Kristin Wong para The New York Times en español:
Los errores pueden ser difíciles de asimilar, por lo que a veces nos rehusamos a admitirlos, en vez de asumirlos. Nuestro sesgo de confirmación se impone y esto provoca que comencemos a buscar cómo probar nuestras creencias. El auto al que le bloqueaste el paso ya tenía una abolladura en la defensa, lo cual demuestra que fue culpa del otro conductor.
Los psicólogos denominan esto como disonancia cognitiva (el estrés que experimentamos cuando tenemos dos pensamientos, creencias, opiniones o actitudes contradictorias). Por ejemplo, es posible que pienses que eres una persona amable y razonable. Por lo tanto, al bloquearle el paso a alguien de forma abrupta, lo que experimentas es una disonancia y para poder sobrellevarla, niegas tu error e insistes en que el otro conductor debería haberte visto o que tenías el derecho de paso, aunque esto no haya sido así.
Cuando mantenemos nuestra postura:
Por otra parte, los estudios han demostrado que podemos sentirnos bien cuando mantenemos nuestra postura. En un estudio publicado en la revista European Journal of Social Psychology se descubrió que las personas que se rehusan a disculparse después de cometer un error tienen más autoestima y creen tener más control y poder, en comparación con las personas que asumen sus errores.
“En cierta forma, las disculpas les dan una sensación de poder a quienes las reciben”, menciona Tyler Okimoto, uno de los creadores de ese estudio. “Por ejemplo: al disculparme con mi esposa, asumo haber hecho algo mal, pero esa disculpa también le permite a ella elegir entre aminorar mi pena al perdonarme o intensificarla al guardarme rencor. Nuestro estudio ha descubierto que las personas experimentan un aumento a corto plazo en los sentimientos de poder y control personal después de rehusarse a pedir disculpas”.
Fantástica explicación de la disonancia cognitiva y los beneficios psicológicos que obtienen las personas cuando se niegan a aceptar sus errores.