La concepción del perfeccionismo que ha predominado por varios años ha estado asociada a un rasgo de personalidad negativo y hacía referencia a personas que se proponían estándares de desempeño elevados e inclusive metas imposibles, esforzándose de una forma compulsiva para alcanzarlos y la evaluación que hacían de su desempeño se hacía en base a la productividad y los logros.
Al hablar de personalidad, es importante hacer una breve referencia teórica de la misma. Se entiende a la personalidad como un constructo que define la actividad psíquica global, siendo resultado de una combinación genética y factores del desarrollo, que se manifiesta mediante las conductas de un individuo y en su desempeño habitual. Si bien se considera que la personalidad es una entidad compleja que está en constante cambio, la misma se mantiene más o menos estable a lo largo de vida. A los elementos que la configuran se los denomina “rasgos de personalidad”, los cuales tienen un componente hereditario que se enlaza a componentes ambientales. El conjunto de rasgos conforman la personalidad y dan cuenta del modo de ser de las personas.
Se evalúan mediante un continuo que va de nulo a extremo y es precisamente esa oscilación en su manifestación lo que determina la normalidad de un individuo, porque da cuenta de su flexibilidad cognitiva. Por el contrario, cuando una persona presenta un trastorno en la personalidad hay determinados rasgos que se presentan de forma extrema y lleva a que el individuo siempre responda del mismo modo, independientemente de la situación, de la persona o lugar (persistencia de patrones).
Este hecho da cuenta de una disfuncionalidad en el modo de ser del individuo, que se caracteriza por rigidez cognitiva y un repertorio conductual escaso, que genera como consecuencia que se apele siempre al empleo de las mismas estrategias de afrontamiento. Como sabemos, tal respuesta no siempre va a resultar adaptativa, generando en dichas situaciones un intenso malestar, sufrimiento y dificultades interpersonales.
La evaluación de la personalidad no se realiza en polaridades, presencia o ausencia de determinado rasgo, sino como un continuo
Es importante resaltar que no existen rasgos de personalidad que sean positivos o negativos, sino que los mismos se evalúan en contexto, es decir, según cómo se presentan, su funcionalidad o disfuncionalidad, flexibilidad, intensidad, y cómo se van relacionando con otros rasgos que integran la personalidad. Tampoco implica ausencia o presencia, es decir, no se trata de que uno tenga o no tenga determinado rasgo, sino que puede tenerlo pero en una menor o mayor intensidad. Por ende, la evaluación de la personalidad no se realiza en polaridades, presencia o ausencia de determinado rasgo, sino como un continuo, ya que ambos polos darían cuenta de trastornos en la personalidad, que se caracterizan por alteraciones en el modo de ser de las personas.
El perfeccionismo es rasgos de personalidad, que al igual que es resto, cuando se presenta de forma desadaptativa impacta en el desempeño habitual de los individuos. Hollander en 1978 ha sido quien lo ha definido por primera vez, y hablaba de individuos que se exigían a sí mismos y/o a los demás un rendimiento que es mayor al que una situación requería. Actualmente, una de las definiciones más aceptadas es la que explica a este constructo como una tendencia que tienen las personas de establecer altos estándares de desempeño en combinación con una evaluación excesivamente crítica de los mismos y una creciente preocupación por cometer errores (Frost, Marten, Lahar y Rosenblate, 1990).
se ha ido abandonando la visión meramente negativa del perfeccionismo, comenzando a pensarse que el mismo podía ejercer influencia adaptativa o desadaptativa en la conducta, cognición y en el afecto
Siguiendo a estos autores, los perfeccionistas son personas que se caracterizan por hacer énfasis excesivo en la precisión y la organización, por el sentimiento de que todo deben hacerlo al máximo de las expectativas o de lo contrario sería un fracaso, que evalúan de manera inadecuada los logros individuales y consideran que no cubren las expectativas de las otras personas, autovalorándose según el esfuerzo que han realizado en la consecución de sus objetivos, una autovaloración predominantemente negativa. Tal actitud trae consigo sentimientos de frustración y un intenso malestar subjetivo, debido a que no se alcanza la satisfacción y siempre buscan exigirse más.
Con el transcurso de los años, se ha ido abandonando la visión meramente negativa del perfeccionismo, comenzando a pensarse que el mismo podía ejercer influencia adaptativa o desadaptativa en la conducta, cognición y en el afecto (Terry- short, Owens, Slade y Dewey, Citados en Fernán, Scappatura, Lago y Keegan, 2007). De este modo, se puede apreciar que se comenzaba a incluir aspectos adaptativos del perfeccionismo, adoptando una visión multidimensional del mismo, lo que permitía pensarlo como un rasgo no solo negativo (perfeccionismo desadaptativo) sino también como rasgo positivo (perfeccionismo adaptativo).
De este modo, Rice, Ashby y Slaney (1998) clasificaron al perfeccionismo en dos tipos: perfeccionismo adaptativo,perfeccionismo desadaptativo.
El primero, alude a un rasgo que presentan individuos que desean la excelencia, se proponen metas elevadas pero coherentes y alcanzables, y aunque esto los vuelve rigurosos, no los hace hostiles ni extremadamente críticos. Reconocen sus límites, tratan de explotar todo su potencial, y si no alcanzan con el cumplimiento de sus objetivos, tienen la habilidad para verse exitosos de todos modos y lo utilizan como motivación para esforzarse nuevamente (Kottman, 2000). La perfección está más bien acotada a determinadas tareas o actividades y si bien son muy organizados, no interfiere de forma negativa en su desempeño global.
Por el contrario, los segundos, dan cuenta de individuos que ante un mínimo fracaso presentan reacciones exageradas experimentando intensa frustración, enojo, tristeza, vergüenza (Lombardi, Florentino y Lombardi, 1998). Son personas que se preocupan demasiado por su desempeño general, por la crítica y por la posibilidad de cometer algún error, de manera que se proponen y buscan alcanzar un desempeño ideal. También, por lo general poseen escasa autoeficacia percibida por lo que suelen pensar que no cuentan con las herramientas necesarias para afrontarse de manera eficaz a una determinada situación.
Las dimensiones del perfeccionismo se han asociado a la psicopatología en general como por ejemplo: ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, depresión, trastornos de la personalidad, entre otros, ya que ocasiona diversas consecuencias clínicas en los individuos. Para evaluarlo, uno de los instrumentos más utilizados en nuestro país es el Almost Perfect Scale-Revised (APS-R) (versión original: Slaney, Mobley, Trippi, Ashby y Johnson (1996); adaptación argentina: Arana, Scappatura, Lago y Keegan, (2006) y Arana, Keegan y Rutsztein, (2009). El mismo, consta de 23 Ítems distribuidos en tres subescalas que evalúan distintas dimensiones:
- Altos estándares, que mide la presencia de estándares elevados de logro y Desempeño y representa a un aspecto positivo de este fenómeno (aspecto positivo).
- Orden, mide la preferencia por el orden y la pulcritud y representa un aspecto positivo del perfeccionismo (aspecto positivo).
- Discrepancia, que mide el grado en el que las personas perciben que son incapaces de cumplir con sus estándares de desempeño (aspecto negativo).
Arana, Keegan y Rutsztein (2009) explican en base a investigaciones previas en el tema, que la subescala altos estándares se asocia de forma positiva al autoestima y al empleo de estrategias de afrontamiento adaptativas y que por el contrario, la subescala de discrepancia, es la que se asocia al estrés y la depresión. En base a estas consideraciones, se explica que en realidad lo que hace que una persona sea perfeccionista no son sus altos estándares ni tampoco su desempeño real, sino la distancia/discrepancia que percibe entre ambos (Rice et al., 1978).
Referencias bibliográficas:
Arana, F. G., Keegan, E. y Rutsztein, G. (2009). Adaptación de una medida multidimensional de perfeccionismo: la
AlmostPerfectScale-Revised (APS- R). Un estudio preliminar sobre sus propiedades psicométricas en una muestra de estudiantes universitarios argentinos. Revista Evaluar, 9.
Arana, F. G., Scappatura, M. L, Lago, A. E., & Keegan, E. G. (2006), Traducción y adaptación de una medida multidimensional de perfeccionismo: la escala APS-R (Almost Perfect Scale Revised). Fase preliminar. Memorias de las XIII Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Tomo 3, 22-24.
Frost, R. O., Marten, P., Lahart, C. & Rosenblate, R. (1990). The dimensions of perfectionism. Cognitive Therapy and Research, 14, 449−468.
Kottman, T. (2000). Perfectionistic Children and Adolescents: Implications for School. Counselors. Professional School Counseling, 3(3), 182-188.
Lombardi, D.N., Florentino, M.C. y Lombardi, A.J. (1998). Perfectionism and Abnormal Behavior. Journal of Individual Psychology, 54(1), 61-71.
Rice, K. G., Ashby, J. S. y Slaney, R. B. (1998). Self-esteem as a mediator between perfectionism and depression: A structural analysis. Journal of Counseling Psychology, 45, 304-314.
Fernán, A., Scappatura, M. L., Lago, A., & Keegan, E. (2007). Perfeccionismo adaptativo y desadaptativo y malestar psicológico en estudiantes universitarios argentinos: un estudio exploratorio utilizando el APS-R. In XIV Jornadas de Investigación y Tercer Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur. Facultad de Psicología-Universidad de Buenos Aires.