A lo largo de varios años de clínica sexológica, me fui encontrando con algunas preguntas de pacientes, que a pesar de manifestar conductas sexuales funcionales y placenteras, se formulaban algunas de las siguientes cuestiones:
¿Es normal que tengamos relaciones sexuales dos veces a la semana con mi pareja? ¿O debería tener más deseo sexual?
Mujer que se preocupa por que su amiga alcanza el orgasmo solo con penetración y exclama “yo debería poder lo mismo”
Varón que se siente un tonto al responder que no, cuando sus amigos le preguntan si tuvo relaciones sexuales con la chica con la que se fue del boliche.
¿Cuánto tiempo debo tardar en eyacular?
Leí que hay mujeres que tienen varios orgasmos ¿Entonces yo no estoy disfrutando suficiente?
En este escrito no me refiero a las personas que concretamente están pasando por una disfunción sexual, la cual les trae mucho malestar, sino a aquella gran cantidad de personas que por mirar su sexualidad desde un ojo crítico, no se permiten disfrutar de la misma.
¿Que encontramos en común en todas las frases anteriores?
Principalmente estar apegados a la mirada externa, buscamos normativizar nuestra conducta, nuestro deseo, evaluamos los encuentros en función de qué se supone debería o no pasar, según lo que se consideraría normal o en comparación a lo que mis amistades, conocidos o famosos refieran.
Entre las frases célebres del filósofo griego Epicteto (Siglo I d.C) se encuentra: “No nos preocupan las cosas, sino la visión que tenemos de ellas”, la cual se convirtió más tarde como premisa principal para Albert Ellis (1913 – 2007) en su enfoque terapéutico.
El malestar emocional no es creado por las situaciones en sí, sino por la interpretación que hacemos de esas situaciones. Por lo tanto, la forma que tenemos de pensar, como interpretamos el ambiente y las circunstancias y las creencias que hemos desarrollado son las que van a generar diferentes tipos de emociones.
Es importante preguntarnos ¿Qué evaluación estoy haciendo de esta situación? según desde donde sea mi mirada sentiré diferentes consecuencias de la misma. Por ejemplo, las charlas sobre sexualidad con amigos pueden ser una buena invitación a nuevas exploraciones del disfrute sexual o pueden desencadenar una serie de pensamientos ligados a la comparación ansiosa e improductiva. Es decir, de acuerdo a mi mirada, voy a vivir emociones muy diferentes.
¿Cómo me siento yo con esto? Nos alejamos de nuestro deseo y conexión con nosotros mismos y nos acercamos cada vez más a una mirada crítica, la cual generalmente es una interpretación evaluativa, competitiva y no focalizada en el placer y satisfacción que sentimos.
Por ejemplo ¿Es preocupante de por sí que el hombre eyacule en x tiempo? ¿O tiene que ver con la interpretación que ese hombre hace de la situación? ¿Es poco o mucho tiempo? ¿Cómo podríamos respondernos esa pregunta?
Las personas tenemos la tendencia a querer categorizar y encuadrar cada hecho, eso nos da tranquilidad. Por lo tanto, muchas veces observamos qué hacen los demás y en función de eso clasificamos nuestras conductas y desde esa perspectiva comenzamos a preocuparnos, a replantearnos qué es lo que estamos haciendo, sin necesariamente sentir malestar o poco placer.
En los cuestionamientos que plantee al principio, frente a las preguntas: “¿Y vos como te sentís con eso? ¿Disfrutas de tu sexualidad de esa manera?” En todos los casos me respondieron que sí.
El interpretar la situación o conducta desde la “falta” genera automáticamente insatisfacción. Cada vez que nos focalizamos en la mirada del otro, a una supuesta categoría de normalidad, a las expectativas que creemos que debemos colmar, nos limitamos a desarrollar nuestra capacidad de explorar, de descubrir y descubrirnos. Es importante que cuidemos el modo de interpretar nuestra sexualidad y la de los demás, es un modo de cuidarnos y de preservar nuestra salud sexual.