¿Puede ser que la habilidad de ver el lado gracioso de las cosas realmente actúe como un escudo psicológico contra el estrés? Una serie de estudios provee apoyo tentativo a esta idea. La investigación también ilustra porqué es tan difícil estudiar este tema: ¿el humor realmente reduce el estrés o simplemente es más fácil verle el lado gracioso a las cosas cuando estás afrontando bien la situación?
Heidi Fritz de la Universidad Clarkson, y sus colaboradores comenzaron por conducir un estudio diario con 21 mujeres y 1 hombre diagnosticados con fibromialgia. Los participantes completaron en un principio cuestionarios sobre su salud física, estado psicológico y tendencia a ver el lado gracioso de las cosas (les preguntaron por ejemplo si, al pasar por situaciones como cuando un mozo vuelca agua sobre vos, tendían a reírse), cuánta socialización y apoyo de familiares y amigos percibieron recientemente y cuánto tendían a reevaluar sus desafíos (buscar lo positivo en una situación difícil). Luego los sujetos pasaron los siguientes 4 días completando un diario varias veces al día, donde debían plasmar estados emocionales y físicos.
Mientras más pronunciado era su sentido del humor, más bajo era el estrés al principio del estudio y mejores eran sus síntomas físicos diariamente. Pero, contrario a lo esperado por los autores, los aparentes beneficios del humor no se explicaban por la asociación de éste a una tendencia a reevaluar situaciones o a contar con mejores relaciones sociales.
En un segundo estudio, donde participaron 109 estudiantes de pregrado, se preguntaron cuestiones sobre su estado psicológico y emocional, su tendencia a encontrar las cosas graciosas y hacer bromas y, por último, debían recordar un evento estrenaste y explicar en qué nivel todavía los afectaba.
En general, mientras más reportaban que les seguía afectando el trauma, más alto puntuaban en indicadores de estrés psicológico. Sin embargo, los estudiantes que estaban más inclinados al humor, presentaron un caso diferente: el trauma todavía afectaba sus vidas pero, basados en el puntaje emocional, no estaban experimentando niveles altos de estrés.
Hay un problema obvio en estos dos primeros estudios: podría tratarse simplemente de que a los participantes menos estresados les fuera más fácil experimentar el humor, en vez de ser su inclinación al mismo lo que redujera los niveles de estrés o sus síntomas físicos.
Es por eso que los científicos condujeron un tercer estudio, intentando arreglar este problema metodológico.
La última investigación reclutó a 105 estudiantes que fueron afectados por los ataques terroristas del 11 de Septiembre del 2001 en Nueva York. Ellos completaron tests psicológicos un mes después del ataque, que incluyeron su disposición al humor y su estilo de sentido del humor, y dos meses después contestaron más preguntas sobre sus niveles de estrés.
Se observó una tendencia a auto mejorar el humor (tomar una perspectiva animada de la vida), lo que se relacionó con una inclinación hacia la reevaluación de situaciones. Por contraste, un humor derrotado (despreciandose a uno mismo) se asoció con más estrés y menos revaluación de la situación.
Fritz y sus colegas dijeron que un patrón consistente derivó de sus estudios: “el uso de un humor positivo redujo el estrés en respuesta a eventos traumáticos”.
Sin embargo, la evidencia para esta conclusión es débil ya que solo el último estudio poseía la metodología longitudinal necesaria para identificar un potencial rol causal en el humor y la reducción del estrés, y falló en hacerlo (estadísticamente). Incluso si este resultado específico hubiera sido estadísticamente significativo, todavía habría que descartar que alguna variable extraña (por ejemplo, la personalidad) fuera el factor causal.
Se necesitan datos más sólidos para afirmar el efecto reductor que podría tener el humor sobre el estrés.
Si los datos se comprobaran con estudios posteriores, todavía podría surgir una nueva dificultad: aquellos que sufren más de estrés serían puestos bajo presión social, ya que se les pediría que se ayuden a animarse. Una situación que simplemente intensificaría su malestar.
Fuente: Research Digest