En el ámbito de la psicoterapia abundan una serie de mitos que en nada ayudan a lo que debería ser el trabajo personal del pacientes que acude a un psicoterapeuta y, en general, de quienes en un momento determinado de sus vidas les preocupa un problema que interfiere en la estabilidad de las mismas.
Uno de estos mitos es la tendencia exagerada a utilizar el mantra “hay que ser positivos”, como consejo-panacea universal que, sin rigor profesional, y abusivamente, utilizan quienes tienden a espiritualizar los problemas y preocupaciones sin contemplar la realidad. Otro de los mitos es aventurar que “el nacimiento hijo ayuda a resolver los problemas de pareja”, craso error desde la perspectiva de una psicoterapia seria. El tercer mito, precisamente del que trata este artículo, es la creencia de que “una pareja puede resolver la crisis de relación que atraviesa haciendo un viaje de placer”.
Crisis de pareja y vacaciones
Mi experiencia profesional echa por tierra este último mito –mas bien una fantasía– según suelo comprobar en algunos pacientes después de las vacaciones de verano, una época del año que suele abocar en frecuentes separaciones y divorcios otoñales. Esto es debido a que ciertas parejas en crisis pretenden resolverla en vacaciones, forzando su convivencia sin haber planteado previa y adecuadamente sus problemas en común, y aun menos los individuales que cada uno aporta a la relación. Es por ello que, al estar juntos más horas al día, sin los lapsus de respiro que brindan las actividades de la vida cotidiana, quedan más en evidencia las discrepancias y se acelera el riesgo de ruptura. Cuando un pareja en crisis se plantea realizar un viaje mágico para salvar su relación, se suelen crear expectativas que someten a un sobreesfuerzo a ese gigante con pies de barro que es una relación que se tambalea y, como resultado, sólo consiguen darse de bruces con la realidad. Se trata pues de esfuerzos estériles, algo así como intentar rehabilitar un edificio con los cimientos defectuosos y pretender, además, que sea habitable.
Termina de leer este artículo completo en Gestalt Terapia.
Imagen: Montedaquin