La pérdida de audición relacionada con la edad (PARE) ha sido identificada como el factor de riesgo de demencia potencialmente más modificable. Este es un problema común para los adultos mayores, que conduce a dificultades de comunicación, aislamiento y deterioro cognitivo.
Un equipo de investigadores llevó a cabo una revisión sobre los efectos de PARE en áreas del cerebro involucradas en la percepción del habla, desde la corteza auditiva, a través de redes de atención, y hasta el sistema motor. El objetivo de su estudio, señalan, es inspirar investigaciones innovadoras e intervenciones novedosas para aliviar la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo (Slade et al., 2020).
¿Por qué es importante? Escuchar en situaciones desafiantes, o cuando el sistema auditivo está dañado, sobrecarga los recursos corticales, y esto puede cambiar la forma en que el cerebro responde a situaciones cognitivamente exigentes en general. La PARE ha sido asociada con una tasa mayor de deterioro cognitivo y un mayor riesgo de desarrollar demencia; esta probabilidad aumenta con la gravedad de la pérdida auditiva. Esto resalta la necesidad de comprender la relación causal entre el sistema auditivo dañado, los cambios neuronales observados en la PARE y el deterioro cognitivo.
La prevalencia de la pérdida de la audición relacionada con la edad afecta a más del 40% de las personas mayores de 50 años, y llega a un 71% de las personas mayores de 70 años. Para la mayoría de las personas, esta es una parte relativamente normal del proceso de envejecimiento, pero algunas experimentan esfuerzo y dificultades para comprender el habla, lo que dificulta la comunicación y la socialización. Un mayor esfuerzo de escucha puede llevar a los adultos mayores a evitar la interacción social, exacerbar la soledad y la depresión y reducir el bienestar (Rutherford et al., 2018). Investigaciones recientes muestran, además, que la pérdida auditiva está asociada con el deterioro cognitivo y la demencia ((Livingston et al., 2017; Rutherford et al., 2018; Uchida et al., 2019).
¿Qué encontraron los autores? Tras la revisión de numerosos estudios, el equipo de investigación encontró que:
- La pérdida auditiva ha sido identificada como el mayor factor de riesgo modificable para la demencia y el deterioro cognitivo, pero no está claro el vínculo causal entre estas dos condiciones que afectan principalmente a los adultos mayores.
- La pérdida de audición relacionada con la edad comprende diversas disfunciones que afectan tanto la periferia auditiva, la corteza auditiva y la organización cortical global.
- Existe evidencia de una asignación compensatoria de recursos neuronales, lo que sugiere una compensación cognitiva, que puede tener un impacto significativo en el funcionamiento cognitivo.
- Se han propuesto varias hipótesis para explicar la posible relación entre el deterioro auditivo y cognitivo: unas sugieren que la relación se sustenta en la neurodegeneración general del envejecimiento; otras sugieren que el deterioro auditivo y la privación sensorial están relacionados causalmente con el deterioro cognitivo.
- Las limitaciones en los métodos utilizados para cuantificar tanto la pérdida auditiva relacionada con la edad como el deterioro cognitivo pueden llevar a una sobreestimación o subestimación de la asociación entre la pérdida auditiva relacionada con la edad y el deterioro cognitivo.
En este punto, resulta importante señalar que la pérdida de audición no diagnosticada o no tratada puede dar lugar a un diagnóstico erróneo o una sobreestimación del nivel de deterioro cognitivo (Uchida et al., 2019). Explican los autores que esto puede deberse a la administración verbal de evaluaciones cognitivas, que dependen del procesamiento auditivo: es posible que las personas con pérdida auditiva malinterpreten o no puedan escuchar completamente las instrucciones de la tarea, lo que hará que su desempeño sea deficiente y resulte en un diagnóstico erróneo de deterioro cognitivo. De hecho, la investigación muestra que, cuando se reduce la audibilidad de los elementos de la prueba, o cuando existe ruido en el entorno de la prueba, las puntuaciones en las evaluaciones cognitivas son peores (Dupuis et al., 2015; Jorgensen et al., 2016; Lim & Loo, 2018). Debido a que escuchar con discapacidad auditiva requiere esfuerzo, los adultos mayores con pérdida auditiva pueden tener un peor desempeño en estas evaluaciones cognitivas basadas en la audición porque se dirigen más recursos cognitivos hacia la escucha, lo que deja menos recursos disponibles para el procesamiento cognitivo requerido para funcionar adecuadamente (Al-Yawer et al., 2019).
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la relación entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo se ha demostrado incluso cuando se utilizan tareas no auditivas para cuantificar las capacidades cognitivas (Jayakody et al., 2018; Wong et al., 2014).
Los autores señalan que aunque hay pruebas razonables de que la pérdida auditiva es un marcador de riesgo de deterioro cognitivo, todavía no está claro si existe un efecto causal de la pérdida auditiva sobre el deterioro cognitivo. Las investigaciones proporcionan distintas hipótesis sobre posibles mecanismos subyacentes y relaciones entre la pérdida auditiva, los cambios neuronales y la demencia.
Hipótesis de la causa común
Según esta propuesta, la manifestación comórbida de deterioro cognitivo y PARE es atribuible a una patología neurodegenerativa común. Esta hipótesis está respaldada por la evidencia de cambios paralelos en varios dominios perceptuales y cognitivos en adultos mayores; por ejemplo, disminución del deterioro cognitivo y disminución de la agudeza visual. Además, la atrofia cerebral observada tanto en el envejecimiento como en la PARE puede sugerir que la manifestación concurrente se debe al envejecimiento biológico que afecta el funcionamiento global. Sin embargo, también hay evidencia que apoya una relación causal en la que PARE exacerba el deterioro cognitivo en el envejecimiento: tanto las hipótesis de degradación de la información como de privación sensorial apoyan este punto de vista (Fischer et al., 2016).
Hipótesis de la degradación de la información o hipótesis de la carga cognitiva
La entrada auditiva degradada, como resultado de la periferia auditiva deteriorada, aumenta la demanda de recursos de procesamiento limitados. Numerosos modelos de memoria de trabajo y recursos cognitivos comparten la idea común de que estos recursos de procesamiento de información están limitados en la cantidad de información que puede ser atendida, retenida en la memoria y utilizada en cualquier momento en particular. Las situaciones en las que la calidad del habla se degrada por el ruido ambiental o la pérdida de audición aumentan el “esfuerzo de escucha” para procesar y comprender la señal auditiva. Por lo tanto, los recursos cognitivos limitados se desvían de otras tareas cognitivas hacia la escucha con esfuerzo, lo que resulta en recursos cognitivos agotados. Esta reasignación de recursos tiene efectos perjudiciales sobre las funciones cognitivas, que teóricamente podrían conducir a un deterioro cognitivo.
Según la evidencia, cuando escuchar es más difícil, se requieren recursos cognitivos adicionales para hacer frente a la demanda, lo que significa que se agotan los recursos para otros procesos cognitivos. Más evidencia en apoyo de esta hipótesis proviene de estudios sobre los efectos de los audífonos que ayudan a restaurar la percepción auditiva y así reducir la carga cognitiva. Por ejemplo, se descubrió que una intervención de 6 meses con audífonos mejora significativamente tanto la discapacidad auditiva percibida como el rendimiento de la memoria (Deal et al., 2017).
Hipótesis de la privación sensorial
Comparte algunos puntos conceptuales con la hipótesis de la degradación de la información, pero hace énfasis en que la reasignación crónica de los recursos cognitivos hacia la percepción auditiva a lo largo del tiempo debido a la privación sensorial a largo plazo en la PARE conduce al deterioro cognitivo. Esta hipótesis destaca que la privación prolongada conduce a una reorganización cortical compensadora y alteraciones neuronales que dificultan los procesos cognitivos y emocionales generales en favor de la percepción auditiva. La evidencia apoya la idea de alteraciones corticales en la PARE incluida una mayor dependencia de las regiones cerebrales frontales durante la percepción del habla, así como una reducción de la materia gris en la corteza auditiva con disminución de la capacidad auditiva.
Los investigadores han ampliado la hipótesis de la privación sensorial sugiriendo que, aunque la privación afecta la cognición directamente a través de una entrada sensorial inadecuada, también puede afectar la cognición indirectamente a través de una menor socialización y comunicación, o un aumento de la depresión La hipótesis propone que la interacción social reducida asociada con el aislamiento social y la depresión puede mediar la relación causal entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo (Dawes et al., 2015).
Según esta perspectiva, los cambios neuronales que resultan de la pérdida de la audición relacionada con la edad, como la disminución de la activación de la corteza cingulada anterior (parte anterior de la corteza cingulada dentro de la corteza cerebral posiblemente involucrada en una multitud de procesos cognitivos complejos), pueden afectar directamente la regulación de las emociones y el estado de ánimo.
Los investigadores también sugieren que la discriminación por edad y el estigma asociado con la PARE y el envejecimiento pueden exacerbar los síntomas depresivos y reducir las interacciones sociales como resultado de la vergüenza o la disminución de la percepción de la propia capacidad (Pichora-Fuller et al., 2015).
Limitaciones: señalan los autores que existen limitaciones con la cuantificación tanto de la pérdida auditiva como de la capacidad cognitiva en la literatura actual, que conducen a la ambigüedad en la interpretación de la relación entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo. La PARE se cuantifica con frecuencia mediante audiometría de tonos puros, que no captura las dificultades que experimentan los adultos mayores con el habla cuando hay ruido o la PARE neuronal. Esto puede llevar a una subestimación del vínculo entre la pérdida auditiva y el deterioro cognitivo si no se capta el efecto completo de la pérdida auditiva en la comunicación y en la capacidad para funcionar en la vida diaria.
La incorporación de pruebas de comprensión del habla con ruido en evaluaciones audiométricas estándar puede resultar valiosa para capturar la comprensión del habla, así como la agudeza auditiva. Comprender el alcance de las dificultades de comunicación en personas con PARE puede ayudarnos a entender la posible contribución de tales dificultades a la función cognitiva en el envejecimiento. Existe evidencia que sugiere que extender el rango de frecuencia de la audiometría clínica para evaluar la agudeza auditiva por encima de 8000 Hz puede ser beneficioso para predecir la PARE más temprano en la vida. Además, esta agudeza auditiva ampliada de alta frecuencia puede estar relacionada con la capacidad de los adultos mayores de comprender el habla cuando hay ruido.
Referencias bibliográficas:
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Livingston, G., Sommerlad, A., Orgeta, V., Costafreda, S. G., Huntley, J., Ames, D., Ballard, C., Banerjee, S., Burns, A., Cohen-Mansfield, J., Cooper, C., Fox, N., Gitlin, L. N., Howard, R., Kales, H. C., Larson, E. B., Ritchie, K., Rockwood, K., Sampson, E. L., … Mukadam, N. (2017). Dementia prevention, intervention, and care. The Lancet, 390(10113), 2673-2734. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(17)31363-6
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Rutherford, B. R., Brewster, K., Golub, J. S., Kim, A. H., & Roose, S. P. (2018). Sensation and Psychiatry: Linking Age-Related Hearing Loss to Late-Life Depression and Cognitive Decline. The American Journal of Psychiatry, 175(3), 215-224. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.2017.17040423
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Wong, L. L. N., Yu, J. K. Y., Chan, S. S., & Tong, M. C. F. (2014). Screening of cognitive function and hearing impairment in older adults: a preliminary study. BioMed Research International, 2014, 867852. https://doi.org/10.1155/2014/867852
Fuente: Pubmed