Mindful eating (alimentación consciente) llega a la consulta o al tratamiento en curso cuando el paciente percibe que su relación con la comida no es lo que quisiera, cuando se da cuenta que come por comer, en cualquier momento del día, que no diferencia hambre de saciedad, cuando entiende que la comida aparece como una ayuda para soportar la existencia, cuando registra que ser invitado a una boda es un free pass aunque al otro día se sienta fatal.
Sí. De todo eso el paciente ya tiene noción, de esos eventos o esas partes del día que suceden de esa forma, ya se dio cuenta. Y ya intentó varias ideas: de las revistas, propias, que le dijo un amigo, que sugirió un profesional de la salud.
Ya inventó. Ya ayunó. Ya se acercó a alguna práctica milenaria para alimentarse mejor, probó con no comer ciertos alimentos, hizo détox, paleo, cambios de “plan alimentario” a “dieta” y de “dieta” a “hábito saludable” en su forma de expresarlo verbalmente. Ya colgó los guantes y se comió todo vorazmente. Ya prometió. Ya juró. Y también ya sabe qué debería comer por su bien, según todos dicen.
No siempre las personas con las que ponemos de objetivo “alimentarnos conscientemente” portan diagnósticos relacionados a un trastorno alimentario o pivotean en dificultades nutricionales. No siempre obesidad, atracón, ansiedad son la base desde la cual destinamos tiempo del tratamiento a abordar cómo comemos, cuándo comemos, qué sucede cuando comemos, con quién comemos, cómo es el ambiente, quién prepara los alimentos, quién compra los alimentos, dónde se compran los alimentos y larga lista de etc. En muchas ocasiones pacientes explorando sus áreas vitales descubren que su salud y su alimentación han sido la parte relegada de su historia.
Es muy habitual que mamás y papás con hijos pequeños coman el resto de comida que el bebé no come “para no tirarlo”, es bastante común que no sepamos qué cocinar para todos los días, que nos canse hacerlo, que se nos acobarde la creatividad cuando llegamos después del trabajo cansados o que hayamos preparado tantos menús en nuestra vida que nos parezca injusto que haya que pensar nuevamente uno. Aparece, también, la oportunidad cuando vamos a una fiesta: la oportunidad de comer todo lo que creemos que queremos y tomar todo lo que creemos que queremos, sin restricciones. “Me lo merezco” es una de las frases con cierto riesgo que escucho cuando un chocolate gigante se dispone como postre y regalo a sí mismo al final del día.
Cocinar es la oportunidad de entender que estoy haciendo algo importante y es menester estar presente
Fast food no es sólo una asociación con determinadas marcas de comida rápida, es un estilo de vida alimentario para algunas personas, que comen paradas, snackean, viven a vianda calentada en microondas, tomando algo de alguna lata, con servilletas de papel o tal vez limpiándose la boca con un repasador. No estamos diciendo que esté mal, simplemente, para algunos, esto forma parte de la vorágine en la que viven y eso los hace sufrir.
Como terapeuta yo no juzgo esto. Ni en el consultorio ni en mi vida fuera del consultorio puedo yo hacer algo para convencer a alguien de cosa alguna. Primero, porque a mí también me pasa que no hay tiempo para hacer la pizza casera que tanto disfrutamos en casa y llamamos al delivery de la esquina (sí, llamamos a la esquina). Segundo, porque no soy quién para decirle a la gente (cualquiera sea la gente) qué tiene o no que hacer. Y tercero, y más importante, porque en el tiempo de trabajo con Mindful eating y en la forma en la que yo lo entiendo, lo que cada persona necesita es la experiencia. Y mi invitación es a la experiencia.
Una vez que uno se ve, ya no hay vuelta atrás. Podemos decirnos que nos encargaremos de esto “más tarde” o “en otra ocasión” o “cuando tengamos más tiempo” o “después de las vacaciones” pero ya lo vimos. Y si bien hay muchas chances de que nos olvidemos de, también hay alta probabilidad de que nos veamos nuevamente, porque comer, es una actividad cotidiana con la que tenemos contacto varias veces en un día.
En este punto la alimentación consciente cobra un sentido fundamental: podemos aprender que cada vez es nueva y única, ser espectadores del plato, registrar cada papa frita individualmente, y cada bocado como inigualable, podemos recrear y anticipar pero no saber exactamente cómo será la experiencia del degustar hasta hacerlo y luego se esfuma la experiencia y es otra nueva, en el próximo bocado, si nos permitimos estar atentos. Hete aquí la mente de principiante en acción.
Para ampliar este punto y extenderlo, tenemos también las acciones que implican cocinar y cocinar para comer, donde sucede algo similar: es conocido y es nuevo a la vez. Esta es la única vez que comeré esta manzana y es sólo en este presente donde podré hacerle un lugar inatrapable o no, podré cortar esta manzana con la mano derecha mientras la sostengo con la izquierda o tomarla con las dos manos y abrir grande la boca para sacar un mordisco grandioso, y tal vez darme cuenta que está arenosa y seguir comiéndola o no, o sentir que es la mejor manzana de mi vida, sin poder hacer esta comparación realmente pero pensándolo de todos modos.
Probablemente no sea la primera vez que picamos cebolla, pero esta cebolla es única, y siendo similar a otras cebollas (que recordamos, por ejemplo) no se le parece en nada. Los movimientos implicados en cortar esta cebolla parten de la intención de cortarla pero son momento a momento, a momento, a momento, los movimientos implicados en cortar esta cebolla. (Entiendo que me detesten pero quiero que estemos todos en clima). Cocinar es una actividad diaria, para los chefs con estrellas Michelin, para los chefs de los food trucks de moda, para vos y para mí.
Cocinar es la oportunidad de entender que estoy haciendo algo importante y es menester estar presente, porque forma parte del tiempo en el que vivo y estoy invirtiendo en ello, así como también es valioso porque puedo a través de lo que cocino ser amoroso conmigo y los demás. Puntos aparte, podemos desarrollarlos en otros momentos, son el cultivo de la paciencia en algunos platillos y la dedicación para el armado desarrollando contemplación y gratitud. No quiero descuidar el detalle del momento creativo de la invención de un plato y el estado de flow que refieren algunas personas cuando integran todo el proceso. Podremos hablar también, más adelante, de la elección y el cultivo de alimentos.
Muchas veces la alimentación consciente es la puerta de ingreso a la práctica meditativa, y bienvenido sea! Todos nosotros merecemos aliviar nuestro sufrimiento y ese camino necesita que entendamos cómo funcionamos, que nos volvamos expertos en captarnos, en estar advertidos sobre nosotros mismos y que nos aceptemos tal cual somos. Cada comida es una oportunidad y la invitación será, sin juzgarnos, a adentrarnos en los conocimientos que nos permitan ser y estar en el mundo de una manera valiosa para nosotros.
2 comentarios
gracias Sara por tu aporte! desacelerar y ser conscientes es la propuesta!
Es completamente cierto, en la vida moderna vamos todos muy acelerados y cada vez somos menos conscientes de qué nos llevamos a la boca, tenemos que empezar a disfrutar más de cada comida y entender de que cada plato es único.
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