Lamentablemente en el mundo de hoy el estrés se ha vuelto una moda; incluso es habitual que en el trabajo y en la vida diaria nos sintamos estresados: nos sorprende el hecho de no estarlo, y esta sensación debería ser totalmente opuesta.
Inicialmente debemos conocer por qué existe el estrés y cuál es su función:
El cerebro que tenemos hoy en día terminó de formarse evolutivamente hace unos 160 mil años, en la sabana africana. En aquel lugar remoto, el estrés tenía una función esencial: la de preparar a nuestro cuerpo para huir o para atacar ante una situación de peligro que atentara en contra de nuestra supervivencia. Este tipo de experiencias eran de corta duración: podía corrernos un león, aunque si éramos los suficientemente rápidos para subirnos a un árbol o para escondernos en nuestra cueva, nuestro predador se aburriría y seguiría su camino. De esa forma, nuestro cuerpo podía volver a una situación de normalidad dado que el episodio estaba finalizado.
Si bien pareciera que pasó mucho tiempo, 160 mil años en tiempos evolutivos es un lapso breve. De hecho, pudimos convertir el mundo y pasar de vivir en cuevas para hacerlo en rascacielos, pero nuestro cerebro sigue siendo anatómicamente y funcionalmente el mismo. Esto nos trae muchos problemas, porque las situaciones que pueden estresarnos son mucho más frecuentes y de larga duración. El enfrentarnos todos los días con el transito, lidiar con las presiones del trabajo, enfrentar problemas económicos, asistir a las reuniones de consorcio, el pago del colegio de los chicos, etc., genera que nuestro cuerpo active todos los mecanismos que desencadenan el estrés.
¿Qué sucede en nuestra UCCM (unidad cuerpo cerebro mente)?
Al detectarse una situación de peligro, comienzan a funcionar las neuronas del hipotálamo que activan la rama simpática del sistema neurovegetativo produciendo la liberación de adrenalina a nivel de la medula suprarrenal y, al mismo tiempo, estimulan a la parte anterior de la hipófisis a liberar corticotropina. Ésta, a su vez, impulsa a la corteza de las glándulas suprarrenales a secretar cortisol, indicándole a nuestro páncreas que desde los islotes de langerhans produzca insulina y la libere en sangre para que la glucosa ingrese en los músculos. De este modo, nuestro cuerpo está preparado y con energía extra para huir o atacar, mecanismos que podían ser muy útiles en la sabana africana, pero poco aplicables al mundo moderno.
¿Cuáles son las contraindicaciones?
Los escenarios que estimulan a la liberación de cortisol pueden durar horas o días y, en estas circunstancias, tener continuamente nuestro cuerpo preparado para la lucha o la huída puede ser muy peligroso para nuestra salud ya que puede llevar al estrés crónico. Por consiguiente, nuestro bienestar se deteriorará y caeremos en afecciones como: gastritis, migrañas, insomnio, diabetes, hipertensión, trombosis, entre otras situaciones que pueden poner en riesgo nuestra vida. Además de generaremos disfunciones emocionales que afectarán la vida de relación familiar, laboral y social.
¿Existe una solución?
Conocer nuestra biología es el punto clave para ser conscientes de por qué sucede esto y de lo nocivo que puede ser para nuestra salud física y emocional, para poder tomar decisiones de hacer cambios que estén a favor del bienestar de todas las personas. Sin embargo, más allá de los cambios, la realidad es que cada tanto vamos a ver a nuestro jefe como si fuera un mamut embravecido o a los demás conductores como leones que nos acechan; no obstante, con algunos tips, podemos bajar algunos “cambios” y volver a un estado de tranquilidad más rápidamente.
Consejos útiles
– Bajar el ritmo respiratorio; en situaciones de estrés la respiración se vuelve más alta y rápida.
– Escuchar música que lleve a nuestra UCCM a estados emocionales placenteros.
– Hacer ejercicio físico.
– Realizar actividades creativas.
– Dedicar tiempo a charlas con amigos.
– Masajes y caricias generan estados de relajación.
– En algunos momentos del día, levantarse de la silla y hacer movimientos para disminuir la tensión acumulada.
– Ver la foto de un ser querido.
– Estar en ambientes que nos contacten con luz natural.
– Sentirnos bien con nosotros mismos. Un modo de poder construir esta sensación es realizar una anotación todos los días con tres cosas positivas que hayamos realizado durante la jornada. Luego, ampliarla cada día y leerla varias veces en el día o cuando necesitemos darnos una inyección de ánimo.
– Hacer las anotaciones anteriores en momento de estrés también ayuda a llevar la atención a estímulos placenteros.
– Estar atentos cada día para generar espacios en donde la cordialidad sea una regla a cumplir.
Esperamos que esta información te ayude a vivir más feliz :)
Artículo de: Dr. Nse. Carlos A. Logatt Grabner.
Imagen: Livin’ Spoonful en Flickr