¿Por qué me afectan tanto las cosas? Es uno de los planteamientos frecuentes que oigo de mis pacientes, haciendo referencia a una sensación subjetiva y consistente en que pequeños acontecimientos provocan en ellos respuestas más intensas (o que les afectan más de lo que a ellos les gustaría o consideran lógico).
Como casi todo cuando hablamos de psicología —y de algo tan rico y variado como son las personas— no hay una única explicación posible aplicable a todo el mundo y que explique por sí el asunto. Y es que cada persona es un mundo, tiene su propia historia de vida y su forma de entender la misma en base a su sistema de valores y creencias (vamos, que cada uno es de su padre y de su madre…).
Aun así, voy a intentar explicar las causas más frecuentes de esta sensación y las reflexiones que suelo hacer con mis pacientes. Es decir; que ellos hacen y yo también (que en mi trabajo se aprende muchísimo del paciente, esa persona que en teoría es la que está mal) sobre el tema.
Por un lado, una explicación pausible es la de que ya no puedes más, estás al límite de tus fuerzas, sobrecargado de llevar cosas o aguantando en una situación muy costosa e hiriente para ti (como mantenerte en un trabajo que no aguantas, vivir a base de sobreesfuerzos, sentirte muy culpable o mal contigo mismo, sentirte indefenso o expuesto, que no tienes el control de tu vida y no eres libre…). De forma que, al igual que un vaso que está a ras no necesita un chorro grande de agua para desbordarse, sino que basta con una simple gota, a ti no te no hace falta que ocurra nada de mucha intensidad, para que sobrepases tu límite natural y te quiebres o pierdas el control.
La cuestión aquí por tanto no es cómo hacer para no desbordarte, sino para poder vaciar ese vaso que va tan lleno, y por qué te has acostumbrado o has normalizado estar siempre al límite o convivir con algo que siempre va añadiendo agua a tu vaso.
La otra opción más frecuente es que aquello que pasa, aunque sea pequeño, toca en una herida emocional abierta, es decir: algún tema que te hace daño porque aún no tienes resuelto. Por eso basta que lo que ocurra, por pequeño que sea, tenga que ver con ese tema (o tu mente pueda hacer una asociación con el mismo) y por eso duele tanto y tu reacción es acorde a ese dolor. Siguiendo la metáfora de la herida, un pequeño golpe en una pierna sana no es dolorosa, pero… ¿y si te golpearan ligeramente una pierna en carne viva y con un corte muy profundo? Te dolería terriblemente, e incluso una caricia también podría provocar esa reacción de dolor.
Por ejemplo, cuando tenía entre 12 y 15 años se metían mucho conmigo por mi aspecto físico (tenía un problema de crecimiento en la mandíbula y no era un chaval muy agraciado, más bien feo) que fue algo que me hizo (todavía me hace) mucho daño. Cuando en la etapa universitaria salía de fiesta y me intentaba ligar alguna chavala, cualquier comentario sobre mi aspecto o que me reachazara me afectaba enormemente, teniéndome de bajón uno o dos días. Yo no lo entendía ¿Por qué me afecta tanto si esa chica ni la conozco ni me importa más allá de querer conocerla de copas? ¿Por qué mi bienestar depende tanto de ligar o no?, hasta que mi psicoterapeuta me hizo ver que cada vez que me “rechazaban” eso tocaba esa herida dolorosa, esa sensación de ser atacado y rechazado por ser feo. Es por ello que que cuando la chica en cuestión me rechazaba, mi mente conectaba con esas sensaciones tan dolorosas de mi pre adolescencia.
Sea por una cuestión u otra, el caso es que ocurre algo “tonto” o “poco importante” y reaccionas, no sólo a aquello que acaba de sucederte, sino a todo lo acumulado, y de pronto te derrumba. Normalmente, por “derrumbarse” hablo de una reacción emocional que solemos entender desproporcionada: nos enfadamos enormemente y no lo podemos controlar: nos echamos a llorar sin poder evitarlo, estar unos días de bajón o sin ganas de nada y nos aborda la ansiedad y sentimos que perdemos el control…
Cuando te ves así o después de esta reacción tiendes a pensar “¿por qué me he puesto así con algo tan insignificante?” y, o te da el pánico porque sientes que se te está yendo la olla o te fustigas y te tratas fatal por ser así de blando o histérico y por no tener más autocontrol. Y la realidad, es que estás viendo sólo una pequeña escena, en lugar de ver toda la jodida película.
Si sólo miras esa escena, en la que pierdes los nervios con tu pareja, pues sí, eres un poco histérico. Pero si ves la película completa, y haces lo difícil, que es en vez de juzgarte aceptar que eso te está pasando y tratar de entenderte, te darás cuenta de que al personaje de esa peli le llueve sobre mojado, y que su reacción fue desproporcionada, ¿pero cómo no lo iba a ser con lo que lleva pasado? Si esto te pasa con relativa frecuencia, puedes buscar chorradas en libros de autoayuda e internet sobre “cómo hacer que las cosas no te afecten” o “5 tipos de control emocional” o puedes echarle cojones, tratarte con amor y respeto, e ir a psicoterapia.