Según informes de la Organización Universal de la Salud las cifras sobre suicidio son las siguientes: 34%, hombres; 37%, mujeres y 0%, elefantes, de la población juvenil total. Los expertos concluyen que los púberes y adolescentes de hoy deberían seguir el ejemplo de los paquidermos y no el de sus artistas favoritos, quienes aparecen en los encabezados de los periódicos con más frecuencia debido a una sobredosis de sustancias que a su mérito artístico.
India y varios países del continente africano han reclutado a sus mejores científicos para investigar el porqué los elefantes no han intentado suicidarse ni una sola vez. ¡Es un misterio!, afirma uno. ¡Esto es una locura! Son animales y nosotros humanos, apela otro. Sin embargo, pese a su renuencia, han hecho viajar y arriesgarse a los genios, de avanzada edad y con dificultad para caminar sobre la sabana africana y los bosques tropicales indios…
Tras años de observación de la vida de estos gigantes y peludos grisáceos, han reportado que su modo de vida es diferente al del humano: “Un gran sentido de pertenencia rodea a la manada, cada miembro parece disfrutar del lugar que le ha concedido el destino. La memoria de la hembra mayor es quien guía al resto del grupo para encontrar alimento y agua. A pesar de que el macho abandona la manada cuando cumple la edad suficiente, vaga en una soledad tranquila hasta el encuentro de otra donde lo acoja alguna hembra.
Los más jóvenes retozan, sirviéndose de sus curiosas trompas, con los demás miembros (…) Y lo más importante: cuando uno de los integrantes se encuentra indefenso ante un peligro, toda la manada acude a ayudarlo. Y por estas ciento once razones hemos llegado a la conclusión de que los elefantes no se desencantan de la vida y por eso no intentan abandonarla.”
“En un análisis comparativo, al contrario de los elefantes, los humanos y con mayor frecuencia los más jóvenes, tienden a practicar en sus vidas un sentido de exclusividad, es decir, entre más excluyentes sean la situaciones donde estén o más raros los objetos que poseen, más únicos y diferentes se perciben a sí mismos. Entonces se esfuerzan diariamente para llenarse de adornos y atributos, descuidando amar a sus semejantes. La exclusividad le da un plus a su imagen, y por ende los demás miembros los admiran, deseando su suerte: sentirse amados.
Por otro lado, estos humanos que se sienten desdichados con su lugar en el mundo, son exclusivos, ya que paralelamente los excluye el grupo donde desearían pertenecer y ellos, por no poseer los atributos necesarios para entrar, descartan a esa “manada”. Prefieren no guiarse por la memoria, ya que son ávidos consumidores de la novedad.
Asimismo, al contrario de los elefantes, existe entre ellos una incapacidad para comunicarse, para expresar y compartir sus sentimientos, lo que provoca que el dolor se vaya encapsulando en una burbuja hasta que un día revienta… lo que sólo resalta su capacidad para separar, en lugar de unir, como cuando los elefantes entrelazan sus trompas… Como consecuencia de éstas y otras razones, una soledad angustiosa va llevándolos, poco a poco, a considerar la idea de excluir la vida misma de sus vidas.”