Enrique Alpañés para El País:
En el caso de la pareidolia, la secuencia sería la siguiente: cuando vemos un rostro humano, o algo que se le parece vagamente, en nuestro cerebro se produce “un diálogo” entre diferentes áreas. Por un lado, están las zonas que se ocupan de los estímulos visuales. Por otro, las zonas de la memoria, que rellenan los huecos de lo que estamos viendo con lo que “probablemente estemos viendo”. Y por último, una zona llamada giro fusiforme facial que juega un papel crítico en las etapas más tempranas del reconocimiento de las caras, no así de cualquier otro estímulo visual. “Es decir, las caras se empiezan a procesar en una zona diferente del cerebro y además empiezan a procesarse antes”, señala el Martínez-Horta.
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Las pareidolias dicen más sobre los que vemos que sobre lo que vemos. En las ilusiones ópticas se refleja nuestra forma de entender el mundo. Y esta es una forma abrumadoramente masculina. En un estudio publicado por la revista PNAS, se comprobó que el 80% de los participantes tenían un sesgo masculino a la hora de dar un género a las caras. En las tostadas, en las patatas o en las paredes, vemos por todos lados caras de hombres. Hay una tendencia a percibir los rostros ilusorios como masculinos en lugar de femeninos, en una proporción de cuatro a uno. Solo el 3% de los participantes tenía un sesgo femenino.
Muy interesante artículo y aprendí un término nuevo pareidolia.