Cuál sería la respuesta a: ¿Se puede cultivar la felicidad? ¿Podemos entrenar nuestra felicidad al igual que entrenamos las habilidades motoras? ¿Podemos reprogramar nuestro cerebro para ser feliz?
Definiendo la felicidad
Pensemos la felicidad, en vez de como una emoción estática, como un estado de bienestar general, que puede ser observada y medida, la cual genera sensación de paz interior, aumento del interés por las demás personas, cooperación y empatía; mejorando la capacidad intelectual y la motivación.
Nuestra felicidad está determinada en mayor medida por nuestros genes, por las circunstancias de la vida y por un conjunto de experiencias y actividades realizadas de manera intencional por el sujeto (Ortiz, Albiol, Lorente & Robledillo).
¿Podemos modificar nuestro cerebro?
Anteriormente se creía que los genes determinaban nuestras acciones y que el cerebro era una estructura formada en su totalidad ya en la adultez; sin poder modificarlo. En la actualidad, con un nuevo conjunto de conocimientos, sabemos que nuestro cerebro es moldeable y modificable a lo largo de la vida gracias al fenómeno llamado neuroplasticidad. Nuestro cerebro se transforma todo el tiempo mediante experiencias, creando nuevas neuronas, realizando más conexiones entre las ya existentes y reactivando circuitos neuronales (Ortiz, Albiol, Lorente & Robledillo).
los recursos que necesitamos para ser felices están en nosotros, en nuestras conductas que a su vez repercuten en la propia estructura cerebral
Lo realmente llamativo es que esta neuroplasticidad puede ser autodirigida, teniendo la capacidad propia de cambiar nuestro cerebro para mejor; convirtiendo las experiencias positivas de la vida mediante sentimientos duraderos, por ejemplo de alegría, confianza, aceptación, compasión y satisfacción en una buena estructura neuronal y funciones cognitivas; activando ciertos estados mentales de bienestar para luego instalarlos como rasgos neuronales (Hanson, 2014).
¿Qué recursos necesitamos para ser felices?
Es importante conocer que los recursos que necesitamos para ser felices están en nosotros, en nuestras conductas que a su vez repercuten en la propia estructura cerebral; la cual como bien dijimos es moldeable, tiene la capacidad de aprender y de modificarse con las experiencias. Algunos de dichos recursos son el buen humor, el sentido común, la integridad, la paz interior, la determinación, la generosidad, el afecto, la compasión por uno mismo, el apego seguro, la inteligencia emocional, la autoestima y la tolerancia a la frustración. Los que estén presentes en nosotros serán nuestros rasgos estables, fuentes de bienestar propio y de asertividad en las relaciones con los demás (Hanson, 2014).
Cultivando la felicidad
Ya sabemos a qué llamamos felicidad y qué recursos necesitamos para ser felices, ahora bien: ¿Cómo cultivamos la felicidad?
Nuestros antepasados vivían en situación de alerta constante, siendo de vida o muerte prestar atención a las amenazas del medio (depredadores y conflictos interpersonales que causaban muertes); en consecuencia a este contexto nuestro cerebro desarrolló una parcialidad negativa inherente que nos acompaña hasta la actualidad. Es por esto que los estímulos negativos son percibidos por nosotros más rápido y fácil que los estímulos positivos.
Para cultivar la felicidad necesitamos absorber las experiencias positivas, las cuales nos brindaran seguridad y satisfacción. Buscar en la cotidianeidad ajetreada en que vivimos aspectos positivos y empaparnos de ellos.
Las emociones positivas nos llevan a arriesgarnos a tomar oportunidades, creando círculos positivos; impulsando hacia el éxito, lo cual mejora la calidad de vida, dado que fortalecen el sistema inmunitario, protege al corazón y favorece a una vida más saludable.
Un tercio de las habilidades emocionales de una persona son innatas, forman parte de la personalidad, el carácter y el temperamento de origen genético; pero las otras dos terceras partes son moldeables, se desarrollan con el tiempo y es ahí donde debemos trabajar para cultivar la felicidad.
Cultivar la felicidad requiere tiempo, dedicación y compromiso
Rick Hanson expone en su libro “Cultiva la felicidad” cuatro pasos fundamentales:
- Estar con tu mente: Dejar ser a la mente exactamente como es, ser espectador de las experiencias; aceptando todo sin reacción.
- Trabajar con la mente: El fin es desarrollar recursos internos que permitan sentirse en calma, decidido o amado; estando en contacto pleno con el interior sin restricciones.
- Permanecer consciente: Estar presentes en cada momento, con conciencia plena. Ser conscientes del mundo exterior y del exterior en cada momento.
- Una secuencia natural: Al presenciar un momento desagradable, permanecer con la experiencia; aceptándola por lo que es. Luego dejar partir las emociones negativas, reemplazandolas por emociones positivas para permanecer con las mismas diez o veinte segundos. Este último paso es de suma importancia, el objetivo principal es fortalecer recursos internos positivos, los cuales edifican estructuras en el cerebro, lo que permite el fin último “cultivar la felicidad”(Hanson, 2014).
Cultivar la felicidad requiere tiempo, dedicación y compromiso. Debemos dirigir la atención y la voluntad hacia lo que es importante, teniendo en cuenta cuidar nuestro cuerpo con la alimentación, el sueño y el ejercicio correspondiente, brindarnos a nosotros mismos atención y bondad, cultivar amor por nosotros mismos, darnos un tiempo de reflexión cuando estamos estresados, buscar un aprendizaje curioso en la vida cotidiana y tener experiencias beneficiosas.
Una actividad interesante para comenzar a valorar lo positivo de nuestra vida, es realizar un diario de gratitud; dedicar unos minutos a ponernos en sintonía con todas las cosas buenas que nos sucedieron durante el día, expresando gratitud y empapándonos de ellas (Hanson, 2014).
El amor incondicional y su relación con la felicidad
Cuando hablamos de amor incondicional, no nos referimos a un amor romántico, sino a alcanzar el conocimiento interno de que nuestra vida está completamente conectada con la de las demás personas; es una emoción que se desprende de dicha conexión. Es compartir el mismo deseo de ser felices y también la vulnerabilidad al cambio y al sufrimiento. Este tipo de amor es una capacidad que puede aprenderse, es mirarnos a nosotros mismos y a los demás con amabilidad; incluir en nuestras preocupaciones personas a las que habitualmente no les prestamos atención. Es principalmente centrarnos en los demás como humanos con sus dolores y sufrimiento. Este amor puede presentarse como una alegría solidaria, alegrarnos de la felicidad y los logros de los demás.
Una de las formas de fomentar el amor incondicional, es a través de meditaciones centrándose en lo bueno de cada persona, en los rasgos de bondad por más pequeños que sean; achicando los abismos entre nosotros y la persona. La clave fundamental a tener en cuenta, es que todas las personas somos vulnerables a los cambios que producen pérdidas y sufrimientos; y utilizando la meditación de amor incondicional podemos utilizar nuestra propia vulnerabilidad y la de los demás como un vehículo para el acercamiento, en vez de para el aislamiento (Salzberg, 2010).
La posibilidad de ser felices está en nuestras manos
Concluyendo, sabemos que la felicidad no es estática, es un estado de bienestar que contribuye con mejorar la calidad de nuestra vida y también la relación con las demás personas. Destacamos los recursos que tenemos para ser felices y cuales podemos aprender; sabemos que ser felices es una capacidad que puede entrenarse dedicando tiempo y compromiso.
Entrenando esta capacidad podemos ser más amables, compasivos y solidarios tanto con nosotros mismos, como con la sociedad en general creando espacios de unión y comprensión.
Podemos entonces afirmar que dirigir nuestra atención hacia lo positivo voluntariamente, dedicando tiempo; generará en nosotros mayores recursos para lograr el bienestar y la felicidad.
Referencias:
Hanson, R. (2014). Cultiva la felicidad. Aprende a remodelar tu cerebro y tu vida.
Ortiz, M. M., Albiol, L. M., Lorente, S. S., & Robledillo, N. R. Cómo reprogramar tu cerebro para ser feliz.
Salzberg, S. (2010). El secreto de la felicidad auténtica. Editorial Espasa Libros. Madrid.