¿Quién no ha escuchado esto? Lamentablemente, es uno de los mitos más populares y más divulgados por los medios de comunicación (Radford, 1999). Tal es así que son muchísimos los artículos publicados con el objetivo de eliminar el mito (Higbee & Clay, 1998) (Alferink & Farmer-Dougan, 2010) (Boyd, 2008) (Christodoulou & Gaab, 2009) (Dekker, Lee, Howard-Jones, & Jolles, 2012) (Deligiannidi & Howard-Jones, 2015) (Ferrero, Garaizar, & Vadillo, 2016) (Geake, 2005) (Geake, 2008) (Howard-Jones, 2014) (Karakus, Howard-Jones, & Jay, 2015) (Pei, Howard-Jones, Zhang, Liu, & Jin, 2015).
A partir de información plasmada en su libro Neuromyths: Debunking False Ideas About the Brain, la Dra. Tracey Tokuhama-Espinosa nos acerca los orígenes del mito y lo que dice la ciencia sobre el asunto.
De dónde viene el mito
Hay varias raíces probables de este mito. En el siglo XIX, se dice que el psicólogo de Harvard William James sugirió que los humanos usaban solo una fracción de su potencial. Otro probable culpable es la tecnología: cuando la neuroimagen se usó por primera vez en numerosos estudios a fines de la década de 1990, era común “ver” solo pequeñas áreas del cerebro iluminadas durante los experimentos, y algunas personas suponían que esto significaba que solo se estaba usando una pequeña porción del cerebro. Otro pensamiento es que “el mito del 10 por ciento se hizo popular con las enseñanzas de autoayuda de Dale Carnegie, como una forma de ayudar a las personas a pensar en cómo realizar su propio potencial”(USPTO Patent N.o 7523465, 2009). Otros sugieren que el mito del 10% está vinculado a las personas que venden formas de liberar el poder psíquico (Beyerstein, 1999) (Myss & Myss, 1998).
Lo que sabemos ahora
No hay ningún estudio que identifique definitivamente un porcentaje del cerebro que se utiliza. Sin embargo, las imágenes cerebrales más actualizadas disponibles muestran redes complejas en todo el cerebro en la mayoría de las tareas. (Beyerstein, 1999) ofreció evidencia para eliminar el mito al señalar que si solo se usara el 10%, el daño cerebral tendría que limitarse a esos pocos lugares, cuando sabemos que en realidad, el daño cerebral se ha documentado en todas las parte del cerebro. También sugirió que los escáneres cerebrales muestran actividad (flujo sanguíneo, cambios eléctricos y químicos) en todas las áreas y que el cerebro es el órgano más exigente del cuerpo, que utiliza el 20% de la energía del cuerpo mientras ocupa el 2% de su peso, lo que sería poco probable si solo se utilizara el 10% del cerebro. Además argumenta que las neuroimágenes con PET y fMRI muestran que el cerebro está activo incluso durante el sueño y que ninguna área está completamente inactiva. Hay evidencia de una amplia actividad de redes en lugar de un simple “localismo,” donde se usan partes pequeñas y específicas del cerebro. Además, el análisis microestructural habría ofrecido evidencia de desuso si existiera, y la poda sináptica sería evidente en las autopsias.
Por otro lado, gran cantidad de casos de neurología clínica muestran que perder mucho menos del 90% del tejido cerebral tiene graves consecuencias. Ninguna región cerebral puede dañarse sin dejar a una persona con déficit mental o físico.
Muchas personas pueden vivir durante años con una bala en el cerebro o recuperarse completamente de un derrame cerebral. El hecho de que estas personas puedan llevar una vida más o menos normal se debe a una capacidad extraordinaria del cerebro: su plasticidad. Este órgano es extremadamente bueno compensando: otras células nerviosas pueden hacerse cargo de las tareas de las células nerviosas dañadas.
Por otra parte, se conocen funciones especiales de las regiones del cerebro: es posible crear un mapa del cerebro por lo que queda claro que no hay un 90% inactivo.
Hasta ahora, la estimulación eléctrica de partes del cerebro durante una neurocirugía no ha revelado ningún área cerebral latente donde no se pueda generar percepción, emoción o movimiento mediante la aplicación de estas pequeñas corrientes (esto se puede hacer con pacientes bajo anestesia local, porque no hay receptores de dolor en el cerebro). Además, los neurocientíficos pudieron localizar funciones psicológicas en ciertas áreas del cerebro con la ayuda de otros métodos, como EEG (electroencefalografía), MEG (magnetencefalografía), PET (tomografía por emisión de positrones) o fMRI (imagen por resonancia magnética funcional). Por lo tanto, no se han observado áreas inactivas en el cerebro.
Estas explicaciones muestran la falacia de creer que usamos solo el 10% de nuestros cerebros.
Referencias:
Aamodt, T. M., Wang, H., Shen, J., & Hammarlund, P. (2009). USPTO Patent N.o 7523465. Recuperado de https://patentimages.storage.googleapis.com/db/61/44/ee4a98240166ee/US7523465.pdf
Alferink, L. A., & Farmer-Dougan, V. (2010). Brain-(not) Based Education: Dangers of Misunderstanding and Misapplication of Neuroscience Research. Exceptionality, Vol. 18, pp. 42-52. https://doi.org/10.1080/09362830903462573
Beyerstein, B. L. (1999). Whence cometh the myth that we only use ten percent of our brains. Mind Myths: Exploring Popular Assumptions about the Mind and Brain. New York, NY: J. Wiley & Sons, 314-335.
Boyd, R. (2008). Do people only use 10 percent of their brains. Scientific American, 7.
Christodoulou, J. A., & Gaab, N. (2009). Using and misusing neuroscience in education-related research. Cortex; a Journal Devoted to the Study of the Nervous System and Behavior, 45(4), 555-557.
Dekker, S., Lee, N. C., Howard-Jones, P., & Jolles, J. (2012). Neuromyths in Education: Prevalence and Predictors of Misconceptions among Teachers. Frontiers in Psychology, 3, 429.
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Ferrero, M., Garaizar, P., & Vadillo, M. A. (2016). Neuromyths in Education: Prevalence among Spanish Teachers and an Exploration of Cross-Cultural Variation. Frontiers in Human Neuroscience, Vol. 10. https://doi.org/10.3389/fnhum.2016.00496
Geake, J. (2005). Educational neuroscience and neuroscientific education: in search of a mutual middle-way.
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Myss, C. M., & Myss, C. (1998). Why People Do Not Heal and how They Can. Harmony.
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Radford, B. (1999). The ten-percent myth. Skeptical Inquirer, 23, 52-53.
Fuente: Psychcentral