Si hay algo innegable en los momentos donde la fuerza ya no es suficiente ―aunque se esté al máximo del esfuerzo― es la presencia de situaciones que advierten cada vez mayores exigencias y respuestas más efectivas para enfrentar y superar los aspectos más comunes.
Karl Jaspers es el creador del término situación límite o extrema al referirse a los momentos inexcusables, suficientes y capaces que sirven para marcar tanto la destrucción como la trascendencia de una persona. Son los verdaderos quiebres que ponen a prueba la capacidad de tolerancia y adaptación. El famoso “tocar fondo”, donde hay que tomar decisiones rápidas para no prolongar el embate insostenible con igual posibilidad de rendición o victoria.
Es muy común confundir términos y achacarle a alguno lo que no corresponde. Aclaremos un poco: el cansancio es la insuficiente energía para realizar un trabajo y no por eso tiene que ser algo dramático. Por su parte, la apatía es un poco más complicada porque da a entender que el cuerpo no responde: no existen ganas de hacer las cosas, nada importa o nada preocupa. Finalmente, el agotamiento es el resultado de la repetición automática y rutinaria de una actividad con bajo nivel de creatividad, inestabilidad y pérdida de interés progresivo, sensación de agobio persistente y fuente de desequilibrios psico-físicos.
La conocida “reacción de estrés” ―estado de defensa del organismo― guarda relación directa con el cansancio y la tensión (“sentirse fundido”). Los cambios conllevan una reacción adaptativa, que si bien es natural y biológica, deben comportarse dentro de ciertos límites para mantener el equilibrio indispensable (homeostasis). Es la esencia de la vida y no siempre todo es negativo porque, justamente, de las experiencias frente a ello surge el resultado final. Cuando los cambios sobrepasan la capacidad adaptativa, se llega a una fase donde es imposible sostener el equilibrio y aparecen los diversos síntomas como antesala a una gran crisis donde el malestar sacude y el organismo lo traduce por agotar las respuestas o ser insuficientes.
¡Agotamiento! ¡Extenuación! ¡Surménage! Todas son distintas expresiones para lo mismo, el “síndrome de flacura emocional con despersonalización, poca realización personal, que puede sobrevenir como resultado de la tensión crónica y emocional”.
En un primer momento, el organismo no capta la intensidad del problema hasta que el modelo de sobrecarga emocional demuestra los desequilibrios y la gran impotencia por exceder los propios límites, sobretodo, cuando se inventan excusas defensivas para no entender que, al igual que las máquinas, el ser humano también llega a un punto de inutilidad por uso excesivo. Es una realidad resistida, muchas veces, porque se confunde con el fracaso y no como una señal de advertencia hasta que surgen los síntomas.
Diferenciar agotamiento de distrés es útil y necesario porque la mayoría de las veces las causas son distintas y los tratamientos diferentes. Además, puede servir para definir y encarar específicos medios preventivos. Otro punto esencial consiste en no confundir depresión con agotamiento, un frecuente y grosero error que obstaculiza las necesarias medidas farmacológicas para superar el problema.
Hablar del agotamiento induce a analizar una patología severa, relativamente reciente, que está relacionada con el ámbito laboral y el estilo de vida que se lleva. Es un trastorno emocional provocado por el trabajo y conlleva graves consecuencias físicas y psicológicas cuando el fenómeno se somatiza y da origen a numerosas bajas laborales en ciertas profesiones susceptibles: profesionales de la salud, docentes, cuidadores de enfermos. Se denomina Síndrome de Burnout, estado de “gran gran quemado” o de “achicharramiento”.
Reconoce como causa principal al estrés laboral, especialmente cuando se da por largos periodos de tiempo
Muchos trabajadores relacionan la patología con estar a disgusto, estar harto, sentirse agobiado, tener un mal día en el trabajo, etc., pero no se observa la verdadera sintomatología del síndrome: su cronicidad o su intensidad en las fases más avanzadas. Hay que entender que se trata de un proceso insidioso que habitualmente deriva en consecuencias severas para la persona. Es importante resaltar que esta patología es consecuencia, fundamentalmente, de la exposición a unas determinadas condiciones de trabajo. No está originada por una deficiencia en la personalidad del individuo.
Es una entidad clínica bien definida, que engloba una serie de síntomas y suele darse con mayor frecuencia en aquellas ocupaciones relacionadas con atención a terceros, como docentes, personal sanitario o personas que trabajan en atención al cliente. Puede llegar a ser motivo de baja laboral, ya que llega un momento en que el empleado se encuentra física y mentalmente incapacitado para desarrollar su trabajo.
Reconoce como causa principal al estrés laboral, especialmente cuando se da por largos periodos de tiempo y de modo continuado, con la característica de que el sujeto comienza a perder el control sobre las emociones, se pone ansioso o deprimido, manifiesta un gran cansancio o fatiga que no guarda relación con el trabajo que realiza, y, al poco tiempo, muestra cambios de carácter, malhumor creciente e intolerancia con los cercanos, deterioro cognitivo y de la atención, todo, por alteración de los neurotransmisores y de ciertas hormonas que se transforman en sustancias neurotóxicas en situaciones de distrés.
El cansancio emocional es acompañado por un deterioro tanto físico como psicológico y los efectos negativos no son, en su mayoría, únicos del Burnout, sino correlatos comunes a otras formas de estrés con una fisiopatología común entre todas.
Una vez desencadenado el Burnout, el afectado pierde gran parte de su idealismo y energía inicial, al igual que sucede con el interés y los sentimientos positivos hacia sí mismo y los demás. El afectado presenta múltiples problemas de salud física y psicológica con pérdida de autoestima y una creciente insatisfacción por el trabajo y una falta de significado hacia el mismo. Lógicamente, es algo que afecta a la familia, encontrando un gran distanciamiento entre sus componentes, todo el entorno laboral y social con un costo significativo.
La aparición de la despersonalización genera sentimientos y actitudes cínicas y negativas hacia las personas con las que se trabaja con endurecimiento
Este estado de “gran quemado” engloba una serie de manifestaciones comunes y siempre presentes: falta de energía y entusiasmo en el lugar de trabajo, descenso del interés por la gente del entorno, una percepción de continua frustración, desmotivación y desgano, además de marcados deseos de dejar el trabajo por otra ocupación o directamente desertar.
De los estudios efectuados a los profesionales de servicios sociales, educativos y sanitarios, se dedujo una hipótesis reconociendo la importancia de la tensión emocional o el distrés en la génesis del síndrome con una estructura tridimensional: 1) El incremento del cansancio emocional disminuye la capacidad emocional, afectiva y de atención al servicio a los demás, 2) La aparición de la despersonalización genera sentimientos y actitudes cínicas y negativas hacia las personas con las que se trabaja con endurecimiento y deshumanización creciente, y 3) Reducción de la autorrealización personal, con tendencia a autoevaluarse negativamente.
Tras el agotamiento emocional, los sentimientos de desconsideración y desprecio hacia los compañeros de trabajo, los pacientes o hacia el alumnado es frecuente porque se los considera culpables de la frustración, el malestar y la desesperanza. Estos sentimientos negativos distancian, actuando como mecanismo defensivo para reducir el impacto de continuar conviviendo y trabajando en ese medio. Al mismo tiempo, facilitan la atención desconsiderada con un déficit de la calidad participativa llamativo con el consiguiente incremento de conflictos en una espiral que se retroalimenta continuamente.
Resumiendo, denominamos agotamiento a la disminución temporal de la eficiencia funcional de la mente, con evidente pérdida de la concentración, menor capacidad de asimilar la información y, consecuentemente, incremento de los errores. Se produce cuando hay un exceso de carga mental, es decir, cuando las exigencias de la tarea diaria, o, el esfuerzo requerido, ritmo de trabajo, nivel de atención, tensión emocional, supera la capacidad de respuesta del organismo. Puede ocurrir en cualquier tipo de tarea que requiera intensa actividad intelectual o compromiso emocional fuerte, pero también en situaciones laborales monótonas, repetitivas que exigen atención continua.
En este punto conviene aclarar que el agotamiento no siempre está motivado por el trabajo excesivo o monótono, ya que los hábitos poco saludables del sujeto influyen considerablemente. Además, es un síntoma habitual en otras enfermedades, por lo que siempre es necesario consultar al profesional especializado para arribar a un diagnóstico concreto que explique las molestias para iniciar el tratamiento correspondiente.
Con respecto al Sindrome de Burnout, la clave para el tratamiento eficaz es detectarlo en sus primeras fases, por lo que cuanto antes se trabaje en el problema para identificarlo antes se conseguirá mantener el control. Por supuesto, la iniciativa en cuanto a su tratamiento puede provenir tanto del propio trabajador como del lugar de trabajo, porque es importante que haya una buena comunicación entre ambas partes y se establezcan los mecanismos necesarios para detectar este tipo de casos en una etapa temprana.
La clave para el tratamiento eficaz es detectarlo en sus primeras fases
En primer lugar, las técnicas de relajación (meditación en ambientes especiales) han demostrado ampliamente su eficacia para reducir la ansiedad y mejorar el modo en que los trabajadores se enfrentan al Síndrome de Burnout. De hecho, éste tipo de prácticas aumenta la actividad de aquellas zonas del cerebro encargadas de las emociones positivas, por lo que al realizarlas regularmente se consigue que el trabajador encare los problemas de un modo mucho más productivo.
Es importante no olvidar la parte física del problema, ya que el estrés y el Burnout tienden a generar tensión muscular en determinadas zonas del cuerpo, como los hombros o el cuello. Esto, a mediano y largo plazo, puede suponer la aparición de contracturas musculares u otro tipo de lesiones que agravan la situación. La práctica habitual de algún deporte (siempre adaptado a la condición física del trabajador) ha demostrado reducir notablemente los efectos del estrés, ya que mantenernos activos mejora la salud física integral y ayuda a desconectarse de los problemas.
Siempre se destaca la ayuda profesional idónea que colabora para ver algo más que hasta el momento no se había conocido, porque tal como lo expresa Saint Exupéry, escritor y aviador francés, autor de la famosa obra “El principito”, “aunque resulte difícil de llevar a cabo, el hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo”.
Artículo escrito por: DR. NSE. Luis Labath, Ex Director Médico del Hospital José M. Cullen. Periodo: 2002-2007 y previamente publicado en Asociación Educar.
Imagen: ChurchVolunteer