Una curiosidad a tener en cuenta es que hay términos que se repiten o parecen parecidos entre los diferentes modelos de terapias. Es por esto que tenemos que conocer las diferencias y ver cual es el objetivo de la intervención a realizar. Podemos ver algunos ejemplos, por un lado la palabra aceptación en ACT tiene una definición distinta a la misma palabra desde DBT, la primera refiriendo a la aceptación de lo que sucede dentro de la piel y la segunda radicalizada, pensando en el contexto externo a la persona que no puede cambiar. Por otro lado, mindfulness tiene una sola definición pero la función en ACT es totalmente contraria a en DBT. Como ven podríamos ir seleccionando habilidades, incluso la reestructuración cognitiva y usarla con una u otra función en relación a nuestra visión de mundo.
Podemos equivocarnos mil veces, hipotetizar la función que queremos que tengan las habilidades cuando las enseñamos y que salga lo contrario. Hacer una intervención creyendo ir en una dirección y que de repente darnos cuenta que resulta en otra. Lo importante es poder ser conscientes en la conceptualización de los casos y la planificación de nuestras intervenciones de cual de estos destinos son el norte para nosotrxs, pero sobre todo para nuestxs consultantes.