Al inicio de la década de los noventa, Salovey de la Universidad de Yale y Mayer de New Hampshire acuñaron por primera vez el término de inteligencia emocional para nominar la inteligencia impersonal e intrapersonal. Sin embargo, fue Goleman, psicólogo de Harvard, quien con su libro La inteligencia emocional llamó la atención sobre la importancia del mundo afectivo personal en la vida y el desarrollo de los individuos.
La inteligencia emocional comprende capacidades básicas como la percepción y canalización de la propia emoción o la comprensión de los sentimientos de los demás. Tiene su propio dinamismo y actúa constantemente sobre nuestro comportamiento y personalidad. Estas capacidades básicas, que nos permiten tener confianza en nosotros mismos o saber disfrutar de la relación con otras personas, se van formando en los primeros años de vida. Por ello, el profundizar en los rasgos y en la construcción social de las emociones en los niños y en la importancia para su formación integral es fundamental para todos cuantos se ocupan de la educación infantil.
La entrada del niño en lo humano abarca diferentes etapas: la procreación, como componente fisiológico, la crianza, como componente más orgánico y físico y la educación, como componente informativo y formativo. Estas dos últimas etapas permiten que el niño desarrolle sus posibilidades innatas; el ambiente juega aquí un papel más importante que la herencia. Numerosas evidencias ponen de manifiesto que las influencias que se ejercen desde los contextos primarios (familia, escuela infantil, etc.) son más eficaces en la configuración de la personalidad del individuo que las dependientes de la herencia.
El sistema cultural, la estructura social y el desarrollo afectivo en la crianza y educación resultan ser la fuente primaria del carácter del individuo, de la estructuración de la personalidad y de su configuración psicológica. El contexto emocional donde los niños se desarrollan proporciona el primer referente. Un buen ambiente socioafectivo proporciona el repertorio emocional que permite canalizar las emociones de forma que mejore su calidad de vida futura.
El aprendizaje integral no sólo comprende los estilos cognitivos, sino que hace referencia también a la emoción, los sentimientos y la acción. La respuesta de la pedagogía a la investigación actual debe tener como objetivos, además de la transmisión de conocimientos, el desarrollo de las competencias emocionales y sociales y el estímulo de la autonomía de la propia responsabilidad y control. Pretendemos acercarnos en estas páginas al conocimiento de las claves del desarrollo emocional y las pautas de educación que permitan sentar las bases de un buen ajuste afectivo.
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