Javier Salas explica en El País una interesante investigación que explica las dificultades cognitivas para asumir el error y que confían demasiado en su propio juicio:
“Descubrimos que las personas que tienen creencias políticas radicales tienen una metacognición peor que aquellas con puntos de vista más moderados. A menudo, tienen una certeza errónea y se resisten a cambiar sus creencias frente a la evidencia”, explica Fleming. Esta metacognición de la que habla Fleming, poder pensar sobre el acierto de uno mismo, está fuertemente vinculada a la capacidad para incorporar nuevas evidencias después de una decisión, lo que permite revertir de elecciones incorrectas.
El monopolio de la verdad:
Sobre esta misma idea trabajó José Manuel Sabucedo, catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela, para saber si creerse en posesión de la verdad era una buena forma de predecir el radicalismo político. “Descubrimos que el monopolio de la verdad es un buen predictor de actitudes extremistas, lo que permite intervenir sobre aquellos que se creen en el derecho y la obligación de imponérsela a los demás”, explica Sabucedo.
Sabucedo considera que esto encaja en el concepto de realismo ingenuo, que es como se define cuando los individuos creen que la realidad es tal y como ellos la perciben. “Y si no compartes mi modo de ver las cosas, es porque te falta información, careces de capacidad analítica o es que estás sesgado por tu ideología”, apunta Sabucedo, presidente de la Sociedad Científica Española de Psicología Social. Este fenómeno tiene un peligro, apunta el catedrático, y es que puede llevar a alguien a obligar a ver la verdad a los demás “incluso de buena fe”.