En épocas en las que ir al terapeuta es prácticamente una moda, me pregunto si realmente existe tanta necesidad de explotar estos espacios de autoayuda que abundan en la ciudad.
¿Qué kamikaze planteo para una psicoterapeuta, no?
Particularmente, llevo un buen tiempo haciendo terapia, en mi caso comencé por cuestiones personales y, actualmente, continúo manteniendo dicho espacio por cuestiones más bien profesionales. Pero ¿es así en todos los casos? ¿Realmente concurrir a terapia es una decisión pensada y tomada luego de analizar el resto de las posibilidades -o al menos una parte de estas- y con la subsiguiente conclusión de que dicha opción era la correcta?
Para poder reflexionar mejor todo esto, me parece una idea interesante compartir una de las incontables viñetas terapéuticas que han ocurrido en esa hora semanal que tanto me gusta. No fue hace mucho que sucedió y es muy breve, aunque no por ello menos efectiva:
Mi psicóloga: Gabi, el olmo da “olmos”El olmo no da ninguna fruta denominada “olmos”, mi terapeuta utilizó el idioma español de esta manera tan laxa -muy acertadamente- para expresar una idea. Solo para que sepa, el Olmo da un tipo de fruto seco denominado sámara.
Yo: ¿Y las peras…?
Mi psicóloga: Vas a tener que comprarlas en la verdulería.
Sí… eso es todo. Podría parecerle pobre el contenido de mi sesión terapéutica, pero ya podré explicarle por qué lo traigo a colación.
Primero, es necesario señalar que el humor o la ironía es fundamental a la hora de hablar sobre temáticas difíciles (tanto en una sesión como en la vida en general). No es sencillo sentarse delante de un completo extraño y contarle semana tras semana nuestros problemas, dolores, inquietudes, secretos, etc. Y justamente por esto, y por muchos otros motivos más, se busca abordar el material que trae el paciente con herramientas que le permitan tramitar su problemática sin sumarle más dolor o angustia de la que ya acarrea. El humor es una de las herramientas terapéuticas por excelencia, porque el momento en el que usted puede reírse, aunque sea por un breve instante, de eso que tanto lo ofusca, en ese momento descomprimió un poco de tensión y dio lugar a la reflexión. Haga un esfuerzo para entender esto que le explico. Usted debe descomprimir y hacer lugar para que la angustia, el dolor, la pena, o lo que fuere, se retiren aunque sea por un corto tiempo de su psiquis y así el instante reflexivo, la lógica, el entendimiento entren. Así como debemos hacernos espacio para ir al supermercado, para pagar las cuentas, para regar las plantas, para sacar a pasear al perro… reflexionar sobre lo que nos sucedió, nos sucede y nos sucederá requiere tiempo.
el humor o la ironía es fundamental a la hora de hablar sobre temáticas difíciles
La viñeta que traigo podrá parecer inmensamente burda y hasta quizás sienta que le estoy tomando el pelo, pero debo aclarar que luego de esa pequeña conversación, mi terapeuta y yo nos reímos profusamente, descomprimiendo así mucha de la angustia que había llevado ese día. Uno comete el error de suponer que un psicólogo se encarga de iluminarnos con grandes verdades de la vida, como en una escena de la antigua Grecia con un gran filósofo reflexionando al aire libre, rodeado de sus discípulos. Y nada está más alejado de la realidad. Porque las grandes verdades no requieren de palabras complicadas y explicaciones interminables. Saber que al Olmo no se le puede pedir peras es entender que uno vive rodeado de imposibilidades.
Una intervención terapéutica exitosa e ideal es como una cachetada mental: usted no se la ve venir ni se la espera, sucede de un segundo a otro, y genera una ola incontrolable de efectos en su psiquis. Largas explicaciones acerca de la vida y sus inconvenientes puede resultar una herramienta útil en algunas situaciones, pero no deja mucho espacio al vaciamiento momentáneo de angustia y dolor que el paciente requiere para permitirse reflexionar por sí mismo. E incluso, a veces, es fundamental reflexionar junto a la angustia y el dolor.
Espero quede claro que la persona que más trabaja y se compromete en una terapia es el paciente. Recurrir a un psicólogo con el fin de buscar la solución más rápida y asequible a problemas que por lo general poseen su foco de inicio años atrás, es -y perdone el atrevimiento- muy ingenuo. Los tiempos subjetivos, el tiempo que a usted o a cualquiera le puede llevar entender, tramitar y encontrar la solución (si es que la hay) a un problema personal, es incalculable.
Una intervención terapéutica exitosa e ideal es como una cachetada mental
Volviendo un poco a la viñeta, mi terapeuta apuntó a reforzar una idea que llevo trabajando desde los inicios de mi terapia: que la absoluta y única responsable de la película que le cuento (y me cuento) cada semana, soy yo. Puede que varios de los actores no los pueda elegir, puede que muchos de los escenarios en los que se desarrolla mi película ya estén dados, y tantos otros elementos secundarios no puedan modificarse; pero la directora, guionista y personaje principal soy yo. Así que tenga en claro que si usted va por la vida pidiéndole peras al Olmo, algo anda mal. Porque al Olmo le resulta imposible brindar una respuesta satisfactoria a su pedido. No está en su naturaleza engendrar peras, y aunque usted calcule las posibilidades cuánticas de que eso suceda, esperar por una solución semejante es muy poco práctico.
Lo invito a reflexionar sobre la capacidad de vivir su película de la manera que más le guste. Puede ser un melodrama, una comedia romántica, un western, quizás alguna de suspenso. Lo invito a pensar acerca de su capacidad de editar dicha película. ¿Posee problemas a la hora de decidir qué personajes deben quedarse y cuáles deben morir en algún accidente trágico? ¿No logra cerrar algún capítulo para poder pasar al siguiente? ¿Hace tiempo que viene repitiendo la misma escena? Quizás necesite ayuda, quizás hacer terapia sea su respuesta. Pero ojo, no digo que sea LA respuesta, simplemente lo recomiendo como una opción. Anímese a encontrar la solución que más le plazca, pruebe todo lo que le parezca y deje para el final de la lista consultar con un psicólogo si así lo quiere. Pero sepa que es una opción válida, que terapia no hacen solo los “locos” que ven elefantitos de colores, que aquella persona desbordada con un ataque de pánico y angustia no es el prototipo de paciente. Las personas comunes y corrientes hacen terapia, a algunas les sirve y a otras no tanto. Está en usted animarse a incluir en su película a este personaje tan simpático denominado terapeuta. Y recuerde… las peras las consigue en la verdulería.