Los mitos proliferan alrededor de las neurociencias y, muchas veces, desarraigarlos se convierte en una tarea árdua pues suelen verse acompañado por la decisión de muchos de no indagar para corroborar el respaldo que tiene el asunto en cuestión.
La Dra. Tracey Tokuhama-Espinosa presenta una columna muy interesante en la cual comparte extractos de su libro Neuromyths: Debunking False Ideas About the Brain. En este artículo hablaremos del mito que se ha creado en torno a los escaneos cerebrales y su capacidad para “ver” los pensamientos, así como el alcance que en realidad tienen estas herramientas hoy.
De dónde viene el mito
“¿Puede un escáner cerebral revelar lo que estás pensando?” A medida que desarrollamos mejores tecnologías, surgen descubrimientos sorprendentes casi cada mes y, dependiendo de cómo se comparten con el público, pueden malinterpretarse como si significaran más de lo que realmente significan. Por ejemplo, en su charla TED, Christopher De Charms muestra imágenes de resonancia magnética de partes del cerebro utilizadas para mover una mano. Esto no es pensar, pero el título de su charla, “Mirar dentro del cerebro en tiempo real” sugiere que podemos “mirar la mente” a través de un escáner de resonancia magnética, lo que puede inducir a otros al error de pensar que están viendo el “pensamiento”. De Charms dice que “podemos aprender a controlar mejor nuestro dolor y evitar las píldoras, los psiquiatras y la cirugía controlando nuestros cuerpos con nuestras mentes.” Si bien gran parte de esto es positivo y puede ser cierto, se puede argumentar que es demasiado pensar que “podrás ver todos los aspectos que te hacen quien sos, todas tus experiencias.”
Aunque sensacionalista, el video se basa en un trabajo serio de Nathan Spreng en la Universidad de Cornell, que celebra las complejidades del pensamiento al considerar descriptores agradables y desagradables, y el contexto en el que ocurren los intercambios sociales. Al juntar múltiples imágenes a través de variables, Spreng y sus colegas sugieren que se hacen una idea de lo que las personas están imaginando. Si bien esto no es pensar per se, la investigación real fue mucho menos sensacionalista que el titular que obtuvo y mucho más interesante para los investigadores serios.
En otro ejemplo extremo, Grabianowski escribe que hay “Seis formas en que la ciencia puede ver en tu cerebro”, que en realidad es un buen artículo de resumen sobre técnicas de imagen de electroencefalograma (EEG) ; tomografía axial computarizada (TAC); tomografía por emisión de positrones (PET); resonancia magnética (MRI); imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI); y magnetoencefalografía (MEG). Este artículo parece ir de la mano con otro, “Los investigadores cerebrales pueden detectar en qué estamos pensando”, que explica cómo funcionan las técnicas de imagen. La creencia de que los escáneres cerebrales pueden ver el pensamiento de las personas se debe a la falta de conocimientos científicos y/o de conocimiento experto sobre los límites de la tecnología. En general, estos titulares simplemente extienden en exceso los hallazgos de la investigación real. Sin embargo, esto no es su culpa, ya que así son los titulares: la falla está en no leer más allá del título, lo cual es decisión del lector.
Lo que sabemos ahora
Cada máquina de imágenes cerebrales puede, en el mejor de los casos, medir una sola dimensión (eléctrica, química o estructural) de un conjunto de sub-habilidades (por ejemplo, correlación de símbolo a sonido; memoria semántica; identificación de errores en la ortografía de palabras, rotación mental, sistema de alerta, etc.). Ninguna máquina de imágenes puede medir el pensamiento, solo un subelemento de un pensamiento. Ahora sabemos que el acto de pensar implica percepción (todos los sistemas sensoriales trabajando juntos), memoria, atención, funciones ejecutivas, redes de área de dominio y otros mecanismos complejos para dar como resultado un solo pensamiento. “Pensar” no es un disparo único en el cerebro, sino la combinación de docenas de redes (y miles de conexiones) que funcionan en ritmo sincrónico. Si bien podemos detectar las redes neuronales que son importantes en cada uno de estos mecanismos, en realidad no podemos decir qué significan colectivamente. Es decir, podemos ver las redes relacionadas con la recuperación semántica de información, pero no necesariamente la exacta palabra “perro”, cuando alguien piensa en ella.
Ahora es claro que hay muchas piezas diferentes en un solo pensamiento y que las demandas cognitivas distintivas de cada etapa del pensamiento producirán un patrón cerebral que puede usarse para estimar los límites temporales de esa etapa. Esto significa que, para ver realmente el pensamiento, se necesitarían múltiples imágenes simultáneas. Lo más cerca que estamos de ver este “panorama general” del pensamiento es el Proyecto Connectome, que nos brinda imágenes de redes neuronales. Pero una red neuronal no es un pensamiento.
Es fácil entender cómo el público puede ser engañado por los titulares atractivos que parecen prometer un vistazo en el pensamiento individual, pero esa tecnología aún no existe.
Fuente: Psychcentral