Hace unos años, Beth Azar escribió un artículo titulado: A reason to believe (Una razón para creer), el cual fue publicado en el revista Monitor on Psychology de la Asociación Americana de Psicología (APA).
El texto hace una revisión interesante de los factores biológicos que predisponen al ser humano a creer en Dios o a aferrarse a la religión discrepando de la típica posición sostenida por psicólogos como Sigmund Freud, que catalogan las creencias religiosas como “patológicas”.
La influencia de la religión en la sociedad, escribe Azar, ha sobrevivido durante más de 100,000 años y predomina en todas las culturas del mundo, una clara señal de que, para el ser humano promedio, la religión está lejos de ser concebida como una patología.
Según los investigadores y psicólogos especializados, la religión ha sobrevivido todo este tiempo porque nos ayudó a “formar grupos sociales grandes, unidos por creencias comunes”. De hecho, creer en Dios o en una religión podría ser visto como una prueba de nuestra capacidad cerebral, ya que implica crear patrones cognitivos para darle una razón de ser a nuestra existencia, antropomorfizar nuestro entorno (a través de la creencia en dioses con forma humana) y creer que el mundo fue creado para nuestro uso, lo cual nos ha permitido explotar los recursos naturales para nuestra supervivencia (aunque también abusar de ellos).
“Es difícil construir el argumento de que la religión es una patología” (Justin Barrett, Centro de Antropología y Mente – Universidad de Oxford)
La creencia contra lo incierto
Cuando los barcos de los griegos eran volcados por la tormenta en el mar, la consigna común era que Poseidón estaba muy enojado por la ausencia de tributos, el mal estado de su templo o la indiferencia del pueblo hacia los dioses. Esta tendencia a la antropomorfización, lejos de ser indicio de una patología, permitió a los griegos y a muchos otros pueblos encontrar una forma “lógica” de poner en orden su entorno, explicar los fenómenos meteorológicos y las enfermedades.
Creer en los dioses impidió que los primeros humanos enloquecieran a la sombra de una existencia plagada de incertidumbre y caos. A esta idea de un mundo creado por seres superiores para ser habitado por humanos se le llama diseño intencional, ya que nos pinta la teoría de que existimos con un propósito, que no somos un accidente biológico.
La búsqueda del sentido está innegablemente arraigada a nuestros instintos básicos. Los niños a menudo dicen cosas como: “Llueve porque el cielo está llorando”; esta no es sólo creatividad infantil, también es una muestra de cómo el cerebro humano tiende a establecer relaciones causales.
El ser humano detesta la incertidumbre. La ha detestado siempre. Es la incertidumbre lo que nos genera estrés psicológico y, sin duda, es el principal móvil de la ansiedad, los ataques de pánico y la depresión.
La religión ha suplido durante siglos la necesidad humana de otorgarle un significado a las cosas para evitar la angustia de existir sin una razón aparante. Sin embargo, también hay otros beneficios psicológicos que la religión ha brindado al ser humano, la más significativa ha sido la prosocialidad.
Compartir una visión religiosa permitió a los grupos sociales desarrollarse de forma cooperativa por un bien común y mantener un sistema de orden interno que sostuvo a flote a grandes civilizaciones, como la egipcia, a lo largo de milenios. En palabras del científico Ara Norenzayan, la religión ha sido una de las formas en que las sociedades han conseguido que individuos sin relación biológica se comporten de forma gentil entre ellos.
Así que si nos remitimos a los beneficios psicológicos de creer en Dios, e interpretamos la religión como un camino a favor de la prosocialidad y el apoyo mutuo entre los miembros de un grupo social, encontraremos que la religión aporta al individuo un sentido de pertenencia y satisfacción general, además de ser una forma de mantener el comportamiento del hombre a la raya de las normas vigentes.
En este aspecto, Dios se convierte en un “agente que monitorea” la conducta humana. Incluso si nadie ve lo que estamos haciendo, Dios puede verlo y tendremos que enfrentar las consecuencias de nuestros actos.
Las religiones, en su principio filosófico de “camino de paz y solidaridad entre los pueblos” son realmente un recurso útil para construir comunidades altamente morales, y todos los problemas que históricamente se han vinculado con la religión no han sido producto de ella sino un subproducto de los defectos humanos.
En su libro “En defensa de Dios: Creer en una época de escepticismo”, el pastor cristiano Timothy Keller hace una observación muy franca y objetiva y es que las religiones se convierten en un problema cuando, en lugar de ser vistas por sus practicantes como “uno de muchos caminos”, entra en juego el deseo de imponer el propio parecer a los demás.
“La religión no va a desaparecer y su poder no disminuirá a causa del control del gobierno”, escribe Keller, “Pero ¿no podemos encontrar formas para invitar a todos los ciudadanos, independientemente de sus creencias religiosas, a admitir que cada fe o religión es solo uno de muchos caminos igualmente válidos que conducen a Dios y a formas de vivir en el mundo?”.
Lejos de fomentar una segregación cultural, Keller aboga por una vivencia responsable de la religión, una experiencia completamente opuesta al fanatismo, de donde nacen los grandes problemas.
Las religiones, en un escenario ideal, deberían ser una agradable excusa para promover la cooperación entre personas de culturas distintas, lenguas distintas y formas de ver el mundo contrarias.
La religión, en principio y aislada del deseo humano de control social, promueve consignas universalmente favorables para el fortalecimiento de comunidades sostenibles: “No hagas daño, no actúes con injusticia, sé leal a tu grupo, respeta la autoridad y vive con pureza”.
Lo patológico proviene de un lugar distinto.
Fuente: APA
3 comentarios
Me pregunto que dirán los clérigos del estado islámico. O los curas pedofilos, o las monjas lesbianas.
Creo en el misterio. Pero también creo en la libertad del ser humano.
Cualquier dogma que impone un sistema de creencias sobre una persona, comunidad o sociedad, no es mas que fascismo. Y el articulo que se sitúa en un enfoque clerical tiene mas sentido común que luz.
Excelente artículo. Lástima que algunos salgan a hacer apología de su propio sistema de creencias. El punto, creo yo demostrado, es que el pensamiento religioso no es patológico; ya sea que es un producto no terminado evolutivo, o imagen de Dios, el punto es que es una realidad en la cognición del ser humano. Soy creyente, y si bien en el artículo se alcanzan a ver argumentos favorables, también se observan posturas no tan favorables, ¿y qué? La intención del artículo es clara. :)
Las religiones, al igual que los pezones masculinos (por poner un ejemplo vago), son productos no-terminados de procesos evolutivos (no todos biológicos), y así como ningún fruto de una evolución es un resultado necesario, las religiones tampoco lo son: existen porque sobreviven y se transmiten. La vida sin religión también es una opción con su propio valor.
Es bueno que se estudie la religión con el conocimiento de nuestras disciplinas; punto a favor del artículo. Pero en él se alcanza a percibir que una cierta “estima” por la religión permea los argumentos, las nociones y los razonamientos consignados.
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