Cuando Nietzsche escribió que el remordimiento es como la mordedura de un perro en una piedra, bien saben sus lectores ávidos que procuraba establecer una crítica altisonante en contra de lo que consideraba una forma de negación a la vida y desprecio hacia la propia libertad de tomar decisiones: la culpa y el arrepentimiento.
Sin embargo, si trasladamos la filosofía nietzscheana al escenario caótico que experimentan algunas personas cuando perciben que sus actos fueron errados y que ya no tienen remedio, es comprensible que Nietzsche se mostrara en oposición a un hábito poco útil en el terreno de lo inmediato, como el remordimiento.
Todos nos hemos visto acosados por la certeza de que una sola decisión tomada de un modo distinto en el pasado habría bastado para que nuestro presente fuese más acorde a nuestra realidad deseada.
El “y si hubiera” sobrepasa en ocasiones la mera función de análisis hipotético para convertirse en un fantasma tormentoso que oscurece nuestro pasado privándonos de la oportunidad de aprender de nuestros errores, nos amarga el presente impidiendo que vivamos el aquí y el ahora y entorpece nuestro futuro, pues invertimos tiempo y energía inútilmente intentando recrear una serie de condiciones y eventos que ya no existen.
“Los pensamientos contrafactuales son representaciones mentales de eventos pasados o acciones alternativas” (BYRNE, 2005; ROESE, 1997)
Por supuesto, el pensamiento contrafactual (contra-actualidad) no es necesariamente una costumbre inservible de la que no pueda sacarse ningún provecho.
Una perspectiva contrafactual hace posible realizar efectivamente un análisis de riesgos y minimizar las consecuencias negativas de una posible catástofre futura. De hecho, el análisis contrafáctico es un ejercicio lógico sumamente útil en disciplinas como la historia, la física, la economía y la cosmología, donde resulta conveniente contar con un escenario de supuestos posibles que favorezcan una mejor comprensión del universo observable.
Cuándo y cómo conviene utilizar el pensamiento contrafactual
“La tragedia es la diferencia entre lo que es y lo que pudo haber sido” (Abba Eban)
El pensamiento contrafáctico se encuentra estrechamente ligado con la teoría física de los Multiversos, según la cual existen múltiples universos con leyes físicas propias.
Bajo el modelo de los universos múltiples, todas las probabilidades se cumplen y existe un Otro Yo haciendo exactamente lo mismo que hemos hecho, al igual que existe un Otro Yo haciendo lo que “debimos haber hecho”.
Esta visión aporta gran utilidad como modelo científico e hilo central de argumentos de ciencia-ficción, pero no siempre genera beneficios equitativos para el individuo común.
El pensamiento contrafactual no se limita ni debe limitarse a un escrutinio inmisericorde de los eventos pasados. De hecho, volcarse en la visualización persistente de mejores alternativas que, finalmente, no se dieron, es el origen del arrepentimiento, que ya ha sido protagonista per sé de numerosas obras literarias insipiradas en la dificultad de tomar decisiones acertadamente.
“La tragedia es la diferencia entre lo que es y lo que pudo haber sido”, dijo una vez Abba Eban.
El pensamiento contrafactual inadecuado hace proliferar vidas llenas de tragedia.
Los pensamientos contrafactuales se activan CON una meta fallida, y especifican lo que tendría que haber pasado para cumplir esa meta (Markman et al., 1993; Roese, Hur, & Pennington, 1999)
Una vez más, la utilidad más trascendental del ejercicio contrafactual consiste en la posibilidad de anticiparse a eventos negativos y prevenirlos. En el ámbito cotidiano de la toma de decisiones, esto ocurre cuando evaluamos las posibles consecuencias de una decisión antes de tomarla, o cuando evaluamos el impacto que nuestras palabras pueden tener en una persona antes de decirlas.
El pensamiento contrafactual resulta provechoso cuando es aplicable a la construcción de un escenario favorable, pero se torna pernicioso y disfuncional cuando promueve únicamente sentimientos de culpa por eventos pasados que ya no pueden modificarse.
Curiosamente, el análisis contrafactual es un hábito tan común que pasa desapercibido en el lenguaje cotidiano. De este modo, cuando usamos términos como “casi” o “por poco” en realidad estamos visualizando un escenario posible de alternativas mejores —o peores— que no se materializó en el universo observable.
La activación de los pensamientos contrafactuales ocurre cuando se falla en el cumplimiento de una meta establecida, y sigue un patrón de razonamiento que especifica lo que tendría que haber pasado para cumplir esa meta. El problema, por supuesto, es que los sucesos implicados en el logro de dicho objetivo ya no son modificables, y tampoco el logro estipulado inicialmente es susceptible de ser alcanzado.
Cuando Gautama dejó plasmado que el hecho de que todo lugar sea aquí y todo momento sea ahora ya es un motivo de gran alegría, es válido considerar que se refería al alivio que produce saberse parte del presente, que es el único periodo en el que es posible efectuar cambios que contribuyan al logro de metas y a prevenir brotes de arrepentimiento.
En contextos de menor aprovechamiento, el pensamiento contrafactual no es sólo un inconveniente, también es un mecanismo eficaz de tortura psicológica.
Referencias: NIH