Según la OMS, cada año se suicidan 800.000 personas. Es la segunda causa de muerte en personas de entre 15 y 29 años y un alto porcentaje de los suicidios sucede en países de bajos y medianos ingresos. Dichas estadísticas no incluyen los intentos de suicidio, que según la OMS son mucho más frecuentes.
Un nuevo estudio de la Universidad Stanford encontró que una fluctuación en los tiempos en que se duermen y despiertan los adultos jóvenes afectó la severidad de sus pensamientos suicidas en los días o semanas posteriores.
La diferencia que este factor tiene con otros que incrementan el riesgo de suicidio en un individuo (como ser hombre o blanco) es que se puede modificar, además de ser un signo claramente identificable y no estigmatizante, según señalan los autores del paper. Es por eso que representa un objetivo importante de tratamiento.
Un factor de riesgo que se puede modificar y no estigmatizante
En el estudio, que fue pequeño y se publicó en el Journal of Clinical Psychiatry, Rebecca Bernert y sus colegas revisaron datos sobre el sueño autoreportados por los 50 participantes que tenían entre 18 y 23 años. Todos los participantes indicaron haber tenido intentos de suicidio o pensamientos suicidas.
Los sujetos utilizaron un dispositivo similar a un reloj por el plazo de una semana, el mismo les permitía a los investigadores medir la calidad del sueño. El dispositivo había sido previamente validado como forma precisa de distinguir patrones de sueño-vigilia y generar una variedad de medidas del sueño.
Al principio del estudio y luego a los 7 y 21 días posteriores, los participantes llenaban un cuestionario relacionado a la severidad de sus síntomas suicidas, insomnio, pesadillas, depresión y consumo del alcohol.
Los resultados revelaron que aquellos que se dormían y despertaban a horarios variados tenían mayores probabilidades de experimenter síntomas suicidas a los 7 y luego a los 21 días. La relación se mantuvo incluso luego de considerar la severidad de la depresión y sus síntomas y el hábito de uso de sustancias.
Según Bernert, dado que la ideación suicida y los trastornos del sueño son síntomas de depresión, es importante evaluar dichos factores para lograr predecir de manera más acertada el riesgo.
El grupo de investigadores se encuentra actualmente investigando cómo el insomnio no inducido por medicamentos afecta los pensamientos suicidas.
El suicidio es un problema de salud pública que preocupa mucho, por eso las investigaciones a través de las cuales podemos aprender más sobre los factores de riesgo y formas de prevención son muy valiosas. Como dicen los autores, los horarios de sueño son un signo claro y relativamente fácil de modificar para ayudar a estas personas.
Fuente: Medical Daily; Stanford